Capítulo 31.-

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—Uno, no soy una puta, por que, dos, ser una puta es ser alguien a quien pagan por tener relaciones sexuales por otra persona, y a mi me pagan por atender llamadas en un hospital psicológico, creo que hay mucha diferencia, ¿no crees? —le repliqué, era palpable la molestia, no, el enfado, que había aumentado en mi interior a medida que la conversación fluía, pero aquella había sido la gota que había colmado el vaso.

Y, sin agregar nada más, me dispuse a continuar mi camino hacia el trabajo, si llegaba unos minutos tarde no pasaba nada, pero si me retrasaba algo más tendría que correr para llegar a tiempo, y eso era lo último que quería hacer.

—Rebbeca, espera. —me suplicó Daniel.

«Joder, se nota que no tiene prisa por ir a ninguna parte. —me dije a mi misma, rodando los ojos y girándome de nuevo hacia él, lista para un nuevo asalto de idioteces.»

Cuando me giré por completo vi que estaba frente a mí, arrodillado con ambas manos juntas, creando una pose perfecta de súplica, excepto por que su mirada estaba fijada en mis tetas.

—¿Qué quieres? —pregunté, recobrando la molestia con la que había quedado de la conversación anterior.

—Quiero cambiar, pero no se como. Dime que hacer. —aquello ya me dejó atónita, estaba bien que quisiera cambiar, pero después de todo lo que había dicho me resultaba realmente difícil el poder creerle.

—Busca un trabajo. Desde que nos conocemos no has ido a trabajar ni un puto día. —le recomendé, cruzándome de brazos mientras miraba la dirección que tomaban sus ojos.

—Lo haré. —asintió varias veces con la cabeza, parecía tan convencido de que lo iba a hacer que hasta yo por unos momentos pensaba que realmente iba a cambiar, pero eso sólo fueron unos pequeños instantes, hasta que volví a la realidad y recordé a quién tenía frente a mí.

—Suerte. —dije, simplemente, no iba con ningún tipo de sarcasmo, si era verdad que iba a buscar un trabajo, le deseaba toda la suerte del mundo, ya que Daniel no parecía de aquellos chicos que se sacan la ESO a la primera o que van a la Universidad por voluntad propia.

Aún así, después de todo lo que había pasado, quería que le fuera bien en la vida, en realidad, nunca le había deseado el mal a nadie hasta que descubrí que había estado tirándose a otra mientras yo estaba en mi casa, esperando que llegara su llamada, avisándome de que venía a mi casa o invitándome a ir a la suya, y, a decir verdad, cuando conseguí "superar" lo que me había hecho, reconocí que me había portado como una auténtica cría al desearle todos los males posibles, y quería remediarlo de alguna manera.

Ninguno dijo ni una sola palabra más, aunque él me seguía mirando a los ojos, quizá en busca de que dijera que lo echaba de menos o que aún pensaba en él, pero eso no iba a pasar, no iba a admitir delante de él que aún no o había olvidado por completo, pero, es que, ¿quién puede olvidar a la persona que le arrebató la virginidad? Supongo que nadie.

Negué con la cabeza, dejándole claro con aquél gesto que aquella conversación había acabado, para luego comenzar a caminar hacia el hospital psicológico en el que Ian me esperaba pacientemente. El sólo hecho de pensar en mi novio conseguía que yo misma quisiera alejarme de Daniel lo más rápido posible, sin perder el tiempo.

Era como si algo en mi interior dijera que si sentía su presencia unos segundos más acabaría abalanzándome sobre él.

Tímida ·Daniel Oviedo·Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu