Él ahora sabe de los amigos que tenía en Everland, el pequeño pueblo en el que vivíamos antes con mamá. Insistió en que podía recuperarlos y que lo que sea que hubo en algún momento con ellos no está perdido del todo. Dijo que podíamos sentir que nos quedábamos solos por culpa de la distancia, aunque eso no fuera cierto.

Tomo mi celular y busco entre los contactos a un par de chicos a los que creo que les debo una disculpa. Crear un grupo de chat es más fácil. Es la primera vez que tendré uno que no sea de la universidad. Alex y Joshua aparecen de pronto en el encabezado del grupo, lo que me da un poco de nervios. Llevo mucho tiempo sin escribirles si no es por alguna razón de importancia, como su cumpleaños por ejemplo o para agradecerles por felicitarme en el mío.

No deseo parecer fastidioso, así que iré con calma en esto. Parecerá muy pretencioso si tan solo comienzo a charlar como si nada hubiese sucedido cuando he sido yo el que los ha dejado de lado. De todos modos, quien se mudó fui yo. Debí esforzarme más por conservarlos; debí marcharme sin hacerlo realmente. En ese momento no sabía cómo.

De niños no sabemos muchas cosas, de hecho, y creo que es importante que en algún punto alguien nos enseñe que irse de un lugar no significa que las personas que se quedan son abandonadas.

-"Hola." -escribo. Tal vez debí agregar una carita sonriente. Aunque esto es algo serio, así que tal vez no. No estoy seguro. -"Perdón por ser alguien muy ausente. ¿Podemos charlar? Creo que les debo muchas explicaciones."

De repente me doy cuenta de que he pasado largo rato mirando lo que he escrito sin enviarlo. Trago grueso y respiro hondo.

No seas un gallina. No seas un gallina.

Comienzo a hiperventilar y mis dedos se ponen resbalosos del sudor, así que presiono el botón de enviar antes de que me arrepienta. Nervioso, lanzo el celular sobre la cama y rebota en una de las patas de Morfeus. Éste alza la cabeza y mira para todos lados asustado. Pestañea varias veces y bosteza.

-Lo siento, fue un accidente.

Él bufa y deja su cabeza caer sobre la cama nuevamente con tanta pesadez, como si llevase una bolsa con patatas dentro de ella. Un minuto después vuelven sus ronquidos.

Vaya madrugada ésta. Transcurre con una quietud que, mirándola sentado desde el alfeizar de la ventana, parece irreal.

Entre neblina y oscuridad.

Entre las estrellas y la luna.

Entre algún tipo de soledad acogedora.

-¿Willow? -Mamá me llama desde la otra habitación así que salgo a ver qué necesita.

-¿Sí?

-¿Te desperté, cielo?

-No, descuida.

-¿Podrías traerme un vaso con agua?

-Claro.

Abajo en la cocina reina el silencio. Desde que papá no está todo es muy silencioso. Él le ponía vida a todo lo que tocaba. Tenía una especie de luz a su alrededor que se irradiaba a montones hasta que se transformaba en algo que te hacía sentir feliz.

Creo que no heredé nada de esa luz.

O tal vez en mi interior contengo alguna otra cosa menos brillante y más densa.

A veces podemos estar llenos de puros vacíos, y si teorizamos un poco eso de la luz, la oscuridad es la ausencia de ésta. Tal vez eso explique por qué esa luz que Tesla irradia en cada palabra nunca se queda sin espacio. Porque por dentro yo tengo muchos espacios cuyo vacío solo están ausentes de luz, y él me brinda un poco de la suya.

El universo que llevamos dentro (En corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora