Después de una verdad/Parte 1

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Ren no le tomó importancia a sus raspones y golpes, lo único que le interesaba era saber si ella estaba bien. Analizó los ojos llorosos de Lil, había una tristeza evidente que no podía ocultar la sutil sonrisa que ella le ofrecía.

—No fuiste tú, era el pasado, el que murió hoy —dijo Lil, resignada.

—Estás triste, lo amas... a él. Dejaste todo por el pasado, tu antigua vida, Ian... y ahora. Ya no queda nada. Lo siento. —Ren bajó la cabeza en el suelo. 

—¿Qué me estás diciendo? Quedó el presente, con quien haré nuevos recuerdos. —Agitó el cabello de Ren y sonrió tiernamente.

Lil se abalanzó a Ren y rodeó con sus escuálidos brazos, él correspondió lo que consideró un cálido abrazo. Las preocupaciones se desvanecieron para Ren, fue absorbido en un mundo rosa donde sólo existían dos corazones latiendo al par en el nombre del amor.

***
Dos semanas después de la partida de Ian y Miranda.

Ren entró a la cocina y se encontró con Melia sumergida en sus pensamientos, cocinaba algo. Él se percató que la ropa de la antigua bruja había cambiado. Vestía una blusa rosada y unos oscuros pantalones. Llevaba el cabello recogido en dos coletas y en su rostro había una expresión de felicidad contagiosa. Ella le sonreirá a las ollas y sartenes mientras meneaba con una espátula lo preparado. 

—Lárgate, Ren —ordenó Melia al verlo—. Yo quiero hacer la cena para Lil, estuve viendo un programa de televisión y he decidido cocinar para ella. Ya no eres necesario, a partir de ahora me encargaré de los deberes del hogar —dijo con una fuerte voz dominante y señaló con la espátula a Ren. 

Él echó una mirada en una de las ollas, burbujeaba un engrudo verdoso de mal aspecto y olor.

—Melia. —Esbozó una cálida sonrisa—. Eso no se puede comer, mezclaste demasiados ingredientes.

—Si le echas ganas, sí. —Hizo un puchero, pero luego suspiró y se fue su expresión de felicidad—. No nos dejaban cocinar, sólo ser brujas. Había sirvientes para todo, hasta para vestirnos. Volver a este mundo, a esta época... Fue un despertar para mí. Me perdí de tantas cosas hermosas. Quiero intentar hacer cosas humanas —confesó con una triste entonación—. ¡Y quiero conocer el amor! —reveló en un gritó espontáneo y rápido.

—Entiendo, no viviste una vida normal, ahora lo quieres hacer... ¿Qué deseabas preparar? —preguntó Ren, lentamente se acercó a la estufa.

—Un pastel para Lil...—Bajó la espátula. 

—¿En ollas? ¿Qué receta viste? —preguntó Ren. 

Y volvió a mirar las ollas, el engrudo se había tornado negro.

—Pensé que podía hacerlo de esta forma, no seguí las instrucciones al pie de la letra, no sé cómo prender el horno. —Bajó la mirada al suelo. 

—Es fácil cuando lo dominas. 

Ren le explicó a Melia cómo hacer las cosas mientras él lo hacía. La joven no despegó sus ojos de iceberg, grabó en su mente cada acción realizada. Mientras cocinaban y lavaban las ollas con engrudo, Melia comenzó a conversar con Ren, tenía dudas sobre el mundo moderno al que se enfrentaba. Él, con una tierna sonrisa plasmada en su rostro, respondió a todo lo que ella le preguntaba. Pasaron un ameno momento conversando y Ren percibió a la joven de duro carácter como una hermanita. Al final, se terminó de hornear el pastel de zanahoria, Melia se encargó de decorarlo, deforme, pero con mucho amor para Lil. 

Ren, cansado de tanto trabajo en la cocina, concluyó en preparar la cena con agregar café y agua en la cafetera. Pensó en sus pendientes mientras miraba de soslayo el jardín que era visible desde la ventana de la cocina. Suspiró hacia sus adentros, estaba cansado del encierro y ver lo mismo de siempre. Su amada bruja se había ocupado en algo que no especificó y le prohibió salir sin ella, a pesar de contar con la extraña gema que Ian le regaló, la que le ayudaba a aparentar en la Tierra ser un humano más del montón.

Pluvo: el aprendiz de una brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora