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          NARRADO POR MEG

Abrí los ojos un poco. Sentía como si me estuvieran martilleando la cabeza, aún estaba un poco aturdida. Miré al frente, ¿Donde estaba? La sensación de pánico me inundó, no me acordaba de nada.
Me levanté rápido, cuando puse los pies en el suelo, la cabeza me dio vueltas y se me nubló la vista.
Escuché un golpe, después unos pasos correr hacia mi.

- Meg- escuché la voz de... ¿Milo? Me puso boca arriba y abrí un poco los ojos.

- ¿Estás bien?.

- ¿Dónde estoy? - susurré.

- En mi casa, ven, te ayudaré a levantarte. - cogió mis manos y poco a poco me levantó. Me dejó sentada en el borde de la cama.

- Necesito un vaso de agua, presiento que voy a deshidratarme - toqué mi cabeza.

- Si, por favor, no te levantes, sería importante que no te abrieras la cabeza con un mueble - Yo asentí y Milo salió rápido de la habitación.
Cerré mis ojos un momento, me sentía mal. Mi vientre parecía que iba a explotarme. Milo no tardó en llegar con un vaso de agua, me lo bebí poco a poco.

- Tengo frio - dije dándole el vaso.
Milo dejó el vaso en la mesilla de noche y abrió su armario, sacó una sudadera gris. Me la dio y me la puse, después me dio unos calcetines.
- Necesito ir al baño - él asintió. Me llevó a la puerta del baño.

- Estaré en la cocina, si necesitas algo... - yo asentí. Cerré la puerta y miré mi rostro en el espejo. Hice una mueca. Me apoyé en el lavabo, estaba pálida, mi lápiz de ojo estaba un poco corrido. Me hice una cola con la goma que tenía en mi muñeca y me lavé la cara.
Me miré, ahora estaba un poquito mejor. Me enjuague la boca, cogí un poco de pasta de dientes echándomela en el dedo, después me lavé los dientes con mi dedo, bueno, algo era.
Salí del cuarto de baño y me dirigí a la cocina. Allí estaba Milo preparando el desayuno.

- ¿Te gusta la leche? - me preguntó. Asentí. - Bien - puso unas tostadas en un plato. Colocó el vaso de leche y las tostadas en una bandeja. - Vamos al salón - pasó por mi lado.

- ¿Que me ha pasado? - me senté en el sofá.

- Bueno, te drogaron - se encogió de hombros.

- Ah, ¿Me drogaron? Y me lo dices tan tranquilo, como si fuera algo normal.

- Mmm... si - encendió la televisión. - ¿Cómo quieres que te lo diga? – Negué con la cabeza.

- ¿Cómo me drogaron?

- En la bebida - cambió de canal.

- Oh - fue lo único que pude pronunciar, pues vaya suerte la mía. Cogí mi vaso de leche y bebí un sorbo, después mordí una tostada.

- ¿No vas a preguntar quién te drogó? - me miró. Lo miré, no pude contestarle por que tenia la boca llena. Tragué y bebí un poco de leche.

- ¿Sabes quien fue? - el asintió. - ¿Quien?

- Tu querido ex-novio - rodó los ojos.

- ¿Zac? - abrí la boca en forma de O.

- Así es.

- ¿Como sabes que fue él? – pregunte curiosa.

- Por que el te puso la bebida.

- ¿Pero cómo consiguió Zac droga .Si él no hace eso - negué confusa.

- Alguien se la vendería - se encogió de hombros.

- Soy una desgraciada - suspiré- Vaya día de San Valentín.

- Si quieres podemos celebrarlo hoy - me miró con media sonrisa. Rodé los ojos y mordí mi tostada.

- ¿Y por qué me ayudaste? - le pregunté.

- Bueno - se tocó la nuca - No iba a dejar que nadie te hiciera daño, no soy tan malo Meg. - lo miré

- Por cierto, mi prima me llamó, y me contó como eras en la cama, parece que quiere repetir - bebí.

- ¿Te lo contó? ¿Y qué te dijo? – preguntó interesado.

- Que eras muy bueno. – sonreí.

- ¿Y no quieres probarlo por ti misma? – alzó una ceja en mi dirección.

- No, creo que prefiero quedarme con la duda - le sonreí. - Con mi prima, Milo - hice una mueca y me estremecí. Él rió. La puerta de casa se abrió, la escuchamos cerrarse y por la puerta apareció Ryan. Su ojo estaba morado y su labio echaba un poco de sangre.

Miles de preguntas se agolparon en mi cabeza. ¿Qué le había pasado a Ryan? Iba a preguntarle cuando Milo se me adelantó.

- ¿Que te ha pasado? - preguntó levantándose.

- Nada importante - se encogió de hombros - ¿Podemos hablar Milo? - este asintió y ambos se encerraron en la cocina. Pues muy bien. ¿Por qué tanto secreto? Eso me mataba. Terminé de beberme la leche que me quedaba y fui a vestirme.
Me miré al espejo, ya estaba vestida, me fijé en mi cuello, entrecerré los ojos y me acerqué más, había una pequeña marca morada. ¿Quien había sido? En ese momento Milo entró.

- ¿Sabes algo de esto? - dije señalándole mi cuello horrorizada. Milo entrecerró los ojos y se acercó a mí.

- Pues no - se encogió de hombros.

- ¿No has sido tú?

- ¿Por qué iba a ser yo?

- No lo sé - negué con la cabeza. - Gracias por ayudarme ayer - me puse la chaqueta - Te debo una.

- Lo tendré en cuenta - lo miré. Cogí mi bolso y los tacones en mi mano.

- ¿Que le ha pasado a Ryan? - le pregunté antes de salir de su habitación.

- No te interesa - se encogió de hombros. Junté mis labios en una fina línea.

- Como digas - murmuré. Salí de la habitación y me encontré con Ryan.

- Adios Ryan, cuídate.

- Gracias Meg- sonrió poniéndose un poco de hielo en su labio inflamado. Abrí la puerta de casa. Antes me paré y vi a Milo parado en el pasillo mirándome.

- Eres muy confuso Milo.

- No volveré a molestarte. - Dando un suspiro salí y cerré la puerta. ¿Y ahora qué?
Milo cumplió lo que dijo, no volvió a molestarme.  

Hacerte creer « Milo Manheim, Meg Donnelly » Where stories live. Discover now