23. | No mires sus ojos.

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ABEL LEVIATHÁN

Nunca había visto sus ojos llenos de miedo, ni siquiera cuando peleábamos.

En ese momento me di cuenta de la mucha capacidad que Corinne tenía contra todos, incluso sin querer admitirlo, conmigo. Era audaz y el fuego en su mirada te dejaba claro que no debías meterte con ella.

Al ver que la mirada de mi prometida se ponía alerta y sus cejas se alzaban, volví mis ojos al lobo salvaje que había tenido presionado contra la pared tratando de domarla, pero la verdad que esa cabrona era imposible de rendir y dominar, tratando de hacerlo uno terminaba dominado por ella.

Traté de coger sus brazos y detenerla de hacer algo alarmante, pero no me dio tal autorización pues ella fue más rápida.

Sin dudarlo siquiera ya se había lanzado contra mi prometida y la había cogido de los hombros presionándola fuertemente contra el muro.

Ella jadeó ante la loba frente a sus ojos, le miraba con miedo y nunca en mi vida desde que la había conocido la había visto tan asustada.

Corinne sin duda era una mujer capaz de hacerte tener pesadillas con aquella mirada penetrante que tenía.

Le rugió algo y traté de correr en defensa de mi prometida de aquella fiera.

—Ni te atrevas, Leviathán —rugió Corinne en lo bajo con voz amenazante y me quedé quieto sin saber que exactamente hacer.

Corinne conocía a mi prometida y al parecer ésta también pues en sus ojos se notaba un aire de preocupación y nervios de tener a la castaña frente a sus ojos.

Yo no tenía idea siquiera de que asunto se trataba y por un momento pensé si también Corinne estaba muriendo de celos al enterarse que estaba comprometido y próximamente a casarme.

—¡Déjame! —rugió ella, el enojo de vernos arrepegados el uno al otro lo había dejado pasar porque al parecer aquella fiera tenía otra cosa más importante que reclamarle.

—Eres una mierda completa —susurró Corinne con voz enfurecida—. Ni siquiera puedo asimilarlo por completo, tus mentiras, tus palabras y tu amistad.... ¡¿Todo fue una puta farsa?!

—¡No tengo porque explicarte nada! —rugió ella. Llevaba el cabello rojo hecho rizos y su cuerpo estaba más notificado, era una Diosa.

—¡Tengo todo el puto derecho! ¡Lo tengo! ¡Quieras o no lo tengo y también él!

Los ojos de Corinne se lanzaron contra mí y tomó con fuerza el brazo de ella empujándola contra mí y rápidamente la cogí de sus caderas antes de que se estrellase al suelo por la fuerza que Patterson había empleado contra ella al empujarla, miré su hermoso rostro y lucía aterrada, asustada y nerviosa, Corinne sin duda sabía cómo intimidar sin hacer mucho esfuerzo.

—Patterson basta —le rugí a aquella loca—. Lárgate de aquí, no voy a permitir que le sigas hablando de esa manera a mi...

—A tu esposa ¿cierto? —la rabia le invadía y aquellas palabras las había dicho con cierta burla.

—Comprometida —gruñí molesto apretando el cuerpo de ella a mí y ésta como que se resistió.

Corinne reflexionó mis palabras y asintió aclarando sus sospechas.

Sus ojos negros me observaron de arriba abajo con cierta lástima.

—Cuando una persona se compromete siempre da la palabra de tener confianza, honor y sinceridad ante su pareja, pero ella —sus ojos se lanzaron con asco a la mujer en mis brazos— ella ni siquiera ha hecho ninguna de esas cosas contigo.

Al final de las llamas 2 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora