La miro directo a los ojos, pero no digo nada. No pronuncio palabra alguna. Solo espero a que ella suelte lo que sea que tiene atorado en la garganta.

—¿De verdad está comprometido? —pregunta, al cabo de unos instantes que se sienten eternos.

—Él dice que no —no pretendo sonar amarga, pero lo hago de todos modos.

—¿Y tú le crees? —pregunta, con aire enigmático.

Asiento, a pesar de que seguramente cree que soy una estúpida por hacerlo.

—Ahora lo hago —digo, con la voz enronquecida por las emociones.

En ese momento, la mirada que Nicole me dedica es tan aprehensiva como dulce y eso no hace más que estrujarme el corazón.

—Estás enamorada, ¿no es así? —suena... ¿pesarosa? —. Estás enamorada de Gael.

El torrente de emociones que se arremolina en mi pecho es tan intenso ahora, que no puedo contenerlo. Que no puedo hacer nada para evitar que los sentimientos se me desborden por los poros.

No respondo. No me atrevo a hacerlo...

Me limito a quedarme aquí, tratando de absorber su afirmación, mientras el mundo entero gira con violencia y se acomoda de una manera diferente. Una que me hace sentir completamente fuera de lugar.

Los ojos de la mujer frente a mí se llenan de algo que no logro descifrar del todo. De algo que raya entre la lástima y el anhelo, y me siento avergonzada. Me siento... expuesta.

—¿Te lo contó ya? —dice y el tono triste que utiliza me estruja el pecho.

—¿Sobre su pasado? —digo, en voz baja—. Sí. Lo ha hecho y...

Ella niega con la cabeza.

—No —me interrumpe—. Acerca de lo que está pasando. Acerca de Luciana...

Es mi turno de sacudir la cabeza en una negativa.

—¿Sobre Luciana? —balbuceo—. ¿Qué hay con Luciana? No entiendo...

Algo oscuro y desgarrador baña la mirada ambarina de Nicole —esa que es idéntica a la de su hijo— y enmudezco por completo.


—¿Puedo darte un consejo, Tamara? —dice, al cabo de unos instantes de completo silencio.

—Sí... —digo, con un hilo de voz.

—Nunca, por mucho que estés enamorada, aceptes las migajas de alguien más. Nunca, por mucho que las circunstancias se presten para ello, permitas que un hombre te esconda cosas —sus palabras me queman por dentro, pero no digo nada. Al contrario, me quedo completamente estática mientras la escucho continuar—: Mi hijo tiene mucho qué resolver. Tiene una carga inmensa sobre los hombros de la que debe deshacerse si quiere ser feliz de una vez por todas. No dejes que te arrastre a su mundo. Él tiene una batalla que lidiar, una con la que ni siquiera yo estoy familiarizada del todo, y tú no puedes estar en medio. No permitas que te ponga en medio.

—Y-Yo...

—Gael es un romántico empedernido —Nicole me interrumpe—. Gael es un hombre soñador, que ama con fuerza. Un hombre que es capaz de ir al mismísimo infierno por aquellos a los que ama... Y es por ese motivo, que tienes que dejarle pelear sus batallas. Porque va a llevarte al mismísimo infierno si te quedas a su lado en este momento.

No puedo responder. No puedo hacer otra cosa que no sea mirarla fijamente.

—Y quiero que quede bien clara una cosa: A mí todo esto —hace un gesto en dirección al hotel y al vestido que lleva puesto—, no me importa. No me interesa... Quiero que quede bien claro que no hablo con el afán de alejarte de él, como, supongo, mi ex marido hace. Lo hago con la intención de abrirte los ojos. De hacerte ver que, por mucho que yo quiera que mi hijo sea feliz con una buena mujer, ahora mismo no es tiempo para que él trate de hacerlo. Primero tiene que arreglar otras cosas. Así que, Tamara, te aconsejo, por tu bien y el de tus sentimientos, que dejes que mi hijo gane su batalla... O, en su defecto, que la pierda. Que le permitas resolver el caos que tiene alrededor, antes de que lo aceptes en tu vida.

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Where stories live. Discover now