¿Qué significa ese "ummm"?

—¿Sucede algo? —pregunto.

—Tu mano —dice—. Es más pequeña que la mía.

Coloca nuestras manos de modo tal que se enfrenten las palmas una con la otra, y está claro, la mano de Tesla es un poco más grande.

Era algo que ya había pensado pero que jamás creí comprobar.

—Tu pie y tu mano son más pequeños. Más que mi pie y mi mano.

"Tocarle la punta de los dedos", recuerdo. "Yo quería tocarle la punta de los dedos".

¿Es que acaso alguien escucha mis pensamientos y está cumpliendo mis deseos?

—Así parece —concuerdo con voz temblorosa.

Tengo que aprender a manejar mis crisis nerviosas o terminaré sufriendo un infarto.

Tesla se ríe, y cuando lo hace es como si el tono de su risa expandiera el mundo.

Qué bello.

Tesla Boham... que bello lo que haces.

—Tus manos. —Su voz es suave, cuidadosa y agradable—. Son pequeñas y parecen frágiles.

—Cállate —reprocho, e intento retirarla.

Ah, pero pareciera que él no va a dejarme hacerlo tan fácil.

—Mira —dice, y sus dedos se encajan entre los espacios de los míos—, puedo envolverla completamente.

"Es como si sus manos estuviesen hechas para sostener algo frágil", vuelvo a recordar.

Oh, Dios...

Tesla se queda así por un largo rato envolviendo mi mano en el aire y guardando silencio. Mi rostro debe estar tan rojo que he de parecer un tomate. Si estuviera de pie, me temblarían las piernas.

Solo necesito respirar. Despacio. Sin perder el control.

Y luego pienso que tal vez no debería de seguir haciendo esto, así que pienso que retirar la mano sería lo correcto, pero mi tonto cerebro no coordina bien las órdenes y hace que ésta se cierre igual que la de Tesla. Y juro, realmente lo juro: puedo sentir el corazón de este chico palpitar entre mis dedos.

Su pulso se detiene justo en la palma de mi mano. Es constante, calmado, y no parece tener prisa por salir de ese pequeño lugar en el que nuestros dedos han decidido crear planetas, lunas, estrellas fugaces y cosas bonitas.

—Estás temblando —murmura.

¡Mierda!

Lo siento.

—¿Por qué lo sentirías?

—No sé.

De repente el temblor se acentúa.

—¿Estás bien? —inquiere.

—S... sí.

—¿Sí?

No.

—Sí, sí. Ajá.

—Bien.

¡Por el amor del cielo! ¿Es que no piensa soltarme o qué?

Pero la verdad es que no es su culpa, porque si yo quisiera y si tuviese la suficiente fuerza de voluntad entonces me soltaría por mi cuenta.

Pero es cálida. Su mano. Con cada una de esas estrellas que se dibujan en sus muñecas. Con cada sistema solar que habita entre su pulgar y meñique. Con cada universo.

El universo que llevamos dentro (En corrección)Where stories live. Discover now