Capítulo XXI Destrúyelo, en nombre de la guerra

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Una de las puertas estaba abierta y la iluminación lo invitaba a investigar si era o no el tercer piso subterráneo.

Termino de subir y dio un último impulso antes de poner sus pies en el suelo. Y al hacerlo la vista no era muy agradable. Las que eran lisas paredes blancas, estaban ahora trisadas. Algunos focos de iluminación funcionaban a la perfección, y otros oscilaban cada tanto. El aire estaba un poco cargado a tierra indicándole así, que los pisos superiores habían caído y provocado el denso polvo.

Dejó de mirar por el pasillo cuando logró escuchar pasos, y por inercia llevo su mano a su arma totalmente en alerta, pero sus barreras decayeron cuando en su espalda estaba él ...

Jadeando y absolutamente sucio, estaba Shirota tratando de recobrar el aliento mientras lo veía como si fuese un fantasma. Sólo fueron segundos en donde ambos se examinaron y Kuro no encontró las palabras para enfrentarlo.

Mahiru dio un paso, y Kuro creyó que lo golpearía cuando se le acercó repentinamente. No alcanzó a reaccionar cuando el castaño lo abrazaba con fuerza y soltaba su aliento como si acabara de recordar como respirar. De la sorpresa perdió el equilibrio y terminó recargado en la pared del pasillo con el niño en brazos.

Incluso él fue capaz de soltar el aliento cuando trato de corresponder el abrazo. Lo hizo, y no se atrevió a decir una palabra, dejó que Mahiru fuera el que iniciara con los reclamos, porque él sinceramente no sabía por dónde comenzar a disculparse.

Ni siquiera sabía por dónde comenzar a lamentarse... Ni siquiera sabía si merecía que Mahiru y sus hermanos lo perdonasen.

—Yo no soy capaz de reclamarte nada Kuro—Mahiru susurró escondiendo el rostro en el pecho de Kuro— Lo pensé, y tuviste tus motivos para venir. Mi presencia no fue lo suficientemente fuerte para detenerte y no dejar que esto sucediera... lo siento, Kuro. No pude hacer nada para ayudarte.

Kuro vaciló al mirarlo. Estaba desconcertado, no entendía por qué era Mahiru quien se disculpaba. Para empezar, él ni siquiera debería estar en ese edificio exponiendo su vida. Mahiru no había hecho nada de lo cual pueda arrepentirse...

Llevo una mano a la cabeza castaña, y cuando quiso acariciarlo, notó que su vista se humedecía.

Mahiru sintió cuando Kuro lo apretó más en su abrazo. Pensó que sería más sencillo enfrentarlo. Pensó que podría gritarle y reclamarle el haber tomado una decisión tan apresurada, pero no pudo encontrar las palabras. No cuando lo vio a los ojos y observó el arrepentimiento en ellos. Se le esfumaron los reclamos de la boca antes de darse cuenta, porque se había dado cuenta que llegó demasiado tarde...

—¿Kuro, tu...? —Shirota dudó un momento de seguir. El intercomunicador en su oído seguía encendido, y obviamente los hermanos de Kuro estaban escuchando.

—La misión ya está terminada —le susurraron.

Mahiru no se atrevió a levantar el rostro. Escuchó un par de jadeos por el intercomunicador, pero nadie reprocho. Es como si los hermanos de Kuro estuvieran asimilando aquella pequeña frase. Su corazón latía con prisa y se mordió los labios cuando sintió que los dedos que estaban acariciando sus cabellos se detenían.

Y Mahiru escuchó un gemido, lo suficientemente doloroso para animarlo a levantar la mirada y perderse en la vista de ver a Kuro sollozando.

— La misión se terminó sin que yo moviera un dedo Mahiru. No logré llegar a tiempo, y no pude salvarlo— La voz de Kuro era quebrada y sus ojos brillaban. Le estaba relatando a Mahiru porque la herida estaba ahí. Fresca y Latente. El remordimiento de hace unos momentos seguía vivo, y quizás por eso se estaba soltando en un tema como aquel — Yo en realidad no quería matarlo. Pensé que ésta era una oportunidad de llegar a hablar con él. De saber lo que pensaba, de saber por qué lo hizo, de poder entenderlo... no pensé que ellos le habrían inyectado la droga. Nunca pensé que perdería a mi padre así. No aquí.

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