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/*Capítulo narrado por Neymar*/

La escena era tétrica, por no decir un adjetivo peor, había un montón de cristales rotos en el suelo y líquido similar al licor esparcido por todos lados, en el fondo de la estancia se hallaba Leo, sentado en el suelo con la cabeza gacha, sosteniendo una parte de la botella rota... Dirigiendo su filo directo a su muñeca izquierda...

- ¡LEO! –grité, corriendo inmediatamente hacia la posición del argentino para evitar que cometiera una locura.

Él no tuvo tiempo de reaccionar, apenas y levantó la cabeza para verme cuando ya yo estaba arrodillado frente a él, le quité el trozo de botella que tenía y lo arrojé lejos, para posteriormente tomarle por los hombros.

- ¡¿En qué estabas pensando, Leo?! ¡¿En qué estabas pensando?! –exclamé entre sollozos, no podía evitar llorar en ese momento, estuve a punto de perder a mi amigo.

Lo vi a los ojos, parecía que todavía no reaccionaba, tenía la mirada perdida en el vacío. Lo detallé, tenía unas ojeras espantosas, la barba desprolija, olor a alcohol y el rostro carente de brillo, como aquel que ha pasado semanas hundido en la profunda depresión.

- Leo... Háblame... -lloré, le sostuve delicadamente la cara con mis dedos para hacer que me mirara, hasta que, por fin, reaccionó.

- Ney... -dijo en un hilo de voz, seguidamente, rompió a llorar, apoyando su cabeza contra mi pecho- ¡Lo siento!... ¡Lo siento mucho!

Yo lo abracé con fuerza, sintiendo como sus lágrimas empapaban mi camisa. Ambos llorábamos, cielos, sino hubiese llegado a tiempo... La verdad no me lo quiero ni imaginar.

En ese momento sonó el celular de Leo, estaba tirado en el suelo junto a él, yo lo tomé para ver quién era, separándome un poco del mayor para tener mejor visibilidad.

- Es Masche –le dije, a lo que Leo abrió los ojos de par en par, aterrado, cómo si supiera exactamente para qué lo estaba llamando- ¿Quieres que conteste? –me ofrecí, a sabiendas de que en su estado no podría articular palabra alguna.

Leo asintió, aún con ojos llorosos y expectantes, y a la vez implorantes, despidiendo una súplica silenciosa de que lo ayudase a guardar el secreto, o al menos eso era lo que interpretaba, espero no equivocarme.

- Aló, ¿Leo? –expresó Masche del otro lado de la línea, con voz evidentemente preocupada. Lo coloqué en altavoz para que Leo escuchase.

- Hola Masche, es Neymar –contesté, intentando sonar lo más tranquilo posible.

- ¿Neymar? No entiendo, ¿qué haces contestando el teléfono de Leo?

- Él... -dudé, tratando de pensar en una respuesta rápida- Está en el baño, me ha dejado su celular, dijo que ya volvía... Estamos en una fiesta –dije, lo cual no era del todo falso, y tenía la ventaja de que se escuchaba un poco de la música de fondo.

- ¿Fiesta?... Bueno, en fin, la señora Celia me acaba de llamar, ha estado preocupada por él... Me dice que no ha aparecido en su casa desde que aterrizó, ¿qué has sabido de esto?

- Yo... eh... -cielos, trataba de pensar en algo rápido, pero me era difícil con Leo observándome- No tienes de qué preocuparte, él ha estado conmigo desde entonces.

- ¿Ah sí? –preguntó, dudando de la veracidad de esto.

- Sí... verás... Leo ha estado muy triste por lo de la Centenario, lo único que quiere es relajarse y olvidarse un poco de los problemas... Hace días tuvimos una fiesta y, entonces, le ofrecí quedarse en mi casa, y hemos estado así desde entonces, ya sabes, en fiestas y eso... Él ha estado bien, un poco bajoneado pero bien, no hay nada de qué alarmarse.

- Está bien... Cuando veas a Leo dile que llamé, y dile que se comuniqué con su madre, está muy preocupada por él.

- De acuerdo Masche, yo le digo.

- Bien... Bueno, en ese caso, buenas noches a ambos.

- Buenas noches a ti también.

Él colgó primero, parecía convencido de mis palabras, a lo que emití un breve suspiro de alivio. Después miré a Leo quien, de un momento a otro, me abrazó.

- Gracias Ney... Gracias... -vociferó en voz baja, colocando su cabeza en mi hombro y aferrándose a mí otra vez.

Yo le devolví el abrazo, derramando unas cuantas lágrimas más. Permanecimos así por unos minutos hasta que nos separamos, entonces supe que debíamos marcharnos de allí.

- Vámonos –le dije, a lo que él asintió, secándose las lágrimas con los dedos.

Se acomodó el suéter y la capucha, tomó su celular y lo puso en su bolsillo, después de eso, ambos abandonamos los baños con rumbo al estacionamiento. Nos fuimos por la puerta trasera del bar, de manera que no llamásemos mucho la atención.

Nos subimos a mi auto, yo en el asiento del conductor y él en el del copiloto, arranqué a los pocos segundos. El recorrido se me hizo eterno en esta ocasión, reinaba el silencio absoluto, yo volteaba a ver a Leo de vez en cuando, el cual no dejaba de observar a través de la ventana.

Llegamos a mi casa, aún en mudez, sin dirigirnos la palabra, yo no me atrevía a preguntarle nada, y él tampoco me hablaba, sólo permanecía con la cabeza gacha.

- ¿Quieres... comer algo? –le dije después de tanto pensarlo.

- No... gracias... -dijo después de unos segundos que parecieron interminables- Estoy cansado.

Yo asentí y le dije que me siguiera, ambos subimos a la planta alta y nos dirigimos a una de las habitaciones de huéspedes. Dejé a Leo en una de ellas mientras iba por una de mis pijamas para que estuviera más cómodo. Me agradeció en cuanto se la entregué, entonces salí por un instante mientras se cambiaba para darle más privacidad, no obstante, me mantuve afuera del cuarto, en el pasillo, considerando que no era buena idea dejarlo solo después del acontecimiento que vivimos en el bar.

A los diez minutos toqué la puerta de la habitación, sintiendo un alivio interno en cuanto escuché el "adelante" de Leo, no podía evitarlo, aún estaba nervioso. Entré y él estaba sentado en la cama, con el pijama puesto, tenía la mirada fija en la ventana, aunque volteó a verme en cuanto ingresé, emitiendo a su vez un fuerte suspiro.

Yo me senté junto a él en la cama, ahora ambos mirábamos a la ventana, me preguntaba qué pasaba por su mente en ese instante, necesitaba saber qué hacía en ese bar, por qué no había aparecido por su casa desde que llegó, por qué no había contestado mis mensajes, por qué...

- Buenas noches Ney... -me dijo en un susurro.

- Buenas noches Leo... -expresé también en voz baja, al tiempo que me levantaba de la cama, dándole espacio para que se acostara.

Él se arropó con las sábanas, se acurrucó en la almohada y cerró los ojos casi de inmediato. Yo me quedé observándolo desde el umbral de la puerta, un mar de interrogantes inundaba mis pensamientos, estaba preocupado, muy preocupado, no sólo por Leo, al que nunca creí capaz de atentar contra su vida, sino también por mí, y el lío tremendo en el que estaba a punto de meterme...


DesaparecidoWhere stories live. Discover now