Dieciséis.

4K 381 197
                                    

Los días habían pasado con rapidez, y con ellos, las semanas en donde Zayn permaneció reacio a compartir el mismo aire que Liam, por decir algo. El hombre más pequeño había estado persiguiéndolo por algunos días, preguntando por él en la oficina y obteniendo nada más que excusas de parte de su omega secretaria para explicar su ausencia y falta de tiempo.

Irónicamente, la situación era todo lo contrario a lo que el moreno había planeado.

Liam se había rendido finalmente, volviendo a su pensamiento de que si Zayn no quería escuchar lo que tenía que decir, entonces no le haría saber sobre la existencia de sus dos primogénitos.

Caso contrario al de su amigo, Louis se había enfrentado al alfa de orbes esmeralda con la noticia de su paternidad, tal vez un poco más brusco de lo que quería, pero no es como si hubiera tenido tiempo de ensayar las cosas.

Como había esperado, Harry no había delatado arrepentimiento, ni algo que le dijera que estaba dispuesto a compartir con el cachorro.

El haberlo previsto no detuvo a su omega de sentirse desilusionado con la respuesta del rizado:

"—Está bien, Louis, ¿cuánto es lo que quieres?

El ojiazul parpadeó repetidas veces, mirando al más alto caminar a su escritorio, abriendo y cerrando un cajón antes de sacar una libreta.—¿Qué dices?

—Si lo que dices es verdad, me ocultaste la existencia de mi primer hijo, dándolo a luz fuera del lazo y poniéndolo en riesgo. Entonces es obvio que estás necesitado de dinero para confesarlo ahora.

Y ahí se dió cuenta; aquello no era una libreta, sino una chequera. Harry pensaba que estaba utilizando a su hijo para obtener algo a cambio. Sintiendo su enojo burbujear, se giró tomando todo el orgullo que quedaba en él y salió de esa oficina. Sin siquiera dirigirle una última mirada al que pensó era el amor de su vida."

Había sido especialmente difícil decirle lo ocurrido a Kelly, pero él se lo había prometido. Ese día le había pedido a Liam pasar por los mellizos al colegio, para que él pudiera tener privacidad con su hijo; el castaño aceptó sin preguntar, lo que lo tuvo inmensamente agradecido.

Pasaron toda la tarde en actividades que él creía eran de padre e hijo, una excusa para aplazar lo inevitable. No fué hasta que se encontraron sentados en una banca en el parque, comiendo un helado que habían comprado recién, que sus planes se vieron destruidos.

Su mejor apuesta.Where stories live. Discover now