1. El Tiempo de la Luna

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NOVELA "El Tiempo de la Luna"

de

Vanessa Navarro Reverte

Primera Parte

Luna Menguante

Capítulo 1. El Tiempo de la Luna

El plenilunio marcó el comienzo de la cuenta atrás para el pueblo; hasta entonces, solo los niños habían creído las historias del loco Max. Esa noche, sin embargo, la sibila tuvo una visión.

Nacida con el don de la presciencia, la sacerdotisa Kyrin era considerada una elegida de las deidades. Su voz predecía la lluvia y la sequía, la hambruna y la época fértil, las venturas y las desdichas. Con los años se había convertido en la única persona imprescindible para la comunidad de FensalTöunn. Los integrantes del Consejo cambiaban, pero ella permanecía. Nunca había errado una profecía, puesto que los dioses jamás habían jugado con su entendimiento. Por ello, cuando les expuso el sueño, los gobernantes se estremecieron.

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 Es noche cerrada, mas no reinan las tinieblas. Una luz antinatural nos envuelve. Hay muros que semejan hematites al reflejarla. En los establos los caballos relinchan y piafan, inquietos. Algunas casas están cerradas con tablones y cerrojos improvisados en ventanas y puertas. Sé que hay familias adentro, en silencio.

 No obstante, la mayoría de los habitantes nos encontramos en la vía principal, agrupados y dispuestos a huir presurosos hacia el santuario de la falda de la colina. Al otro extremo, en la empalizada, los guerreros que han sobrevivido a las batidas se encuentran armados y en formación. También el alcalde y sus notables se hallan al raso. Nadie duerme. Todos esperan. La claridad se intensifica, helada como el corazón de la luna que la pare. Como los ojos del monstruo.

 El tiempo ha perdido su significado. Pueden haber pasado minutos u horas. Pero nadie duerme. Y todos esperan.

Entonces se oyen chillidos; provienen del ganado que se encuentra en los pastos circundantes. Los alaridos se vuelven casi humanos y nos despiertan de nuestro estupor. Por encima de la matanza se escucha un rugido que llena la vía de expresiones aterrorizadas. Es el sonido que debe escucharse al cruzar el umbral del infierno.

 Los guerreros se preparan; los demás retrocedemos.

 ¿Por qué nunca escuchamos al pobre loco?

 La criatura que se para en la zona exterior de la empalizada pertenece a la esencia de las pesadillas.

 Recuerda a un lobo, pero su cuerpo es más corpulento, de proporciones desmesuradas, oscuro como las sombras. Llamas argénteas ocupan las cuencas de los ojos. Las fauces son descomunales y todos sus dientes —más que los que cualquier criatura creada por los dioses debería tener— son colmillos. Su lengua supura fuego líquido y espuma. Contemplarlo es suficiente para abjurar de la bondad de la naturaleza.  Los demás no logran verlo con detalle. Yo sí. Los soldados también. Uno reza. Otro maldice. Otro se orina. El más joven no resiste y abandona la posición. El engendro gira pesadamente en un círculo de polvo. No existen palabras apropiadas para describir sus garras: filos de espada aparecen y desaparecen de forma intermitente en la correosa piel. No hay lobo en esta tierra que posea unas zarpas similares.

 Max lo llamaba el Úlfhéðinn, «El que Devora hasta que su Tiempo se Cumple».

 La bestia ataca.

El Tiempo de la Luna (Borrador. Fragmento)Where stories live. Discover now