21. Los Desertores (1) . Comienzo de la 2ª Parte.

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2ª PARTE. LUNA CRECIENTE.

Capítulo 9. Los Desertores.

El Jarlsungr Baldred había convocado una asamblea extraordinaria. Además de los habituales miembros del Consejo y de los jefes de los clanes de la Borgtöunn, representantes de las principales localidades del Süddeth, el Süddwesth y el Middsüddeth habían sido llamados a SkallsüddethFort, el Castillo Sjuld, donde atenderían la asamblea en la Casa Comunal.

A pesar de su nombre, esta «casa» era en realidad la torre principal de la fortaleza, llamada así en homenaje a las viviendas tradicionales que habían alojado a los nobles en el continente y que aún era típica entre los Holdungr o familias poderosas. Al igual que el resto de Skallsüddeth era sólida y sobria, de gruesos muros, sin concesión a artificios. Gran parte del castillo ya estaba erigido cuando las Tribus Unidas conquistaron la isla y había sido el Konungr Roderick, el Único Rey, el que había entregado aquella posesión a los Sjuld tras nombrar a Baldred Gran Jefe y a Eskolaff Sumo Sacerdote. El Unificador, además, había enseñado a los hombres nuevas artes para edificar, enseñanzas que habían mejorado las condiciones de vida y habían calmado sus tendencias nómadas. Aun así, en Fjalley no abundaban las edificaciones gigantescas como las que las tribus habían presenciado en algunos territorios enemigos en su época de vagabundeo por el continente. Las construcciones más relevantes eran los castillos en los que habitaban los Jarlsungr, con las ciudades fortificadas, las Borgtöunn, alrededor, y el Gran Templo. En otros tiempos, el Castillo del Konungr había destacado sobre todos, antes de su decadencia tras la muerte del Rey. Asimismo, en el Nördwesth había resaltado SkallwesthFort, sobre el que también se había abatido la desgracia años atrás. Ambos lugares se consideraban ahora malditos y las gentes los evitaban, dejándolos agonizar bajo el peso de la desidia y el olvido.

A pesar de que las nuevas técnicas habían prevalecido y se habían transmitido de padres a hijos, una parte de la torre seguía manteniendo el diseño antiguo de las casas comunales: la sala común. Esta ocupaba todo el perímetro de la torre y estaba dividida longitudinalmente en dos partes por unas columnatas en las que había esculpidos intrincados dibujos referidos a los dioses, a batallas y a símbolos relativos a la nobleza. Una de las partes se destinaba a las fiestas y banquetes y estaba amueblada con largas mesas y bancos de madera. La otra parte se hallaba libre de muebles, pues estaba consagrada a las asambleas de relevancia, en las que la mayor parte de los asistentes permanecía de pie. Sendos pebeteros brillaban permanentemente en cada una de ellas con un fuego sagrado dedicado a los Aelenir, mantenido por los esclavos. Pequeñas ventanas recorrían la pared y permitían a la luz entrar, aunque a lo largo de la estancia se podían ver, asimismo, multitud de antorchas y velas. Al norte de las dos mitades se elevaban una peanas de madera ricamente tallada y, en ellas, el lugar de honor, el sitial del Jarlsungr. En la zona dedicada a los festines la peana era más grande y albergaba además una mesa y otros asientos para la familia del Gran Jefe y los invitados a los que se quisiera honrar. En la zona para los menesteres políticos solo se alzaban el sitial y dos puestos honoríficos: uno a su derecha, para el heredero aparente y otro a la izquierda, para el Sumo Sacerdote del Culto si este era convocado. En ausencia de este o mientras el heredero no alcanzara la mayoría de edad, la esposa del Jarlsungr, o el Holdungr de la Borgtöunn ocupaban uno de los lugares.

En aquellos momentos, la peana se hallaba aún vacía, aunque todos los  convocados ya se encontraban en la sala y el muro se mostraba repleto de espadas, escudos y hachas de guerra, puesto que, a pesar de que a los seguidores del Jarlsungr se les permitía la entrada con estos pertrechos más allá del vestíbulo, debían despojarse de sus armas una vez en la habitación. En la pared del extremo norte se podían apreciar algunas de las piezas más exquisitas del armamento del propio clan de los Sjuld. Cerca de estas, de pie a la izquierda de la peana, estaba el Holdungr Jarrardsoh Sjuld, la segunda autoridad de la zona y, junto a él, los Mayores, el sacerdote y sacerdotisa que seguían al Sumo Sacerdote en importancia dentro del Culto. A la derecha, un tanto retirados en un intento de pasar desapercibidos, los enviados del Gran Jefe Ulav hablaban entre sí malhumorados y gesticulaban con una mezcla de soberbia y nerviosismo.

El Tiempo de la Luna (Borrador. Fragmento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora