Capítulo XVIII Persigue y destruye

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Mahiru volvió a destapar su boca y dar un gran respiro cuando el aire era menos denso a su alrededor. Lawless fue un imprudente al lanzar otra bomba de humo que incluso le picaban los ojos por el ardor, y sólo para confundir a un par de guardias en la entrada.

Habían logrado salir luego de ese alboroto. Aun corrían, bueno, Hyde corría con él a cuestas. Y no le sorprendería si habían llamado la atención de todo el personal del Cuartel, y más de algunos en las calles.

Su plan de querer pasar lo más desapercibido posible se esfumó tan pronto Lawless quiso guiar el camino.

Y Mahiru vagamente recordó algo de suma importancia.

— ¡Lawless detente! ¡Olvidamos a Hugh!

— ¡Ah!¡Maldición, el enano!

Sintió a Lawless detenerse con brusquedad y pensó que quizás sería imposible el tratar de entrar de nuevo. La llamativa forma de salir despertó a todos, y seguramente serían arrestados sin derecho a opinar.

— Tks... ¿qué demonios haces aquí?— Mahiru parpadeó confundido al cambio de voz de Lawless. Y trato de girar su cuerpo para ver la causa.

Un hombre estaba frente a ellos. Parecía imponente, malhumorado y escalofriante. Mirada de un oscuro azul marino y cabellos plateados. Hacia un ruido extraño mientras masticaba algo con la boca casi abierta. Mahiru no lograba descifrar qué era, pero tal vez era un dulce...

— Adentro. Los dos.

Lawless chistó e iba a negarse cuando a ambos los tomaron por sorpresa. Mahiru gritó cuando pensó que lo tirarían al suelo al ser levantado nuevamente junto a Hyde. Sintió al rubio tirar patadas y maldiciones antes que a ambos los arrojaran dentro de un automóvil y se cerraran las puertas.

¿Acababa de ser secuestrado junto a Lawless ahora?

— ¡Arranca ya!

Mahiru estaba lo bastante confundido cómo para no preocuparse que tenía a Lawless encima suyo en uno de los asientos del auto, y llevar la mirada a las personas a su alrededor y tratar de comprender qué sucedía.

El auto arrancó rechinando los neumáticos, pero se calmó cuando se encontró con la mirada curiosa de Hugh en su persona, y él estaba mirándolo como un idiota asustado que hizo sonreír con arrogancia al pequeño. Hasta que una brusca frenada casi los hizo quedar a todos pegados en los asientos delanteros.

— ¡¿Por qué te detienes?! ¡No hay siquiera un semáforo en rojo!

— Lo siento, pisé el freno por equivocación... me pongo nervioso cuando... bueno, ella...

Shirota llevó su mirada al frente. El mismo sujeto de cabellos plateados ahora discutía con el conductor, un tipo mayor de cabellos rubios. No lograba verle el rostro, pero por su voz lograba entender que sí estaba bastante nervioso, y al parecer por la presencia de una chica en el asiento del copiloto.

— ¡Agh! ¡Quítate! ¡Conduciré yo!

Mahiru los vio discutir por el volante. Antes que el chico rubio se cambiara a los asientos traseros con una pequeña sonrisa nerviosa, y el auto una vez más arrancó con más velocidad y brusquedad de la que esperaban.

...

Habían pasado poco más de diez minutos cuando lograron salir de las cercanías del Cuartel General, pero eso no decía que el alboroto que causaron haya cesado. Iban por una de las calles concurridas de la ciudad para pasar más o menos desapercibidos, y Mahiru llevaba una cuenta mental de cinco carros policíacos que cruzaban la calle contraria.

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