–No me molesta que llegues tarde, me molesta que no contestes el celular –

La puerta cerrada les dio aquella intimidad: si es que a eso le  podían llamar así.  

–¿Te preocupaste por mí? – ella pregunto muy suave.

–Los niños preguntaron por ti – él corrigió de la misma manera.

–Me disculpare con ellos mañana pero esta noche ¿Quieres que haga algo por ti? – pregunto con un  juego de palabras y una llamada silenciosa al “sexo de reconciliación”.

–Sí…  la verdad es que olvide apagar la luz del baño, gracias – dijo él con simpleza.

Louis le adivino las intenciones que no eran mutuas.

–¡No estoy hablando de eso Louis! –Se quejó abiertamente.

–Eleanor vamos a dormir – suplico Louis.

–En una hora – Ella le miro con ojos suplicantes, buscando espacio por encima de sus rodillas, casi arriba sobre su regazó, las  manos de él estaban quietas en las sabanas, observándole y manteniéndose al tanto, solamente ella trabajaba y aunque compartían la cama, él necesitaba de algo más.

Mientras la tenía encima, y le siguió la corriente, se dijo a si mismo que era injusto pensar en  él pero lo necesitaba. Eleanor le incito a que tocara su vientre plano pero él buscaba en esa piel unos buenos bíceps. Ella olía a fresas y recuerdos. También olía a casa y estar a salvo  pero eso era todo. Ni deseo, ni peligro, ni posesión, ni locura y por más que el beso fuera fluyendo a él le hizo falta otros labios y otra piel. ¿Tan mal se veía esperando la risa contagiosa de su amante?

Apenas se dio cuenta de lo que estaba haciendo, Louis la acostó con habilidad  y beso sus labios con desdén. Cálido pero también helado. Busco el edredón y la cubrió del frio para apartarse de forma inteligente y apagar la luz. Cuando Louis se dio la vuelta, con intenciones de dormir al fin, bajo las sabanas, ella encontró calor aferrándose a la desnudez de la espalda de su esposo y por esa noche fue lo único que obtuvo de Louis.

*

Su alarma sonó a las seis de la mañana y salió de su cama sin despertarla. Iba a ducharse apenas para ser sinceros durmió muy poco pero él no se quejaba. Luego busco vestirse y la corbata vino tinto que combinara. Se aseo la boca, consiguió gustarse en el espejo, se perfumo y volvió a la habitación por los zapatos. Movió un poco a Eleanor para despertarla.

–Ya me tengo que ir – le aviso.

–Pensé que me despertabas porque hiciste el desayuno – apenas y entendible dijo.

–Otro día – agrego Louis para besarle la mejilla y abandonar la habitación con urgencia.

Repitió la rutina con sus hijos y prometió volver a estar a tiempo para la cena aunque ellos estuvieran dormidos y no pudieran del todo, escucharle.

*

Mientras conducía camino al edificio de Harry se descubrió una sonrisa en el espejo del auto; cada día, la culpa, el remordimiento y la angustia iban disminuyendo. Ya no sentía miedo mentir por él.  Espero cinco minutos aferrado al tiempo para verle bajar el edificio como ayer pero pasaron veinte minutos y él chico no llegaba. Salió del auto, dispuesto a hablar por teléfono y localizarle.

Cuando Harry no contesto no supo que pensar. Miro su reloj de pulso y pasaban más de las siete. Era tarde. A esta hora probablemente la clase ya habría iniciado. Sin perder más el tiempo,  cerró el auto, subió el edificio  y golpeo a su puerta.

– ¡Harry! ¡¿Harry?! –

Sus ojos verdes se abrieron de golpe, al salir de la cama busco desesperado su móvil por entre las sabanas tras comprobar la hora junto con  dos llamadas pérdidas de Louis, busco lo que sea para cubrirse y a pasos temblorosos casi cayéndose de sueño le quito el cerrojo a la puerta. Cuando lo vio, el hombre suspiro frente a su puerta. Harry intento sonreírle como disculpa pero la misma presencia de Louis lo hizo despertarse de inmediato. Deseo estar vestido con algo más que esa toalla rodeándole la cintura, o tal vez no. Se hizo a un lado para dejarlo pasar.

El Ruido de tus Zapatos (Larry Stylinson)Where stories live. Discover now