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Willow

Hoy no han traído a Gilbert a la guardería. Resulta muy extraño el silencio sepulcral. Aunque tampoco es como si los demás niños no hicieran ruido, pero cuando su madre decide llevarlo a sus sesiones espiritistas aquí se respira un poco de paz. No hay nadie correteando por ahí ni tampoco repitiendo las palabras como un loro.

No me mal interpreten. Adoro a Gilbert. Todos aquí lo adoramos, y tiene una facilidad enorme para hacer amigos, pero su energía es como la de mil soles: incansable.

Steven prepara infusión de frutos rojos y me da una taza. Pareciera que la plática de ayer fue un enorme avance en nuestra relación y estoy seguro de que ahora estamos más cerca de ser amigos y un poco más lejos de solo ser compañeros de trabajo.

De todos modos, pienso que aún nos falta tramo por recorrer y sé que él está consciente de eso. Pero me alegra que sea Steven quien lleve la batuta de todo esto. A su paso es más fácil y menos cansado. Justo ahora no tendría energías como para emprender una caminata para hacer un amigo, así que en el fondo le agradezco porque sea él quien me va empujando.

—¿Te gustan las obras de teatro? —pregunta de pronto.

Steven lee un artículo en el periódico y parece interesado en la nota que habla sobre una presentación de la obra de El Principito.

La última vez que asistí a una fue cuando estaba en primaria. Recuerdo que me puse a llorar cuando Mufasa, el padre de Simba en El Rey León murió. Luego de eso no pude ver la película por varios años, hasta que estuve en secundaria. Siempre me ponía a llorar, pero para entonces ya era consciente de que todo era ficticio.

—Sí. ¿Por qué lo preguntas?

—Esta noche hay una presentación de El Principito.

—¿No crees que es algo para niños?

—Somos niños —aclara él.

—Tengo dieciocho —le informo. Sorbo un poco de infusión y dejo que mis papilas gustativas se inunden del sabor dulzón de la frambuesa.

—Y estás triste por alguien que es un cretino y te dejó plantado en el baño de tu universidad. A mí me pareces un niño.

—Tesla no es un cretino.

—Y tú tampoco un adulto, emocionalmente hablando. Así que iremos —anuncia tajante. Él da también un sorbo y cambia la página del periódico.

Tal vez Steven tenga razón. Tal vez no sé manejar muy bien mis emociones. Llevo un par de días sin poder dormir adecuadamente. El insomnio se queda conmigo por las noches y para cuando el cansancio me vence es casi hora de ir al trabajo.

Mamá ha notado mis ojeras esta mañana y parecía preocupada, pero tampoco podía decirle la verdad.

Aún no lo sabe. No sabe de Tesla. O de que éramos amigos. O que por alguna razón su ausencia me quita el sueño.

Me pregunto qué pensaría mamá si lo supiera. O papá, si él estuviera vivo.

Tal vez debería hablar con ella y contarle la verdad, pero me da pánico que pueda emitir un juicio erróneo sobre Tesla y crea que es una mala persona por lo que está sucediendo.

Tengo la certeza de que algo sucede y que lo que él hizo no fue intencional. Es solo que el miedo me hace pensar en la contraparte desagradable y es entonces cuando me deprimo más de lo humanamente soportable. Por esa razón es que me da pavor buscarlo, insistir en llamarle o escribirle, o buscarlo en el campus, aunque no sepa por dónde comenzar. Porque si Tesla se ha alejado porque le he parecido alguien desagradable, entonces no sé qué podría pasar conmigo de ahí en adelante.

El universo que llevamos dentro (En corrección)Where stories live. Discover now