『Capítulo 42-1』

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Una vez que Yael se va, me quedo en el cuarto mirándome en el espejo que tiene allí. Una camisa blanca con pequeñas flores lila y la falda marrón claro hasta los pies es la que me viste. Acompañado de unos zapatos chatos de Yael que no se ven a menos que camine. Una saquito blanco que había en la maleta y el cabello liso es lo que completa mi look. Me siento rara mirándome en el espejo. Soy yo, y no soy yo. Paso la mano por mi rostro, acariciando mi mejilla hasta llegar a la papada de piel falsa que está tan perfectamente adherida a mi piel que parece de la misma. La camisa es a la medida de mi cuerpo artificial, sin el traje puesto la camisa me quedaría suelta. Tanto que debería arremangarla y el bajo taparía mi trasero. Mi abdomen falso es muy abultado, se asemeja a la panza de una persona de más de cien kilogramos, y está tapada a la mitad por la cintura alta de la falda que se amolda perfectamente al relieve del cuerpo. La falda no se pega al cuerpo, cae suelta, amorfa, sin gracia.
No me detengo tanto en mis pensamientos ya que oigo el sonido de la voz de la madre de Yael llamarme, para tomar unos mates. Salgo de la habitación cerrando la puerta a mis espaldas y camino por el pasillo hasta el living-cocina-comedor de la casa. Ella se encuentra sentada en el sillón color carbón que hay allí, está un poco gastado por los años pero sigue siendo cómodo. Frente a ella se encuentra el sofá del mismo juego de sillones. Opto por sentarme en el sofá y la observó prepararme un mate dulce.

—¿Cómo se encuentra señora Marta?

—Muy bien Leyla, ¿Y tú? ¿Cómo va la escuela? —Indaga mientas me alcanza el mate. Acomodo la bombilla y le doy un sorbo lentamente con cuidado de no quemarme la lengua.

—Muy bien la verdad, en ambas cosas. La universidad es un poco agobiante pero lo manejo bien.

—Me lo imagino, Yael hay días en los que encierra a estudiar para los parciales. Tus padres deben estar orgullosos de que hayas terminado la escuela. Más como están las cosas ahora, la mayoría de los adolescentes no terminan la escuela por meterse en otros compromisos.

—Gracias señora, si. Estoy segura de que están orgullosos de mí —le sonrío amena. Ella es una mujer tranquila, amable y muy trabajadora. Teniendo en cuenta que sacó a sus hijas adelante después de que su marido terminara preso luego de casi matarla a golpes días después del nacimiento de Yael. Es una historia de la que poco sé, y tampoco me gustaría indagar en estos momentos para no matar el ambiente.

—No debe caber tanto orgullo en ellos si sienten lo mismo que yo por mis  hijas —me guiña un ojo y no hago más que sonreír. La verdad es que es una buena mujer. Espero que encuentre a alguien que la valore.
Recordando algo me pica la curiosidad, y con sumo respeto me atrevo a preguntarle.
—¿Puedo hacerle una pregunta indiscreta Señora Marta?

Ella abre los ojos y pasándome un mate parece sopesar mi petición. Termina por asentir con la cabeza.

—Claro Leyla, dispara. Estamos en confianza.

—¿Está de novia con Frank? —la pregunta me sale así, fugaz. La tenía en la punta de la lengua y por más de que intenté sacarle información a Yael poco y nada sabía también. La señora Villalba, se pone nerviosa. Tanto así que sus mejillas adoptan el color tan peculiar del sonrojado. Se me hace una escena tierna de ver. Ya que algún sentimiento despertó en ella. Le doy un último sorbo al mate y se lo tiendo.  Ella lo toma entre sus manos y lo observa un rato. Finalmente responde.

—Aún no —murmura. Se que le es difícil, después de todo Frank sigue siendo el hermanastro del padre de sus hijas. Y ella es una mujer chapada a la antigua.

—Eso quiere decir que hay algo —festejo frotándome las manos como el señor Burns y hago que me mire con diversión.

—Qué niña eh —chasquea la lengua— en fin, creo que dentro de poco vamos a formalizar.

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