Capítulo 3

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Alyssa.

      Salí de la cocina echa bolita. ¿Quién se creía que era? Era cierto que muchas veces no solía agradarle a muchas personas, pero definitivamente, él sobrepasaba el nivel, con solo mirarle le veía algo chispeante en esos ojos, cada vez que lo hacía me ponía los pelos de punta, como si quisiese asesinarme. Sus burlas me tenían harta, le odiaba y sabía que aunque era muy pronto, no me iba a llevar nada bien con ese bastardo. Siento si soné algo dura con esa palabra, pero solía decirle bastardo o bastarda a cualquiera que me cayese mal. Intenté pasar desapercibida cuando debido a mis altos tacones rojos, se me dobló el tobillo, logré consolidar mi equilibrio y observé a todos los lados asegurándome de que nadie hubiese visto mi vergonzoso pie doblándose debido al alto tacón de mi zapato. Me puse rígida casi al instante, el calor subió a mis mejillas de la vergüenza, y eso que nadie me estaba observando.

     Aun así, la humillación o cualquier acto vergonzoso, me estuviesen viendo o no alguna persona, recaía en mi fuerte, odiaba quedar mal ante otras personas y, aun peor, si esa persona era yo misma.

    Retomé mi camino y volví a entrar al salón, los meseros que horas antes habían servido nuestra comida, ahora se encontraban levantando el resto de platos que se encontraban vacíos, mi plato aún estaba medio lleno, pero cuando vi como una de las empleadas se empeñaba en recogerlo, no decidí protestar. El apetito se había ido en cuestión de segundos, volví a sentarme en la mesa y mi ánimo subió un poco cuando pusieron sobre la mesa una copa de vino. Sin pensármelo dos veces, tomé la copa y la deposité en mi boca, el vino recorrió mi garganta y me hizo tranquilizarme un poco, me quedé observando un punto fijo sin prestar atención a las voces que se escuchaban muy lejos de mí, hasta que, sentí como mi madre me removía el brazo para que volviese a la cruda realidad.

     — ¿Estás de acuerdo? —Dijo brindándome una cruda y falsa sonrisa, como siempre que estábamos con gente de importancia.

    La observé unos segundos con los ojos abiertos de par en par, luego mi mirada se deslizó por todos los presentes en la mesa que esperaban expectantes por mi respuesta. Parpadeé dos veces y carraspeé intentando parecer relajada y dejar de tensionar mi cuerpo.

   — ¿Sobre qué? —Respondí segundos después completamente perdida.

   —Bethany te ha hecho una gran invitación, cariño. —Dijo mi madre, asesinándome con la mirada. —Quiere llevarte a una fiesta en la piscina mañana. —Aclaró intentando que yo no lo arruinase.

    Fulminé a mi madre con la mirada, ¿Cómo mierda le hacía entender que yo no quería ir a ninguna estúpida fiesta? Bethany había sido bastante amable el día de hoy, pero era asfixiante, no quería reemplazar a mis amigas, yo quería estar en Boston con ellas, no aquí, donde nadie es capaz de entender lo duro que es para mí el tener que mudarme a un lugar en el cual no conozco a nadie.

    Un lugar en el cual, una chica no ha parado de ser amable conmigo, un lugar donde mis padres solo se interesan en sus propios asuntos, un lugar donde un imbécil no ha parado de ofenderme desde que comenzó el día, estaba harta de tener que soportar todo lo que me estaba ocurriendo, el dolor de cabeza había empeorado, y no era nada más ni nada menos que estrés. Eso era exactamente lo que tenía, sabía que haberme estado quejando todo el día no me había ayudado en lo absoluto, mucho menos cuando mi día había comenzado de la peor manera posible, solamente deseaba llegar a mi nueva habitación y acostarme a dormir por el resto de la noche, levantarme temprano e ir a correr para conocer la que sería mi nueva ciudad, luego llegar de nuevo a casa, ir a la inmensa piscina, broncearme para estar muchísimo más bella cuando entrase al instituto, y luego simplemente tomar una ducha de agua caliente, prender la lamparita de mi habitación y leer tranquilamente un buen libro.

Del Egoísmo Al Amor I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora