19-El duelo de Pércival y Clementina

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—Gaspar Skov, quiero ver tus avances.

El muchacho hizo una mueca de desaliento y le pasó su cuaderno para que se lo revisara. Tribaldi lo hizo con rostro inexpresivo. Era difícil para él saber lo que pensaba de sus desordenados apuntes, pero a juzgar por el leve fruncimiento de frente que fue apareciendo después, no debían ser precisamente halagadores. La mujer le entregó el cuaderno sin decir nada y entonces le pidió que hiciera una demostración de magia.

—¿Cuál? —le preguntó Gaspar entrando en desesperación.

—Estamos estudiando las composiciones y descomposiciones de color, ¿recuerdas?

—Sí...

—Bueno, pues trata de cambiar el color de este botón —Ella colocó un botón rojo sobre su escritorio—. Puede ser el que quieras. Si aún te cuesta cambiar el color de un objeto pequeño, entonces solo usa una descomposición y modifica su tono.

—Pu... ¿puedo revisar antes mi cuaderno?

Tribaldi asintió y el niño releyó sus enrevesados apuntes sobre composiciones y descomposiciones de la runología del color. Una rama de la magia que, en opinión de Gaspar, era bastante difícil y frustrante.

Alzó el dedo, resignado, y dibujó el único runagrama que se había aprendido. Al acabar de hacerlo, varios frascos que estaban en las estanterías saltaron por los aires y también lo hicieron algunos libros de alquimia, que cayeron pesadamente desde las repisas, con las páginas abiertas sobre el suelo. Algunos de sus compañeros silbaron.

Mientras la maestra Tribaldi devolvía todo a su sitio correcto usando una composición de movimiento, ella lo reprendió:

—El runagrama estaba bien dibujado, pero no bien resuelto. ¿Crees que me puedes engañar? Si solo los memorizas jamás harás que funcionen, Skov.

Gaspar no pudo contener un resoplido.

—Sí, si yo sé eso.

—¿Entonces?

—No sé, pensé que... —El rostro de su profesora lo hizo encogerse por dentro—. ¿Por qué no funciona si solo dibujamos la forma del runagrama?

—Porque estás memorizándolos, no los estás resolviendo. Nunca podrás aprobar mi asignatura si solo te dedicas a copiar el diseño de los runagramas. —Gaspar sintió un retorcijón de pánico interno. Tribaldi lo miró con paciencia y suavizó un poco su tono al añadir:

—Cuando estudiamos matemáticas, no memorizamos las fórmulas: seguimos el procedimiento. No te limitas a escribir todo el procedimiento de una multiplicación en el papel: haces la multiplicación paso por paso, hasta que tu mente la procesa y ya no necesitas usar el papel —Tribaldi dio tres golpecitos a su escritorio con el dedo índice—. Quiero que antes de que acabe el mes aprendas a resolver al menos dos runagramas sobre runología del color a la perfección.

Mientras Tribaldi evaluaba a Clementina, que se dio el lujo de cambiar el botón de rojo a amarillo con una aparente facilidad, el muchacho abrió de mala gana su cuaderno., agarró el lápiz, y ayudándose con la regla rúnica, empezó a resolver la descomposición para modificar el tono rojo a uno más claro. Al menos debía poder hacer algo sencillo como eso, ¿no?

El runagrama tenía dos triángulos intercalados dentro de dos circunferencias y en cada ángulo había una runa. Para composiciones simples existían 48 runas, pero su diccionario alquímico tenía cientos de ellas: Gaspar se ponía pálido al pensar que tendría que acabar aprendiéndoselas todas en algún momento.

«No es tan difícil », se convenció. «Solo debo sumar estos ángulos y dividir el resultado usando las runas correctas. No es tan difícil...».


No cruces el Bosque (I)Where stories live. Discover now