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Ni siquiera me habia dado cuenta de que habiamos llegado a casa hasta que Ryan no paró el coche. Abrí un poco los ojos, me habia quedado dormida.

- Voy a casa de Samantha - escuché la voz de Ryan.

- Esta bien bro. Dale duro - rió entre dientes.

- Lo haré Manheim. Me incorporé un poco para salir del coche.

- Hey, no te preocupes - dijo echandome hacia su hombro de nuevo. Escuché la puerta del coche abrirse, Milo salió conmigo en brazos. Me aferré más a él al sentir el frio del amanecer. Ryan nos abrió la puerta del portal y entramos.

- Puedes bajarme - dije cuando estabamos esperando al ascensor.

- No hace falta - entró en el ascensor y le dió al dos.

- ¿Por que? - pregunté.

- ¿El que?

- ¿Por que te portas así conmigo? - solté. - Digo, tan amable.

- Le prometí a tu madre que no te pasaria nada - se encogió de hombros.

- Ah - murmuré. Salimos del ascensor. Y me bajó en mi misma puerta. Me tambaleé un poco y Milo me sujetó por el codo.- Gracias .

- ¿Quieres desayunar? - dijo abriendo la puerta de su casa.
Sonreí.

- Claro, voy a ponerme comoda y voy - le sonreí. Aunque por dentro me estaba muriendo.

- Vale, te espero - entrò. Abrì la puerta de casa con cuidado de no despertar a nadie, me quite los tacones y cerré la puerta con cuidado.
Fuí a mi habitación, dejè el bolso y los tacones y fuì a la habitación de mi madre.

- Mama - le susurrè. Ella abrió un ojo - Ya estoy aqui. - Ella asintió y mirò la hora. Salí de su habitación volviendo a cerrar la puerta. Ella salió y se dirigió al servicio.
Me quedé pendiente para avisarle de que iba a desayunar a casa de Milo.
Me quité el vestido y las medias, me puse una camiseta blanca ajustada, unos leggins negros y los tenis deportivos.
Escuché la puerta del cuarto de baño abrirse. Abrí la puerta de mi cuarto y llamé a mi madre.

- Mamá, ¿Puedo ir a desayunar a casa de Ryan y Milo? - le pregunté.

- ¿Estas loca? Acuestate.

- Hemos comprado el desayuno, por eso mamá.- mentí.

- Es muy tarde, tienes que dormir.

- Lo haré después.

- Haz lo que te de la gana. - dijo enfadada y volvió a su cuarto. ¿Eso era un sí o un no? Me encogí de hombros, entré al cuarto de baño, parecía un zombi. Me lavé la cara y me desmaquillé, después me lavé los dientes. Me arreglé un poco el pelo y me eché un poco de rímel para no parecer una muerta. Antes de salir de casa cogí el móvil y las llaves. Di tres toques a la puerta de Milo. Tardó unos segundos en abrir. Una sonrisa se formó en su rostro.

- Pensé que no vendrías - dijo dejándome pasar. El también se había cambiado, llevaba unos pantalones deportivos grises y una camiseta negra.

- No dejaría pasar una invitación a desayunar. - sonreí. Ambos nos dirigimos a la cocina, un olor a chocolate inundaba la cocina. - ¿Has hecho chocolate? - dije asomándome a una cacerola.

- Si - dijo poniendo dos tazas en la encimera. Cogió la cacerola y llenó las tazas, poniéndolas en una bandeja. Después cogió dos Muffinns y también los puso en la bandeja. La cogió y lo seguí hasta el salón en silencio.
Dejó la bandeja en una mesita que había en frente del sofá, me senté a su lado, aunque separada de él, para mantener distancia. Estar cerca de Milo me ponía nerviosa. Cogí mi taza de chocolate y le di un sorbo.

Hacerte creer « Milo Manheim, Meg Donnelly » Donde viven las historias. Descúbrelo ahora