39 | Soy estéril, amor mío.

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CHAD

Me encabronaba el rechazo de Corinne, me sentía encadenado porque ella había dejado claro que no me iba a perdonar ni iba a olvidar nada de lo que mis pendejadas habían provocado.

Era una infinita tortura lo que me hacía ella.

Creía que todo iba a mejorar si le confesaba lo de Franciscus, pero no fue así pues no dije mucho y Corinne necesitaba respuestas claras. Yo lo único que necesitaba era que ella volviera a mí, no quería perderla y no quería que su amor por Abel Leviathán creciera más. 

Al bailar One and Only de Adele me di cuenta de algo: sus ojos me miraban de otra manera. Ya no me dedicaba aquella mirada que había odiado encontrar cuando volví por ella, me había dedicado otra mirada libre de odio y rencor, y por un momento supe que quizás no todo estaba en la mierda, pero debía seguir intentando y yo era una mierda para hacer lo correcto. 

Yo jodía, arruinaba y hacía mil pendejadas en mi vida ¿Cómo podía hacer lo correcto con lo único que necesitaba en mi vida si solo servía para cagarla en todos los sentidos? 

Corinne era mi reflejo, el reflejo de mi maldad e infierno, yo no podía cambiar porque ella me representaba completamente y ambos, aún siendo destructivos, nos salvabamos. Siempre había sido así. Juntos éramos mierdas con los demás y a pesar de que en el pasado nos habíamos hecho sufrir el uno con el otro siempre habíamos dejado claro que entre nosotros nunca habría hipocresía y falsas promesas, nos habíamos lastimado, pero lo habíamos afrontado juntos. Nuestra relación se jodió por terceros, por mentiras tratando de sobreproteger al otro y malos entendidos que jamás se aclararon.

Yo la había escuchado jadear en aquel puto baño y eso me atormentaba día y noche, pero no me fui de su lado. Seguí confiando en ella y no la abandoné. Nunca lo haría.

Tampoco iba a ser un hipócrita y negar que no la había odiado porque si hubo momentos en que lo hice, pero fue porque la muy hija de perra había dejado de quererme y si bien desde el principio nunca fue fácil poder conquistarla, ahora menos. Ya me había dejado claro que no lo iba a conseguir y lo había confirmado cuando habíamos bailado y había rechazado besarme en navidad, la muy hija de su put... bien, lo aceptaba, era mi maldita culpa, pero era más de lo que me merecía.

El perro de Abel ya me tenía hasta la punta de la verga, no tenía idea si él había llegado a besarla pues Peter solo me había hecho saber que estaba enamorado de Corinne, pero si me enteraba que sí había tratado mínimamente de besarla, le iría muy mal.

—¿Cómo has estado? —pregunté al teléfono mientras me limpiaba el sudor de la cara después de haber hecho abdominales.

¡Bien papaíto! ¿Cuándo vuelves? ¡Quielo il a vel una nueva película al cine, pelo Gleis no quiele il conmigo!

—¿Qué película quieres ver, garrapatita?

¡La de la pulga! —gritó emocionado.

—¿La pulga?

Si, donde hay pelsonas que matan a otlas...

—¡Franciscus! —le grité dándome cuenta a cual película se refería. Maldito Peter, ya me las pagaría por enseñarle esas películas al niño.

Papaíto, ¿Y mamá Deyna? Me plometió complalme un muñeco de Topo Gigio en Navidad, pero no vino a velme como tú, ¿Pol qué no vienes papi? Ya quielo velte.

—Ya te dije que no le pidas regalos a ella, si quieres algo, dímelo a mí y te lo daré. ¿Abriste todos tus regalos?

Colgué la llamada después de que Franciscus dejó de hablarme de todos los juguetes que había recibido en navidad. Si bien yo no celebraba esa mierda, Grace se había quedado con él para celebrarlo juntos y yo no tuve otra opción más que comprarle mil mierdas de juguetes a Franciscus.

Al final de las llamas 2 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora