19-El duelo de Pércival y Clementina

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Gaspar miró de reojo a su profesora de Runas, que examinaba puesto por puesto a sus compañeros en la otra punta del salón, y luego se inclinó sobre su libreta para repasar los apuntes que había echo la noche anterior sobre sus últimos descubrimientos del Bosque. Creó dos listas; «descubrimientos » y «objetivos». Estaba orgulloso de sus listas.


DESCUBRIMIENTOS


-Los niños tenemos algo llamado lux.

-Hay arboles tan grandes que no alcansas a ver donde terminan.

-Los gnomos repiten lo que dicen los otros gnomos y viven en colmenas.

-Excisten sapos que hablan y estan desesperados por ser besados por damas.

-El rey de los prinsipes sapos le tiene miedo a Ari y es muy grande pero amable.

-Todos le tienen miedo a Ari.


OBJETIVOS


-Encontrar a Samuel.

-Descubrir porque le tienen miedo a Ari.

-Saber todo lo que pueda sobre las moralejas y las criaturas del Bosque   


Gaspar añadió un nuevo objetivo a la segunda lista:


-Hacer mi propio bestiario.


La idea se le ocurrió esa misma mañana, mientras se dirigía al colegio en un argocarril. Aquel año finalmente le habían dado permiso para irse solo en los argocarriles, y aunque dentro de su círculo familiar era considerado un transporte «incómodo» para personas de menos recursos, los prefería antes que los coches y los aeroches.

Le gustaba el deslizamiento de los argocarriles por los rieles metálicos que serpenteaban alrededor de toda la ciudad, la sensación del viento marino en su rostro, las vistas de Puerto Niebla con sus largos e intrincados edificios, las citadelas flotantes cerca de la costa. Durante esos trayectos, echaba la mente a volar y se le ocurrían muchas ideas para dibujar. A Gaspar le gustaba soñar despierto.

—¿Qué escribes? —le preguntó Clementina a su lado, estirando el cuello para tratar de echar un vistazo. El niño tapó su libreta con ambas manos sintiendo un ligero vértigo en la boca del estómago. No le había contado aún a su amiga sobre sus visitas al Bosque y dudaba tener el valor para hacerlo.

—Cosas.

—¿Qué cosas?

—Ideas que se me ocurren... para dibujar.

—Ahh —Ella se estiró hacia atrás con gesto aburrido—. Ojalá supiera dibujar como tú.

Gaspar sonrió, contento de que ella pensara que sus dibujos eran suficientemente buenos.

—Yo puedo enseñarte —se ofreció.

—Te aburrirías de mí. Soy muy impaciente. Y además no tengo tanta imaginación.

El muchacho replicó:

—Si la tienes. Siempre se te ocurrían cosas geniales cuando éramos más chicos, como la invasión de los pulpos alienígenas y todas esas trampas para atrapar fantasmas. Los juegos que creabas eran geniales, era como estar dentro de un videojuego.

Clementina se sonrojó un poco, rascándose la nariz a continuación. Gaspar se burló de ella y ella giró el rostro hacia la ventana, como hacía cada vez que se abochornaba por algo. No se dieron cuenta de que la profesora había llegado hasta sus puestos hasta que la escucharon hablar:

No cruces el Bosque (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora