—Lo siento por él —intento disculparme—. No es nada personal, es simplemente un poco desconfiado con las personas, eso es todo.

Adam sonríe genuinamente. —No te preocupes por eso, yo también me pondría como loco —se ríe—. Pero, no quería hablar contigo a solas para hacer un movimiento y que cayeras rendida a mis pies —bromea—. Aunque eso no estaría mal —me sonríe—. He estado cargando tu móvil, dejándolo prendido por si acaso llamabas para venirlo a buscar y eso —asiento, insegura de a donde se quiere dirigir—. Y cada vez que alguien llamaba, o mandaba un mensaje, aparecía en la pantalla —asiento nuevamente, esta vez, ya adivinando donde se dirige—. Y no quiero asustarte, Lali, me has caído bien y todo eso, pero ha habido muchos mensajes amenazantes, incluso llegaron a llamar un par de veces, y sabía quién era yo, todo de mi vida. Yo contestaba por si acaso eras tú, pero el hombre que llamaba no parecía muy contento que yo tuviera tu móvil. Al principio supuse que sería tu novio celoso, o alguna tontería de esas, pero... —se rasca la cabeza, incomodo—. El otro día, entraron en la casa. Estaba todo destruido, hecho polvo. La policía dijo que era un robo, y lo dejaron ahí, pero lo extraño es que todas mis cosas, cosas de valor, estaban en su lugar, no faltaba nada. Al día siguiente recibí, o recibiste, un mensaje que decía que no te podías esconder más, que ya sabía donde estabas. Por suerte, estamos en un barrio privilegiado, con cámaras de seguridad en todos lados, así que, en un par de días, vamos a tener las grabaciones, y todo eso. No entraron por nosotros, entraron a por ti, así que si quieres te mando los vídeos, y quizás tu puedas localizar a la persona que vino en tu búsqueda.

Asiento, procesando todo, aunque ya tengo la idea de quien vino. Miro a Andrew, sintiéndome culpable por lo que tuvo que pasar por mi culpa. Como todos los demás que están en mi vida. Siempre sufriendo por mi culpa. —Si, gracias. Lo siento —tartamudeo un poco, no sé qué decirle primero.

Me entrega mi móvil. —¿Me das tu número? —pregunta, nervioso.

Se lo dicto no queriendo pensar en que en tres días voy a cumplir veintiún años. Esos son previos avisos de advertencia que me hace David, hasta que haga el último movimiento en mí. Y ahora, más que nunca, no es justo dejarles pagar a terceros, algo que tiene que ver conmigo. —De verdad, lo siento, Andrew —digo, apenada.

—No lo hagas, estoy preocupado por ti... —su voz se va apagando a medida que habla.

La presencia de Peter es palpable en el ambiente, y se posiciona detrás de mí, rodeándome con sus brazos fuertes. —Creo que he sido un buen chico, y ya has tenido tiempo suficiente para hablar con él —susurra en mi oído. Miro a Andrew, sin saber si lo habrá escuchado o no, pero no muestra señales de que lo ha oído, en caso de haberlo hecho.

—Tenemos que irnos —le digo a Andrew, mientras me salgo de los brazos de Peter, y le doy la mano a Andrew, incomoda, sin saber que hacer—. Muchas gracias por todo —le sonrío, y me devuelve la sonrisa.

Andrew se despide de nosotros, incluso de Peter, que éste le lanza un gruñido en señal de adiós, y salimos por la puerta, de vuelta al coche.

—Has sido muy grosero —lo acuso, una vez estamos dentro del vehículo.

—No me gusta ese tipo —su respuesta es vaga.

Bufo, incrédula. —Peter, no me conocía de nada, y me devolvió el móvil, incluso después de que tardara una semana en venir a buscarlo. Yo creo que eso dice mucho como es como persona.

—No te lo devolvió por ser buena persona —se mofa—. Había interés de por medio, créeme.

—Interés o no, podrías haber intentado ser un poco más amable con él.

MineWhere stories live. Discover now