27.El Regreso al Hogar (3)

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—Has tenido suerte de llegar de una pieza, Alkest. No son estos tiempos de aventuras en el Westh, pues el miedo y la confusión reinan en él. A cada momento escuchamos una nueva historia: los ferales asaltan los pueblos y se alimentan de cadáveres; los brujos han maldecido la zona; el Jarlsungr Ulav ha perdido la razón y quiere ejecutar hasta al último de sus vasallos; por las noches arden hombres en las piras para aplacar a los Aelenir; el nuevo hijo del Jarlsungr es un monstruo con ojos de plata; una bruja dirige a los guerreros del furor a lomos de un perro gigantesco...Cada historia es más extraña que la anterior.

Geir movió la cabeza con preocupación y apuró la cerveza del cuerno mientras acomodaba su corpulencia en la banqueta. Al otro lado de la mesa, Aidan escuchaba y bebía su cerveza a sorbos, inquieto por el rumbo del diálogo.

El día anterior había estado compartiendo anécdotas del viaje con el posadero y con Helga. En ningún momento les había explicado el verdadero motivo de este, disfrazándolo de una aventura para adquirir experiencias y probar su valía. Otra media verdad. A Aidan no le gustaba mentir, pero desde que su madre y él huyeron de FensalTöunn habían tenido que ocultar información e inventar muchos embustes. Los Viredd pensaban que procedía del clan «Alkest» y, si les había resultado extraño que un nombre propio se usara también como nombre de familia, no habían hecho comentario al respecto. No habían recibido noticias de los Sigg desde hacía cuatro años, pero encontraban prudente evitar ser relacionados con ellos.

—Lo cierto es que el Westh está en guerra; somos un pueblo que bebe del pecho materno el amor por las batallas, ¿verdad, Alkest? —Geir continuó—. Tú aún tienes que afilar los dientes, pero yo tengo la mitad de esta oreja y cicatrices que asustarían a un alquimista para recordar dos guerras. Todavía puedo sentir la emoción de la Conquista cuando llegamos a Fjalley en pos del Konungr Roderick; la Guerra Civil fue otra cuestión, ver que tus hermanos se vuelven enemigos y traidores es triste, pero logramos mantener la hermandad de las Tribus Unidas. Casi morí a causa de mis heridas, así que decidí asentarme y montar esta posada. Más tarde los Jarlsungr convocaron a sus mejores hombres para combatir a los clanes de los Oscuros: allí no participé, no necesitaban posaderos achacosos. ¿Cuánto tiempo ha pasado de aquello, cinco, seis años? Ahora el cuerno de guerra vuelve a llamar a nuestras puertas. Quién es el auténtico enemigo, esa es la cuestión.

—Por eso la cautela es necesaria —dijo Aidan. Su rostro se había ensombrecido—. Yo podría ser tu enemigo o un soldado del Jarlsungr que vigilara a sus siervos.

—¿Tú, un soldado? —Geir rio—. No te molestes, muchacho, pero reconozco a un guerrero cuando lo veo y tú no lo eres, aunque estos meses te hayan curtido. Sin embargo, podrías pasar por brujo si te cubrieras de una túnica negra; el modo en que encontraste nuestras joyas parecía cosa de magia. ¡No me mires así, estoy bromeando! Tengo buen ojo para juzgar a la gente y desde que te vi por vez primera supe que no había maldad en ti. De hecho, tu aspecto me resultó familiar... ¿Quizás haya conocido a alguien de tu clan?

—No lo creo —Aidan encontraba la conversación cada vez más incómoda.

—Bueno, olvídalo. Volvamos a lo que te contaba. Quién es el enemigo: eso es lo que importa. Oficialmente el Jarlsungr Ulav ha declarado que la hechicería ha regresado y los soldados patrullan buscando a sus practicantes. Por nuestra seguridad, para proteger nuestras sagradas creencias. Hay barbarie, no hay duda y la brujería es algo terrible, un insulto contra los propios Aelenir. En la costa y en la zona meridional del Westh, pasado el Mayor, dicen que se han encontrado pueblos devastados y actos de canibalismo. Se está repitiendo lo de Skallwesth. ¡No palidezcas, muchacho, es un episodio que a todos nos espanta! Sin embargo, al igual que entonces, muchos inocentes están pagando las consecuencias; los guerreros detienen y ejecutan sumariamente, los criminales aprovechan el caos que se ha generado y cualquiera puede remover una afrenta antigua y vengarse delatando a su vecino. El Jarlsungr ha olvidado la piedad y, si hacemos caso a los rumores, ha olvidado también la justicia. Eso me preocupa. Mira a tu alrededor.

El Tiempo de la Luna (Borrador. Fragmento)Where stories live. Discover now