Capítulo 27.-

1.2K 53 1
                                    

—No es ninguna broma. —aseguró, terminando de acercarse a mi y juntando nuestros cuerpos, de tal manera que a penas aire podía pasar entre nosotros.

Fui a decir algo, a rebatirle, pero no pude, antes de que cualquier tipo de sonido saliera de entre mis labios él los presionó contra los suyos, fundiéndonos a ambos en un tierno y dulce beso, acompañado de caricias en mi cintura y mejilla por su parte.

Era distinto a como me besaba Daniel, el deseo estaba presente en ambos, pero Ian no tenía esa capacidad de hacerme estremecer bajo sus brazos, que Daniel sí poseía. Podía destacar mil y una diferencias entre ellos, pero en su lugar preferí disfrutar del momento, quizá así habría podido olvidar lo que había pasado hacia menos de media hora.

Le seguí el beso, cerrando mis ojos, era posible que Ian no me atrajera tanto como Daniel, pero no podía negar que era muy atractivo y el hecho de que fuera tan serio y formal dejaba a su alrededor un aire misterioso que excitaría a cualquiera.

—Besas de una manera...increíble —elogió sobre mis labios, sin separar nuestros cuerpos lo más mínimo.

—Gracias... —murmuré cohibida, con una sonrisa dulce en mis labios.

✖✖✖

No se exactamente cómo pasó, pero lo que si recuerdo es que en un abrir y cerrar de ojos estábamos en mi habitación, besándonos, cada vez, con más ganas y pasión.

¿Que podía decir? Ian no parecía que lo hiciera mal, además, quizá así podría olvidar lo que había pasado hacía tan poco con Daniel.

Le quité la chaqueta negra, que él dejo sobre la silla de mi escritorio, para que pudiera desabotonar con mucha más facilidad su camisa, dejando así su pecho y abdomen bien formados a la vista. Mi camiseta desapareció segundos después, poco más tarde, el sujetador y mi pantalón la siguieron hasta el suelo. Desbroché sus pantalones, haciendo caso omiso a la mirada llena de pasión y lujuria que había clavado en mi nada más retirar el sujetador de mi cuerpo.

Una vez desvestidos por completo, Ian hizo que me tumbara sobre mi cama, para luego posicionarse él sobre mi cuerpo, sin dejar peso alguno. Comenzó a besarme el cuello mientras se ponía el condón que, momentos antes, había sacado del bolsillo de su pantalón.

Se movía con ternura y cuidado sobre mí, sin dejar de besarme y acariciarme en ningún momento, como si fuera un objeto frágil y bello que merece ser cuidado mejor que a nada en este mundo. Mis gemidos estaban llenos de placer, pero estos salían de mis labios por separado, en bajo.

Hubo un breve momento en el que me embistió, con tal fuerza y brusquedad que, por unos breves instantes, pensé que era Daniel el que estaba sobre mí, pero, al abrir mis ojos, vi que no era así, que era Ian el que me había hecho gemir tan alto, era él el que me estaba dando placer en aquellos momentos.

—Joder... Así... —murmuré entre gemidos bastante altos e irregulares, a medida que su cadera aumentaba la velocidad a la que arremetía contra mí.

Besó mi cuello, mi clavícula, y siguió bajando, dejando húmedos besos en su camino, hasta llegar a uno de mus pechos, una vez allí, agarró mi pezón entre sus labios y, bajo mi atenta mirada, llena de pasión y placer, y, acompañado de mis gemidos, lo chupó, mordisqueó y estimuló con sus labios.

Cuando lo vi por primera vez nunca creí fuera tan bueno en el sexo, es más, ni si quiera pensé cómo sería tener relaciones sexuales con él.

Tímida ·Daniel Oviedo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora