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Willow

Somos cosas inexplicables cuando nos sentimos tristes, o eso dice mamá. Y comienzo a creer que tal vez tiene razón.

Llevo una hora viendo mi tazón con cereal y en lo único que puedo pensar es en que ya es lunes, en que tengo que ir a la universidad y que desde hace seis días no hablo con Tesla. Con este serán siete.

Me siento tan vacío.

—Cariño, tienes que darte prisa o se te hará tarde —dice mamá.

Y pienso en responderle que está bien, que ya voy, pero mis fuerzas están perdidas en quién sabe dónde, así que solo me limito a pensarlo.

Ella se tiene que ir al trabajo así que volveré a quedar solo en casa. Mamá me besa en la frente antes de salir por la puerta y luego de eso solo queda el silencio conmigo. En una hora más tengo que asistir a mi primera clase del día.

Vaya fiasco de semana.

Tiro el resto del cereal que no quise comer en el fregadero y voy a bañarme. Apenas pude tragar un par de bocados porque sentía que si seguía iba a terminar vomitando. Tengo tanta hambre y tan pocos deseos de estar comiendo. No comprendo cómo es posible que pasen ambas cosas al mismo tiempo y en la misma persona.

Cuando ya estoy listo salgo a tomar el autobús, el cual no tarda en llegar ni en llevarme hasta el campus. Me siento tan estúpido, tan ridículo y tan mal que en conjunto me hacen sentir molesto. Porque es lunes. Porque los lunes solía hablar con Tesla. Porque ahora no lo haré. Y no sé si me molesta más el hecho de que no vaya a suceder o la razón.

Intento no pensar en él, pero es tan difícil querer deshacerse de esos ojos grises. He llegado al punto de estar asustado por el hecho de no tener paz ni un segundo sin Tesla.

Cuando llego al salón de clases la mayoría de mis compañeros ya están ahí. Hay muchos asientos libres en la parte de adelante pero honestamente no estoy de ánimos para prestar atención el día de hoy. Además, aunque lo intentara no podría porque por mi cabeza solo se cruza Tesla.

Tesla ahí parado en el baño.

Tesla con un rostro lleno de sorpresa.

Tesla con las nubes de invierno en sus ojos y con el universo en su cabeza.

Tesla frunciendo el entrecejo.

Tesla largándose...

Qué bella y qué devastadora ha resultado la misma persona. ¿Cómo es eso posible?

Pero supongo que habría sido algo que tendría que haber dado por hecho. Las cosas más bellas de este mundo son las más peligrosas, y no estoy seguro de si Tesla es consciente de lo peligroso que podría resultar para mí si él simplemente no regresa nunca.

Podría morir.

Hay ciertos tipos de tristeza que son capaces de matarte. Como la que provocan aquellas personas a las que más quieres.

Me siento al fondo, cerca de la ventana. Esta mesa no suele utilizarla nadie porque está tan lejos que apenas se escucha la clase. Pero es mejor, así puedo deprimirme en paz.

Apoyo mis brazos sobre la fría formica azul y descanso mi cabeza sobre ellos, de modo tal que quedó sumido en la obscuridad que ese pequeño espacio puede darme. Intento no pensar demasiado, pero resulta más difícil de lo que parece. Pequeños recuerdos comienzan a proyectarse en mi cabeza, ajenos a mi control y más dolorosos que la herida que podría provocar el filo de un cuchillo.

Recuerdo las manos de Tesla y las pequeñas pecas en sus muñecas.

Recuerdo su risa de esas veces en las que hemos hablado por teléfono hasta tarde.

Recuerdo sus zapatos asomando bajo la puerta del baño cada vez que nos juntábamos para charlar.

Recuerdo su voz...

Oh, Dios. Su voz. Esa voz que no se sale de mi cabeza, tan bonita, suave, etérea y agradable, que siempre me pareció que cuando articulaba palabras era capaz de provocar una lluvia de estrellas.

Me siento tan ridículo. Tan torpe. Tan vacío.

Cómo quisiera no haber resultado una decepción para Tesla. No haberle resultado desagradable. No haber arruinado nada. Porque, por alguna razón, haber provocado todo eso me hace sentir una mala persona. La corta ausencia del chico de los secretos del universo solo me hace sentir como un verdadero fiasco.

Entonces todos esos pensamientos se materializan en mí y hacen que se me escapen sollozos y que las lágrimas se desprendan de mis párpados y me mojen las mangas del suéter.

Trato de no hacer ruido porque no quiero que nadie se dé cuenta que estoy llorando. No necesito preguntas ni que me digan que todo está bien, porque, aunque lo hicieran, eso sería una gran mentira. Ellos no sabrían por qué lloro ni tampoco lo mal que están las cosas. Ellos desconocen lo mucho que vale Tesla y todo lo que me duele haberle fallado.

No obstante, tal vez termino siendo demasiado ruidoso porque alguien se sienta a mi lado y me pone una mano en la espalda. Intento formular rápidamente una excusa para cuando pregunte por qué tengo cara de que estoy a punto de morirme, pero en el fallo en el intento y se me escapa un entrecortado suspiro.

Ahí viene esa mentira, pienso.

Si me dice que todo va a estar bien juro que voy a gritarle a quien sea que lo haga. Por alguna razón me molesta el solo pensar que alguien intente insinuar que las cosas irían bien sin Tesla.

Porque eso no es cierto.

Porque eso no sería posible

Porque yo no quiero que nada siga sin Tesla...

Pero claro, es que a veces yo solo me espero lo peor. Es a lo que solemos estar acostumbrados cuando la vida ha sido una porquería con nosotros. No obstante, quien ha puesto una mano en mi espalda decide decirme algo muy diferente a unas palabras articuladas con tono vacío.

—¿Willow...?

Y esa voz hace que mis sollozos se atoren en mi garganta, que mi rostro salga de ese escondite entre mis brazos y que mis pupilas se encuentren con el invierno más hermoso que alguna vez he visto en los ojos de alguien:

—Te he estado buscando —dice Tesla esbozando una tímida sonrisa—. Por favor, habla conmigo.

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El universo que llevamos dentro (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora