Capítulo 34

319K 27.6K 8.1K
                                    



Las últimas tres semanas de mi vida han sido un completo martirio. Una tortura completa. Luego de mi reunión con David Avallone, mis días se han sumido en una espiral de oscuridad tan densa, que no puedo escapar de ella. No puedo hacer nada más que hundirme en este pozo de autodestrucción al que me lancé en el momento en el que firmé el contrato. Ese que el padre de Gael mandó redactar para mí.

He empezado a escribir el libro que ese hombre quiere. Y no porque así desee hacerlo, sino porque no tengo otra alternativa. Sino porque las cláusulas del maldito acuerdo me orillaron a este punto. Me empujaron hasta el filo del precipicio por el cual estoy a punto de caer, y del que nadie puede salvarme.

Cada semana debo enviar un avance del documento al correo personal del padre de Gael. Cada semana debo sentarme frente a mi ordenador a redactar un documento que me causa tanta repulsión, como arrepentimiento, y tengo que enviárselo al hombre que tiene el destino de mi familia en la palma de su mano.

No puedo hablar con nadie respecto al texto que se me ha exigido escribir. El contrato estipula que no debo hacerlo. No debo, tampoco, hablarlo con Gael porque las consecuencias serían catastróficas tanto para él como para mí. Mucho menos puedo rescindir del acuerdo sin pagar una compensación millonaria; y, para coronarlo todo, cuando termine de redactar la biografía real de Gael —esa que habla sobre su turbio pasado—, deberé alejarme de él para siempre. Deberé desaparecer de su vida porque si me acerco, todo esto habrá sido en vano. Aunque yo haya cumplido con mi parte del trato, David Avallone tendrá el derecho de destruir a mi familia.

Todo —absolutamente todo— lo que en ese contrato se ha redactado, direcciona la situación al beneficio de David. En condena hacia mi persona. En traición hacia Gael...

Me siento miserable.

Cada día.

A cada instante.

Me siento deshecha de pies a cabeza. Agobiada y angustiada todo el tiempo, porque que estoy haciendo algo horrible. Porque que voy a acabar con la vida de alguien si sigo con esta locura. Y, a pesar de que todo dentro de mí grita que debo parar, no puedo hacerlo. No, cuando mi familia está en juego. No, cuando la gente más importante para mí, podría perderlo todo por mi culpa...


Han ocurrido cosas en mi núcleo familiar últimamente. David no mentía cuando dijo que Fabián tenía una amante y que ella misma había accedido a buscar a mi hermana para confesarle la aventura que había mantenido con mi cuñado los últimos seis meses.

La mujer no se tentó el corazón en lo absoluto y buscó a mi hermana para decirle que su marido estaba engañándole con ella. No sé muy bien qué fue lo que pasó durante la conversación que Natalia mantuvo con esa mujer —no nos ha hablado mucho al respecto—; sin embargo, sí sé que esa misma noche tomó la gran mayoría de sus pertenencias, se trepó en un taxi y se marchó a casa de mis padres.

Ha vivido ahí durante las últimas tres semanas. Mis papás están furiosos. Mi papá, incluso, cuando Fabián fue a buscar a Natalia, lo golpeó tan fuerte en la cara, que se fracturó dos dedos. Yo no estuve ahí cuando ocurrió, pero, según mi madre, papá amenazó a Fabián con asesinarlo si volvía a poner un pie cerca de su casa. Le dijo, también, que era un poco hombre y una basura inservible, y que todos estos años lo había soportado a nuestro alrededor, solo porque mi hermana lo amaba; pero que ahora no había nada que impidiera que le dijera cuán pedazo de mierda es, no iba a escatimar en palabras.

Mi mamá dijo que fue una situación horrible. Que Fabián no dejaba de gritar y de exigirle a mi hermana que se marchara con él; que mi papá, incluso, tuvo que amenazarle con llamar a la policía; que Natalia no dejó de llorar como histérica durante todo el confrontamiento y que, incluso, ella misma no dejó de derramar lágrimas de impotencia hasta que Fabián se dignó a marcharse.

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Where stories live. Discover now