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Mi vida continuó con total normalidad, parecía una broma de mal gusto después de toda esa tormenta que me envolvió todo este tiempo, en el pasado cada día surgía un nuevo problema pero ahora, tranquilo, todo demasiado tranquilo, no sabía si sentirme afortunada o temerosa de que lo que estaba por venir fuera más tóxico y me golpeara todavía más fuerte sin previo aviso.

Había pasado un mes desde mi separación con Tomás y me sentía mejor, a veces creía que todo fue un sueño o producto de mi imaginación pero la flor marchita de colores que yace en un cajón de mi mesa de noche y lo enorme que se sentía la cama sin él me recordaba que todo sí pasó, tenía que acostarme en el medio para no sentirme tan sola.

A pesar de todo me acostumbré, mi vida había cambiado una vez más pero de eso se trataba nuestra estadía en este mundo, nada debía ser monótono, las personas estamos diseñados para adaptarnos a cualquier cosa, aceptar los retos sin miedo y cambiar cuantas veces sea necesario, eso hice al cerrar la tapa del libro que guardaba mi historia con Tom, nunca estaríamos lejos, siempre nos unirían los cientos de recuerdos que teníamos juntos, decidí ya no sufrir más y eso me sanó internamente.

Miraba por la ventana del salón, mis estudiantes se encontraban haciendo un pequeño trabajo que les puse, hoy no tendría que recoger a Ocean porque Arly y Alex querían pasar un momento con él y sabía que mi pequeño hijo amaba a sus tíos consentidores, todo estaba en silencio y con cuidado esperaba a que el repartidor llegara con el ramo de flores que todos los días me mandaba Andrew, mentiría si dijera que no me emocionaba.

Unos cuantos salones salieron al patio y empezaban a formar columnas, me llamó la atención que nadie me avisara pero no salí a ver que ocurría, quizá era una actividad de los grados superiores.

Un fuerte ruido inundó el gran salón, parecía que algún helicóptero sobrevolaba la escuela, un niño entró corriendo a pedirme que saliera a ayudar afuera, no me dio muchos detalles y me preocupó.

En el patio encontré una multitud de gente.

—¡¿Cariba Ikhenny estás ahí?! —se escuchó desde arriba, hacía muchísimo viento y me costaba ver de que se trataba. —¡Sube princesa! —Andrew estaba colgado de la escalera que tenía el helicóptero y yo no me lo podía creer.

—¡¡Estás loco!! —grité lo más fuerte posible —la escalera bajo frente a mis ojos, aunque me negaba al principio, los alumnos de mi salón que habían salido tras de mí gritaban apoyando la idea así que terminé armándome de valor y subí, en la mitad del camino alcancé a Andy y me pidió que lo siguiera, sentía la adrenalina al límite, la escalera se movía sin piedad y mi miedo a las alturas casi me paralizaba.

Finalmente conseguí llegar dentro y recibí un fuerte abrazo del padre de mi hijo, sentía mi respiración muy agitada pero la vista era increíble, de repente noté como los alumnos que estaban formados empezaban a caminar por todas partes.

—¿Recuerdas que te dije que vendría a verte? —dijo emocionado pero apenas podía oírlo.

—¡Sí! ¡Pero no creí que fuera así! —contesté casi gritando.

—Mereces sorpresas a tu altura —regresó la vista al público que nos observaba desde abajo —¡Como está!

Saqué mi cabeza un poco para ver de lo que hablaba y me quedé boquiabierta de la impresión, lágrimas empezaron a caer por mis mejillas, todos habían formado la frase "¿Cariba, quieres ser mi novia? " con cartulinas de vistosos colores, todo era tan irreal que no podía creerlo, cuando voltee a verlo él traía un ramo inmenso de flores como el primero que me dio.

—¿Quieres ser mi novia, Car? —repitió arrodillándose frente a mí y con una mano limpió mis lágrimas.

—Andrew, estás demente y así de loco te quiero y por supuesto que acepto —lo abracé sin poder dejar de llorar, era la sorpresa más bonita que había tenido, Andy conseguía superarse a sí mismo cada día.

Para Andrew [En Edición] Where stories live. Discover now