Las miradas divertidas que son puestas en mí en ese momento, no hacen más que sembrar en mí una semilla de confusión.

¿Qué? —pregunto, en dirección a Ruth, la chica que me sacó de mi ensimismamiento; y el resto de las personas —chicos y chicas de mi curso— que se encuentran en nuestra mesa, esbozan sonrisas burlonas.

Llegados a este punto, está más que claro para todos que no estaba poniendo atención alguna a la conversación que todos entablaban.

—Te preguntaba que si tú sabías que el tipo para el que trabajas, Gael Avallone, va a casarse —Ruth repite, y la sola mención de su compromiso —por muy falso que este sea— me revuelve el estómago.

—Por supuesto que lo sabía —interviene Susana, una de mis compañeras de clase—. Está escribiendo su biografía. Es lógico que sepa esa clase de cosas, ¿no es así, Tam?

—¿Qué no ese tipo fue el que golpeó a Rodrigo en el Mayas? —Víctor, otro de mis compañeros, pregunta, al tiempo que frunce el ceño y me mira con confusión y curiosidad.

—Es cierto —Ruth asiente, con aire pensativo, y clava sus ojos en mí—. Luego del desastre de esa noche, estaba más que claro para mí que ese hombre estaba interesado en ti, Tamara.

En ese momento, la vista de todos mis amigos se fija en mí.

Una mueca de fingido horror se pinta en mi rostro, al tiempo que sacudo la cabeza en una negativa.

¡Claro! —bufo con sarcasmo, en un acto desesperado por mantener lejos de sus cabezas la posibilidad de que el magnate y yo tenemos algo—, como si un hombre como Gael Avallone fuese a interesarse en alguien como yo.

—El tipo fue al bar solo porque tú lo invitaste —Saúl, otro de los asistentes de la mesa, apunta—. Eso sin mencionar que golpeó a alguien solo para defenderte y que, luego de toda la escena que se armó, te marchaste con él —alza las cejas en un gesto sugestivo—. Si me lo preguntas, eso, para mí, es estar interesado.

—¿Interesado? ¿En qué? —suelto, al tiempo que ruedo los ojos y esbozo una mueca cargada de fastidio—. ¿Qué podría tener yo de atractivo para un hombre que, seguramente, tiene mujeres hermosas a su merced?

—Tamara tiene un punto ahí —Fernanda suelta, a manera de broma y, en ese momento, una maldición dirigida a su persona se me escapa de los labios.

Ella suelta una carcajada en el instante en el que lanzo una galleta de avena que traje desde casa en su dirección. Inmediatamente, la tensión acumulada entre todos los presentes se fuga.

Sé que ha hecho ese comentario para aligerar el ambiente, y alejar la atención que todo el mundo ha puesto en mí y en mi relación clandestina con Gael. Yo no puedo hacer otra cosa más que agradecer el gesto de sobremanera. No puedo hacer nada más que mirarla con gratitud, al tiempo que ella me regala un guiño casi imperceptible.

Hace un par de días le conté todo respecto a la relación que mantengo con él y, a pesar de que al principio se molestó conmigo por no habérselo dicho antes, se ha vuelto mi confidente al respecto.

No le he hablado sobre el pasado de Gael, o sobre las amenazas que su padre ha puesto sobre mí; sin embargo, le he dicho lo suficiente como para hacerle saber que no está comprometido en realidad. Que lo que tiene con la tal Eugenia, es solo una pantalla que su padre trata de mostrarle al mundo.

—¡Oye! ¡Pero eso no responde a nuestras dudas! —Ruth chilla, luego de unos instantes de barullo juguetón—. ¿Sabías que Gael Avallone estaba comprometido?

La irritación se apodera de mi cuerpo en el instante en el que mi compañera trata de traer a la luz el tema una vez más; pero, cuando estoy a punto de hacer un comentario al respecto, mi teléfono vibra en el bolsillo de mis vaqueros justo a tiempo para salvarme de tener que responderle.

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Where stories live. Discover now