13. | Condena.

24K 2.2K 1K
                                    

Observaba fijamente los ojos grandes y color miel de Elliot, sus labios rojos se encontraban entre abiertos y jadeando por los anteriores golpes que le había lanzado sin toque de suavidad. Su cuerpo era demasiado alto y musculoso, su fuerza era mucho más que la mía, pero a pesar de ello no se había defendido de mis ataques.

—Por favor, Corinne, detente... —balbuceó él con la voz entrecortada y sus grandes ojos fijos contra los míos de manera fría y distante—, no quiero hacerte daño.

—¡¿No quieres hacerme daño?! —Abrí la boca ofendida ante la estupidez que había dicho—. ¡¿DESPUÉS DE LA ASQUEROCIDAD QUE ME HAS HECHO?! —Mi labio inferior tembló.

Me lancé a él y no fui directamente a cachetadas sino directamente a su rostro con puños de acero, la rabia me invadía y mi corazón latía violentamente porque todo en mí estaba oscurecido y lleno de maldad, sobre todo odio, mucho odio. Mi hermano... aquella persona que jamás se había atrevido a mirarme de una manera tan pecaminosa ahora no solo se había atrevido a drogarme, sino a tocarme de una manera tan sumamente asquerosa.

Lo agarré con mis garras de su camiseta que se ceñía a su musculoso cuerpo y le observé fijamente mientras todo en mí dictaba aborrecimiento. Con el pasar del tiempo su estatura se había quedado en el metro ochenta y cinco y yo ya lo había alcanzado, mis tacones eran suficientes para que incluso unos centímetros me hicieran rebasarlo.

—Dime que no eras tú, Elliot, dime que todo es parte de mi imaginación y... —sentí un nudo en mi garganta que me hizo detener, pero seguía mirando sus ojos mieles con detención y piedad—. Dime que esa persona metiéndose dentro de mí no era aquel hermano que siempre me cuidó y amó con respeto, que siempre me protegió de todos. —Una lagrima agria rodó por mi pómulo izquierdo mientras mis ojos negros observaban fijamente al rubio y rogaban que lo negara—. Dime que solo fueron imaginaciones mías y no eras tú el tipo del cine.

—Corinne —su voz sonó a un murmullo, estaba siendo apretado contra la pared por mi cuerpo y se limitaba a mirar al suelo con temblor en su labio inferior—. Yo lo siento...

Mi pechó latió con mucha ferocidad.

—¡ERES UN MALDITO INFELIZ!

Lo empujé con fuerza a la pared al tal grado que gimió al estrellarse y después lo tomé de su camiseta lanzándolo a la cama sin darle oportunidad de defenderse.

—Habla, dímelo, ¿Por qué? —lo sacudí fuertemente, él apretaba los ojos y no se defendía de mi violencia—. ¡¿POR QUÉ?! ¿Siempre te gusté? ¿Desde cuando? Maldita sea, ¡ROMPISTE LA PROMESA! ¡ROMPISTE NUESTRA PUTA PROMESA, ELLIOT! —gritaba con demasiada rabia, recordando aquella promesa que habíamos jurado cuando éramos pequeños y él me había lanzado a la fuente, y él me había jurado llorando que siempre iba a cuidarme—. ¡LA HAS ROTO!

—¡Lo siento! —Fue todo lo que dijo, destrozándome el alma.

—¡¿Lo sientes?! ¡YO SIENTO TANTO TENER UN HERMANO TAN REPUGNANTE COMO TÚ! —Dejé de apretar mis garras en su camiseta que ya se había arrugado y obviamente destrozado—. ¡ME ARREPIENTO TANTO DE HABERTE SALVADO AQUEL DÍA ARRIESGANDO MI PROPIA VIDA Y LA VIDA DEL BEBÉ QUE PUDO HABER ESTADO DENTRO DE MÍ! —Mi voz se destrozó—. ME DOY CUENTA DE QUE EL CULPABLE AQUÍ NO FUI YO NI OTRA PERSONA, SINO TÚ, ME DOY CUENTA DE LA BESTIA QUE ERES Y DE LO DAÑINO QUE RESULTAS SER INCLUSO PARA LA PERSONA QUE DICES QUERER.

—¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE! —Rugió gimiendo y negándose a todo lo que le decía, sus manos temblorosas trataban de quitarme de encima, pero yo no le daba el placer al gritarle con brutalidad.

—AHORA LO VEO, LO VEO TODO DESDE UNA PERPECTIVA, EL CHICO TIERNO Y GRACIOSO TIENE FACETA DE DEMONIO, DE MANIPULADOR Y EGOÍSTA.

—¡CÁLLATE! —protestó lleno de ira y dolor.

Al final de las llamas 2 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora