40. ¿Puedo abrazarte?

Comenzar desde el principio
                                    

Me acerco a ella sin hacer ruido y me siento a su lado encontrándola contemplando la nieve con tristeza. Pongo el chocolate frente a sus ojos y ella gira para mirarme.

-James... Deberías estar dentro, hace frío.

-Eso tendría que decírtelo yo a ti.- le sonrío y le tiendo de nuevo el chocolate. -Tómalo, lo he hecho para ti.- lo coge y le da un trago.

-Gracias...

-¿Cómo te encuentras?

-Sigo viva.- me río y la veo morderse el labio para no sonreír.

-Sabes que no me refiero a eso.

-Lo sé, ¿qué quieres que te diga? ¿Que estoy bien? Pues no, Lindsay me llamó temprano.

-¿Ha pasado algo?

-Pues si tú llamas algo a que haya ido a mi casa y haya encontrado a mi padre acostándose con una mujer que no hemos visto nunca, entonces si, ha pasado algo.- toma otro sorbo de la taza y esta vez si gira para mirarme.

Veo sus ojos azules cristalizados y siento que se me parte el alma. Mi punto débil siempre ha sido ver a las personas que quiero llorando.

-¿Puedo abrazarte?- pregunto temiendo su respuesta que resulta ser un roto "si". La envuelvo entre mis brazos sintiendo como suspira entrelazando sus manos tras mi cuello. -Te echo de menos.

-Me ves todos los días.- sonrío ante sus típicas respuestas.

-Me ignoras, Elizabeth.- se le escapa una risita.

-Perdón, es que es contradictorio.

-Explícamelo.

-¿Qué día es hoy?

-24 de diciembre.

-¿Y cuándo dije que te lo explicaría?

-El 25.

-Exacto, prometo que mañana te lo contaré todo, pero prométeme tú que no vas a dejar de hablarme.

-Te lo prometo.- la estrecho entre mis brazos. -Y tú vuelve a hablarme.- ríe y nos separamos.

-De verdad siento haberte ignorado, es que no sabía que hacer.

-Cualquier cosa menos dejar de hablarme, castañita.- revuelvo su cabello cariñosamente. -¿Vamos dentro?- asiente y la ayudo a levantarse.

***

POV Emily

-¿A qué esperas para vestirte, hija?- pregunta mi madre cruzada de brazos entrando al dormitorio libre en el que estoy.

-Estoy vestida, má.- mi madre ríe.

-¿Quieres ir a un restaurante con tu pijama de ositos?- río y asiento. -Es Nochebuena, cariño, ¿no te apetece ir a cenar a un buen sitio?

-Eso significa vestirme, peinarme y maquillarme, para luego tener que sonreír a todo el mundo y comer con elegancia. Me da mucha pereza.

-Pues todos están vistiéndose.

-¿No podemos cenar aquí?- se sienta junto a mí.

-No eres la única perezosa, nadie quiere cocinar.- dice divertida. -Vamos, vístete, cielo.

-No es solo por lo que he dicho antes, es que me siento como una traidora.

-¿Por qué?

-Estoy aquí tan feliz con mi nuevo grupo de amigos, ayer comprando regalos con todos y hoy yendo a cenar también con los demás, cuando hace dos años estaba con otra persona que hoy aún está pero parece que lo he olvidado. Soy una traidora.

Gracias a una mudanza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora