3. | Elliot, un veneno indefenso.

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CORINNE.

Mis ojos observaron fríamente los verdes de Gayle y sin hacerle saber que sus palabras me habían conmocionado al confesarme aquello, declaré con voz gélida:

—Quiero que lo saques.

Él arqueó su ceja sin poder creer lo que había dicho, dio un paso hacia atrás y ladeó su cabeza en señal de que todo era una maldita broma, pero no lo era.

—¿Me has escuchado cierto? —reiteró como si creyera que era una sorda—. ¡Tu hermano ha asesinado a alguien! —levantó la voz sin ser tan violento porque sabía que tenía una maldita arma y no tenía de idea como actuaba yo con una.

—Si, lo he escuchado —dije con firmeza—. Y te he dicho que lo saques —punteé firmemente.

Respiró hondo y acercó su cuerpo nuevamente al mío, su fragancia a ropa elegante inundó mis fosas nasales.

Sus dedos recorrieron mis mejillas y observó fijamente mis ojos negros.

—No puedo hacer lo que me pides, mi linda sapito —declaró fríamente en lo bajo—. Él ha matado a alguien y no puedo dejarlo libre.

—Aquella vida que ha arrebatado no importa mucho, no más que la de él susurré con desinterés.

Las cejas de Gayle se alzaron con asombro.

—¿Te has escuchado, querida mujer? ¡¿Qué clase de persona eres?! —Ahuyentó la distancia entre los dos y su boca estaba a centímetros de la mía y su dedo estaba haciendo presión en mi abdomen—. ¡Es una vida! ¡Una vida, joder!

Mi mano aún seguía apuntando el arma directo a su sien sin ningún miedo recorriéndome, y él parecía ignorar el hecho de que no me importaría mucho tirar del gatillo, no si se trataba de defender a alguien que en el pasado había protegido tanto mi vida; no si se trataba de defender a alguien de mi propia sangre, a alguien que tanto amaba.

—Soy la clase de persona que no quisieras encontrarte si deseas seguir con el pellejo a salvo —declaré con voz neutra, admirando fijamente sus ojos verdes.

Gayle acarició mi mejilla izquierda y alejándose un paso de mí mientras negaba, masculló:

—¿Puedes regresarme el arma?

Alcé mis ojos a los suyos con firmeza y me alejé del escritorio donde él me estaba presionando.

—No he escuchado una respuesta de tu parte —reiteré.

Dejé de apuntarle con el arma ahora bajándola a un costado de mi riñón, pero seguía atenta a sus movimientos porque era un policía demasiado inteligente contra alguien que solo estaba en busca de salvar a su hermano de la prisión.

—Te he dicho que no puedo sacarlo, Corinne —inclinó la cabeza hacia abajo.

—Por favor...

Respiró hondo negando a la vez.

—Desconozco el pasado de ambos; el día que te conocí no solo supe que eras alguien desalmada, sino alguien fuerte y tóxica. Eres demasiado misteriosa y no quisiera en todos los sentidos meterme contigo, no te conozco y no quisiera hacerlo, y por ello quiero que sepas que no puedo dejarlo ir, no sin saber el porqué lo asesinó.

Respiré hondo y mordiendo ligeramente mi labio inferior, murmuré:

—¿Fue un hombre?

Asintió sin ánimos y pensando que no estaba atenta a su respuesta, susurró:

—Al parecer.

Parpadeé continuamente y me alejé de él para recuperar mi puesto en el escritorio, él siguió mis movimientos admirando mis largas piernas y mi cabello dorado que caía por mi espalda.

Al final de las llamas 2 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora