2- Persecución nocturna

37.4K 3.8K 6.6K
                                    


Samuel empezó a cambiar poco después

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Samuel empezó a cambiar poco después.

Ensimismado y taciturno, el joven solía ausentarse en las comidas y dar paseos larguísimos a distintas horas del día, solo para encerrarse en su habitación al llegar a casa. Pasó de rodearse de amigos, salir con chicas y frecuentar recitales de música green-punk, a deambular como un fantasma y enfrascarse aún más que antes en sus libros, en sus notas.

Gaspar recordaría muy bien el pálido rostro de su hermano; su mirada extraviada a ratos, vidriosa. Lejos de la realidad.

Cuando le había preguntado si acaso estaba enfermo, Samuel le dedicó una sonrisa ambigua, difícil de interpretar, para luego decirle que no se preocupara, que los estudios lo tenían así. Tendría que dar pronto las pruebas para postular a la Universidad de Ciencias Alquímicas en la capital de Geronia, donde se iría a estudiar ingeniería rúnica, así que eso tenía sentido, concluyó el niño un poco desalentado.

—Déjalo solo, ya no lo molestes más. Es muy difícil entrar en esa universidad, así que lo último que necesita son distracciones —le dijo su padre durante la cena. Luego, sin levantarse de su asiento, Daniel Skov dibujó en el aire un runagrama básico con su dedo índice para echar leche caliente en su tazón desde la jarra.

Gaspar hizo una mueca asco y se removió en la silla para poner cierta distancia entre él y la leche mientras Luke, el autómata de servicio de la familia, se deslizaba a lo largo del sistema de poleas rotatorias que cruzaban todos los techos de la casa para extender sus largos brazos retráctiles y recoger una bandeja vacía de la mesa.

El muchacho intentó entregarle el tazón de leche, pero su madre advirtió sus intenciones y esbozó una sonrisa que no admitía réplicas.

—Te la bebes toda, cielo. O no te levantas de la mesa.

Gaspar encorvó los hombros con abatimiento y miró a su padre haciendo una mueca dramática mientras apoyaba la mejilla sobre sus antebrazos.

—Siempre lo veo estudiar —se quejó—. ¿Por qué tiene que estudiar tanto? Samuel ya es muy bueno.

—Solo los mejores pueden estudiar ingeniería rúnica, así que no basta con ser solo bueno—repuso Daniel—. Y nuestra familia tiene un peso político, tenemos una herencia mágica que defender. Algún día tú también tendrás que ir la universidad para obtener tu licencia de mago, Gaspar. Entonces lo entenderás mejor.

—Pues yo no pienso ir a una universidad. Voy a convertirme en pintor.

Daniel intercambió una mirada exasperada con su madre, quien estaba intentando convencer a Bastián que se comiera los mariscos. No estaba teniendo éxito. El niño había hecho un lío con la comida y se había cruzado de brazos, frunciendo las cejas. Leticia suspiró profundamente.

—¿Pintor, eh? —intervino su abuelo. Jeremías Skov lo miró con ojos chispeantes—. Pero incluso para eso necesitas conocimientos, niño.

—Ya, pero Samuel dice que Van Gogh nunca estudió.

No cruces el Bosque (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora