capíтυlo 32

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A lo largo de la vida, vivimos situaciones por las que a nadie les gustaría pasar. Podrían empezar desde lo más tonto, como la vergüenza que sentimos cuando empiezan a cantarnos la canción del "cumpleaños feliz", hasta lo más fuerte y demoledor, como lo es la muerte de un ser querido.

Para Jimin, el profesor Jung no era de sus personas favoritas. Era alguien gruñón y podía llegar a ser muy desagradable con sus alumnos, pero no le caía tan mal como para desearle un destino tan fatal como la muerte.

Se removió en su sitio sintiendo que le faltaba el aire. La escena que acababa de ver no era capaz de ser asimilada por su cerebro. No podía creer que su profesor estaba frente a él, muerto, concretamente asesinado, porque, vamos, alguien le habría tenido que disparar con un arco o ballesta desde un punto cualquiera. No podría ser un suicidio porque un humano no tenía tanta fuerza como para clavarse una flecha solo.

Miró a su alrededor y vio lo mal que estaban las personas de su entorno. Unas se iban corriendo, otras eran alejadas por los profesores. Algunas hasta se sentían tan mal que vomitaban en un sitio cercano. Pero él no lloraba, estaba todavía tan en shock que su cuerpo no reaccionaba.

Un agarre en su mano se tensó. Bajó la mirada y vio que sus dedos estaban entrelazados con los de Yoongi. El joven se habría emocionado por el roce de sus palmas si no hubiera alzado la cabeza y le hubiera visto llorar silenciosamente.

-Hyung...-Yoongi quitaba con vergüenza las lágrimas que mojaban sus mejillas y mordía sus labios para evitar soltar un sollozo.

A Jimin no le dio tiempo a decir nada más, pues Smith estaba delante de ellos echando a más personas. -Fuera de aquí, ¡no hay nada qué ver! ¡Todo el mundo dentro!

El pelinegro acató la orden sin quejarse. No quería estar allí ni un minuto más. Tenía que alejar a Yoongi de un sitio tan espeluznante y que visiblemente le había hecho daño.

Cruzaron el patio rápidamente todavía cogidos de las manos y entraron al edifico donde se encontraban las aulas. El instituto estaba vacío en sí, por lo que nadie les vio y les dijo nada cuando abrieron la puerta de una clase que no se utilizaba y se metían dentro.

Dentro de ella, la limpieza brillaba en su ausencia. Había distintas cajas distribuidas por el suelo y las mesas, todas cubiertas de polvo. Los ventanales también estaban sucios, pero ninguno de sus cristales estaba roto.

-No sé si este ha sido el mejor sitio al que llevarte, porque el baño ahora se estará llenando de gente y no ibas a limpiarte agua con más agua. -Dijo de carrerilla por lo nervioso que estaba. -Eso sonaba mejor en mi cabeza. -Se rascó la nuca y observó a su hyung, quien había parado de llorar por un momento para darle una mirada que no pudo descifrar. -Solo quería alejarte de los demás para...para que pudieras desahogarte a gusto. Sin mirones de por medio.

Yoongi se acercó a él y acunó su mejilla con ternura y una mueca que intentaba ser una sonrisa. -¿Qué he hecho para merecerte, ChimChim?

-Ser la preciosa persona que eres, Yoongi-ssi. -Intentó ignorar los fuertes latidos que taladraban su pecho y el sonrojo en sus mejillas, pero sobre todo, quiso evadirse de la voz que decía que los acercamientos que tenían cuando los demás no los veían estaban mal. -De todas formas, no hablemos de mí. Hemos venido para que puedas estar tranquilo, hyung. ¿Necesitas algo?

-Un abrazo, por favor.

-Deseo concedido. -Jimin abrió sus brazos y lo acogió, dándole todo su apoyo.

El cuerpo de Yoongi, que siempre había sido recio e invencible, ahora lo sentía como una de las más delicadas flores del campo. El mayor se dejó hacer y se relajó en el calor del agarre ajeno. Jimin apoyó su barbilla en el hombro del peliazul y se quedó mirando a la nada sin pensar en algo exactamente. Simplemente, disfrutaba de la cercanía ajena (aunque no debía) y del cómodo silencio que había envuelto todo.

Find your magic 〄 yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora