19-El duelo de Pércival y Clementina

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Al acabar la clase, tenía dolor de cabeza

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Al acabar la clase, tenía dolor de cabeza.

—Realmente eres malo en esto —dijo su amiga mientras abría un paquete de golosinas y esperaba a que guardara sus cosas en la mochila—. En serio, Gaspar: tú deberías estar en una escuela normal y no en una de magia. No te lo tomes a mal.

El muchacho se encogió de hombros con brusquedad.

—¡Eso le digo a mi papá! Pero él está convencido de que porque soy un Skov, debo ser un mago sí o sí. Es un latoso, en serio. A veces odio ser un Skov.

—Lo que callan los aristócratas.

—Mi apellido es una maldición —suspiró Gaspar con un dramatismo que le pareció más propio de Ari que del suyo. Su amiga soltó una carcajada.

—Igual no es malo ser aristócrata: al menos tu casa es bonita y grande. Yo también quiero tener un sirviente autómata que me sirva la comida y ordene mi cuarto.

—Tu abuelo podría fabricar uno.

—¡Y se lo he dicho! Pero él dice que no fabrica cosas aburridas que ya han hecho otros y bla, bla, bla. Ya sabes que tiene el tornillo safado.

Mientras echaban a andar por los pasillos en dirección hacia los jardines del patio superior, vieron al profesor de Transmutaciones, Andrónico Gorian, murmurando para sí mismo; del interior del bolsillo de su estrafalario abrigo negro asomaba una pequeña criatura de aspecto gelatinoso que emitía un fulgor celeste. Clementina jadeó fuertemente cuando la criatura cayó al suelo, donde comenzó a dar vueltas, confundida. El profesor reaccionó al fin y la agarró con cuidado para colocarla sobre su hombro, donde ella se quedó obedientemente esta vez.

El muchacho sentía simpatía por él. Era un hombre torpe, desgarbado y de cabello desprolijo que tenía cierta dificultad para hacer valer su autoridad, pero al cual le apasionaba su trabajo. Su clase era una de las pocas que le gustaban junto con Ciencias Naturales. Y lo bueno es que jamás reparaba en él, por lo que podía ponerse a dibujar sin preocuparse de ser reprendido.

—No se asusten —les dijo Gorian—. Es un tipo de homúnculo, solo que no tiene revestimiento. Por eso se ve así.

—Nunca había visto uno sin armadura de cerca —dijo Gaspar, fascinado, mientras se acercaba.

Los homúnculos eran criaturas de vida corta creadas por magos. Estaban compuestas de éther, magia humana y otros elementos alquímicos. Solían usarse como fuentes de poder para autómatas, armas de guerra y todo tipo de maquinarias inteligentes. Algunos de ellos eran gigantescos; Gaspar había visto muchas veces a miembros de la guardia civil patrullando la ciudad montados sobre homúnculos con forma de lagartijas.

—¿Este lo hizo usted? —le preguntó Clementina.

—Así es.

—¿Cuando llevará uno a las clases?

No cruces el Bosque (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora