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Tesla

Comienzo a trotar y los músculos de mis piernas se tensan y se relajan con cada paso que doy. Solo iba a ser una caminata cualquiera, pero he pensado que trotar estaría bien ya que la cancha del parque está prácticamente vacía.

Cada exhalación conlleva consigo una nube de vaho que se disuelve en el aire.

Una nube...

Tal vez Willow sí tenga razón.

Tal vez llevemos un invierno dentro a veces. Y cada vez que suspiramos dejamos escapar unas cuantas nubes de lluvia.

Miro al cielo y mis ojos devoran las estrellas.

Pienso en Willow y mentalmente lo saludo. Él ha dicho que iba a acompañarme desde el patio de su casa, y ahí ha de estar, mirando también el espacio sideral ser infinito.

Willow.

Últimamente hablo mucho con Willow.

Casi todos los días de la semana. Él me cuenta sus descubrimientos del mundo y yo le cuento los míos. Y es agradable, porque sus palabras parecen sinceras. Entonces he pensado que Willow, a pesar de que no lo conozco demasiado, tal vez es una buena persona.

Un soñador.

Un poeta.

Un astrónomo de la vida y un filósofo del universo.

Tal vez no era una coincidencia conocernos. Coincidir en esta vida. Ser amigos.

Me pregunto si Willow está realmente consciente de eso.

Voy por mi décima quinta vuelta y mis pulmones deciden que es momento de tomar un descanso, así que me tiendo en el suelo y cierro los ojos. Mi mente divaga en cosas banales hasta que luego de un rato se logra quedar en blanco. Ese tipo de blanco que trae paz y que de algún modo enmascara cualquier mala idea, haciéndonos creer que, si no pensamos en los problemas, los problemas entonces no existen.

Pero solo es una falsa sensación de felicidad, como esa que te produce la anestesia cuando te sacan un diente. El dolor está ahí, encubierto por la droga, y una vez esa droga desaparezca de nuestro organismo entonces el dolor volverá y nos recordará que nos lo merecemos por intentar ignorar su presencia; por pretender que al no sentirlo no tenemos por qué pensar en cómo subsanarlo, lo que en problemas de la vida real se traduce en un mal hábito enmascarando otro mal hábito.

Es un círculo muy vicioso.

De todos modos, ese blanco en mi mente dura muy poco porque de repente una voz me saca de esa calma al llamarme por mi nombre.

Youth: ¿Tesla?

Abro los ojos y mis pupilas enfocan su cabello negro y su rostro fino como el de una muñeca, tan libre de imperfecciones como las superficies de las estatuas de mármol del museo de arte.

Ahora me parece algo irritante. No porque esa belleza me moleste, sino porque me duele.

Yo: Hola -le digo.

Youth: ¿Qué estás haciendo ahí tendido?

Yo: Tomaba un descanso. Estaba trotando.

Youth: Ah.

Yo: ¿Tú qué hace aquí?

Youth: Vengo del centro comercial.

Me siento y sondeo mi alrededor, percatándome que Youth va sola tan tarde.

Cuando salíamos la acompañaba a todos lados. Trataba de cuidar de ella porque era una persona importante para mí. Porque Youth era mi novia, y se supone que eso hacen los novios. Pero ahora... ahora supongo que alguien más ha de estar cumpliendo ese papel, y desconozco a qué cláusulas de ese implícito contrato estará sujeto ese nuevo chico.

El universo que llevamos dentro (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora