Aprieto la mandíbula y otra clase de enojo me asalta. Este, va direccionado hacia Fabián.

—Lo que haga mi cuñado me tiene sin cuidado —escupo—, y, si realmente está engañando a mi hermana, espero que ella sea lo suficientemente inteligente como para mandarlo a la mierda. Lo que pase en su relación, no es de mi incumbencia, y tampoco es de la suya.

—Yo no me comportaría así de arrogante si fuera tú, Tamara —canturrea y otra punzada de ira me recorre entera.

—¿Está amenazándome?

Otra carcajada corta brota de la garganta de David.

—No, Tamara. Solo estoy dándote un consejo. Solo estoy informándote que esto apenas es el inicio. Yo te lo advertí. Te dije que tenías que alejarte de Gael. Incluso, fui bueno contigo y te di más de un mes para que lo hicieras. No es mi culpa que no me hayas escuchado. Ahora es tiempo de que afrontes las consecuencias de tus actos.

—No le tengo miedo —escupo.

—No necesito que me tengas miedo —el tono jovial que utiliza solo consigue ponerme la carne de gallina—. Ese no es mi propósito.

—Tampoco voy a alejarme de Gael.

—¿Apostamos? —el reto implícito en el tono de su voz no hace más que incrementar el coraje creciente en mi pecho. No hace más que hacerme querer arrancarle la sonrisa que —seguramente— tiene en los labios ahora mismo.

—Le diré a Gael todo lo que está haciendo —suelto, de pronto, sin siquiera ponerme a pensar en el peso de mis palabras—. Le diré sobre las amenazas. Se lo diré absolutamente todo.

—¿Y crees que diciéndoselo vas a solucionar el problema? —David se burla—. Gael jamás se atrevería a desafiarme. Tiene mucho que perder; así que te aconsejo que no te ilusiones mucho al respecto.

—¿Apostamos?... —suelto, con la misma arrogancia con la que él me está hablando.

El silencio que le sigue a mi declaración es tan tenso, que casi puedo saborear la incertidumbre del otro lado de la línea. Que casi puedo sentir el miedo que irradia por los poros ahora mismo.


—Si Gael decide desafiarme, que lo haga —David habla, luego de unos instantes de silencio—. A él también puedo acabarlo.

—¿Es que acaso no tiene otra cosa mejor qué hacer más que arruinarle la vida a la gente? ¿No le remuerde siquiera un poco la conciencia el saber que la única razón por la que su hijo está a su alrededor, es porque lo tiene amenazado? —el tono de mi voz es tan enojado ahora, que yo misma me sorprendo de la dureza que imprimo.

—Haré todo lo que esté en mis manos para alejar a las cazafortunas como tú de mi familia —esta vez, genuino coraje se filtra en el tono de su voz—. Haré todo lo que esté en mis manos para alejar a las mujerzuelas como tú de mi dinero.

—¿Es que no entiende que a mí me importa una mierda su jodido dinero? —espeto y mi voz se eleva un poco en el proceso—. Yo lo único que quiero es...

—¿Enamorarlo? ¿Casarte y no volver a preocuparte jamás por el futuro? —David bufa, con sorna—. A mí no me engañas. Sé que eres igual a las otras. Gael nunca va a sentar cabeza con una muchachita como tú, ¿es que acaso no lo entiendes?

Sus palabras me escuecen el pecho, pero me las arreglo para empujar el dolor momentáneo que me han provocado, para continuar:

—¿Qué se supone que es lo que tengo que entender? ¿Que todo el mundo a su alrededor hace lo que a usted le pega la santa voluntad? ¿Que cree que puede manipular a todo el que lo rodea solo porque tiene dinero? —mi voz suena cada vez más inestable—. Pues déjeme decirle que está muy equivocado si piensa que voy a acceder a sus peticiones solo porque le ha dado por intentar amenazarme.

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Where stories live. Discover now