Capitulo 30

215 6 2
                                    

Escuchaba murmullos muy a lo lejos, no había otro tipo de sonido que el del silencio. No había más luz en mis ojos, no había fuerza en mis piernas o mis brazos para lograr levantarme. Me fué imposible levantarme de mi lugar.
Traté incluso de carraspear mi garganta y no lo logré. Fue más el dolor que sentí que el alivio. Había algo, algo ahí que lastimaba mi escasa respiración.

Cada segundo, cada minuto, cada momento transcurrido era un punto más a favor de mi desesperación y el dolor. Era un punto menos para mi paciencia.

Sin embargo ninguna de las voces que había escuchado me era familiar. Pero traté, con todas las fuerzas del mundo abrir los ojos. A lo lejos sentí la voz más hermosa del mundo acercarse a mi cuerpo.

- Déjenme sólo con ella... -dijo. Sentí un suspiro de su parte, era casi un sollozo. Sigo tratando de moverme y no puedo lograrlo.
No escucho su voz. No siento más allá de un sutil roze de sus dedos sobre el contorno de mi rostro.

- Eres tan hermosa... pero no puedo quedarme y verte sufrir. Prefiero sufrir por mi parte y tratar de olvidar todo el daño que puedo provocarte, sólo espero que por segunda ocasión me perdones. Evelyn...

Su pequeño susurro encogió mi débil y pequeño corazón. No, no queria perderlo. Sentia un vacío muy dentro de mi pecho, era una parte rota de mi corazón pero... ¿qué?
Sentí el calor de su aliento contra mis labios. Unió sus labios a los míos y por más que traté de corresponderle no pude. Aquella era una lenta tortura, escuchaba todo, estaba presente; muy a lo lejos pero presente en todo momento.

No sabía si era de día o de noche, no sabía si estaba en mi hogar o en un hospital. Lo único de lo que estaba completamente segura es que había perdido al gran amor de mi vida y está vez no había hecho nada para detenerlo.

(***)

Ya quiero despertar, he perdido la nocion del tiempo. He perdido los días y no he tenido visitas; ni siquiera he vuelto a escuchar su voz.

- Buenos días señorita. Ya es hora de despertar. Quizá no me escuches pero tu familia autorizó inyectarte medicamentos para tratar de levantarte. Así que, esperamos volver a ver tus ojos radiando felicidad.

Fueron segundos, minutos, una completa eternidad.

Los intensos rayos de luz golpearon con fuerza mis pupilas, cuando mis ojos lograron abrirse. Mi garganta aún dolía, pero no como aquel día, pero..., mi vientre. Llevé mi mano a mi barriga, aun seguía abultada, aunque me dolía. Algo ahí me provocó un grito de único dolor. Me había desgarrado el alma.

- Mi hijo. Mi hijo. ¿Donde está mi hijo? -Grité a la enfermera cuando sentí aquel vendaje alrededor de mi cintura.

Fué un golpe bastante duro, no sentía la misma sensación que cuando había pasado mi primer trimestre. Me sentía vacía. Mi interior no era el mismo.

- Señorita le pido que mantenga la calma. Por favor, tiene una grave herida, podría hacerse más daño.

- ¡¿De qué habla?!

Grito de desesperación o quizá dolor. Es constante y palpitante el vacío y la impotencia, pero no encuentro el motivo de mi dolor. Escucho pasos acercarse a la habitación, tengo oxígeno y una intravenosa en mi mano derecha, me siento débil y ni siquiera puedo mover mis piernas. Escucho ese horrible sonido cada minuto que aún sigo postrada a esta cama.

- Inyectale un sedante. Está muy alterada, la respiración artificial le puede provocar más daño.

- ¿De qué están hablando? Déjenme en paz... ¿donde está mi novio? -susurro con pocas energias; mi voz es una combinación de tristeza y desesperación.

En sueños escuché que él, se iba. Pero, sólo imaginé que en efecto había sido un sueño. Maldición, había sido más que eso, ¿de que se trataba todo esto? ¿que estaba haciendo en una camilla de hospital? El olor a extremo desinfectante ya me había provocado demasiadas náuseas, pero aquel medicamento que corrió por mi torrente sanguíneo calmó todos mis sistemas, de alguna manera me hizo sentir tranquila. Aunque las lágrimas no pararon de mojar mi rostro, no se detuvieron ante nada.

- ¿Hija? -escuché la hermosa voz de mi mamá, sentí sus dedos recorrer el contorno de mi rostro y no había calma, no existió un momento de paz, no hubo ni una sola muestra de paz.
Sentí su tristeza y no comprendí el porque, sólo lloré. Lloré de manera incontrolable, permitiendome sacar el dolor que había cubierto por completo mi corazón.

- Hija, lo siento. Creo que nadie estaba en mejor disposición de darte esta noticia, yo tampoco me siento muy bien para decirte pero...

- ¿Pero qué mamá? -susurré con muy pocas fuerzas. Sintiéndome débil.

- Hija. Chris, se fué...

Abrí los ojos en señal de pánico, estaba asustada.

- Fué por la verdad...

- No hija. La verdad, terminó por salir a la luz y no importarle a nadie. Chris habló conmigo antes de irse; y aunque admito que lo odié al ver como se alejaba de ti cuando más falta te haría, después comprendí sus razones. Hija..., Mantén la calma. Esta es una noticia... muy... dura...

Comencé a temblar, era impotencia ver como no podía hacer nada, mi cuerpo no respondía, estaba bloqueada.

- ¿Hace cuanto se fué?

Suspiró, mientras que una lágrimas rodó por su mejilla, quiso retener su llanto y lo logró 

- Hace dos meses hija...

Abrí los ojos, mi corazón comenzó a acelerarse de manera descontrolada. No sentía nada, sólo cada vez que mi corazón parecía fallar más y más. Habían pasado más de dos meses, pero ¿y mi bebé?

Lo último que recuerdo sin duda alguna era que aquella bala fué a golpear sin piedad mi vientre. En donde se hallaba mi pequeño bebé.

- ¿Estoy inconsciente desde hace dos meses?

- Dos meses y un poco más, día y noche todos rezamos por ti, para que regresaras a iluminarnos. Por el momento, Vianey. No está, fué a vivir temporalmente a New York por las entrevistas del libro y así... se fué con Marcos evidentemente.

- Mamá. Ve al grano...

Inhala bruscamente, observandome recelosa. Con miedo, con nerviosismo. Aquel que no tardó en aparecer en mi cuerpo.

- Hija... debes de ser fuerte. Princesa, aquella bala, te provocó una grave herida, trataron de quitarla sin dañar al bebé, pero...

- ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Mi hijo! ¡No...! -grito con los ojos de lágrimas;- no lo digas mamá. ¡No me hagas daño... perdí a mi hijo...!

Me dejo llevar en caída libre, dejo que mis sentidos se hagan invisibles. Me siento impotente, me sentía vacía y rota. Mi hijo, un angelito que a partir de ahora me cuidaba desde el cielo, y Chris. Bueno, él, había perdido todo. Me perdió, desde el día que imaginó que dejarme sola en este momento era lo mejor para ambos.

Un sueño increíble. © (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora