Capítulo 40 ''Venganza''

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Larina

-¿Cuándo vas hacer el favor de salir del maldito cuarto?- grita Erika, una nueva amiga, que conocí hace una semana cuando salí a correr...

Era lunes sobre las siete de la tarde, estaba viendo unas películas de amor de esas cursis. De esas en las que la protagonista enamora a un chico guapo y listo y que éste le corresponde y le pide matrimonio al mes. Jajaja me río de esas películas, no entiendo porque me gustan.
Vale, en verdad si lo sé; me hace sentirme peor y vulnerable... soy masoquista, lo admito.
Me levanté sin pensármelo dos veces ¡Tenía que cambiar mi vida! No podía seguir así de amargada, llorando por cada rincón como si fuese una maldita niña pequeña. ¡Dentro de una semana era mi cumple por fin! Siempre me han encantado los cumples y más si son los míos. Tengo que estar contenta, ¡Por qué estoy viva! No estaré feliz, estaré rota y aunque solo me apetezca ver Titanic una y otra vez hasta que los ojos me explotasen, no podía hacerlo. Tenía que estar bien, fuerte. Por mí, pero sobretodo para que él vea que no estoy rota por un gilipollas como él. Quiero vengarme, quiero que sufra; aunque se que no le importo, se que le molestará que esté feliz y contenta. Le molestará que esté con chicos y sea feliz.
Se que solo serán aparencias, pero joder... No me importa que solo lo sea, con tal de hacerle daño.
Me calzo los primeros tenis que veo y le doy gracias al que esté arriba, por estar vestida ya.
Cojo las llaves y salgo todo lo rápido que puedo. Me acerco a un parque que está a unas calles de mi casa y empiezo a correr como nunca antes, corría y corría como si la vida me fuese en eso. Me encantaba esta sensación, era alucinante.
Vale... es mentira. Intenté correr, corrí como un minuto entero, o eso creo. Me cansé tanto que el corazón parecía que se me iba a salir del pecho y que me iba a dar algo en momento u otro. Cerré los ojos con fuerza hasta que oí unos pasos acercarse a toda prisa.
-¿Estás bien?- me preguntó una chica con aparente acento latinoamericano, mientras me tendía la mano para ayudarme a levantarme; no se la cogí, todo me daba vueltas y solo pude decir unas palabras:
-Siento que me muero- y volví a cerrar los ojos, hasta que sentí como me arrojaban algo frío por todo el cuerpo.
-¡Ahh!- grité mientras me levantaba rápidamente sin recordar porque me había tirado  anteriormente sobre el césped- ¡¿Tú estás loca o qué te pasa?!- le grité mientras movía las manos con rabia- ¡Mira como me haz puesto, joder!
Ella solo se río mientras se daba la vuelta y gritaba para que la oyese a pesar de todo el ruido que hacían los coches- no te quejes tanto, y haz lo que tienes en mente. Eres una vaga y una persona que se rinde por no haber echo nada- se giró mientras ponía los brazos cruzados y arqueaba una ceja- ¿O me lo vas a negar?
No quería darle la razón, nunca me había gustado darla, me molestaba que tuviese razón, me molestaba que una tipeja como ella hubiese dado tanto en el clavo ¿Cómo lo sabía si no me conocía de nada? ¿O sí lo hacía? No tenía ni idea, ahora solo le apetecía cerrar los ojos y perderse en el atardecer, en en ruido de los coches, en el ruido de los pajaros al volar, en el sonido de la libertad.
Aunque tampoco ahora quería ser libre, solo querría estar con Alejandro, besándole, amándole, demostrándole que ella si que sería una buena esposa.
Que pena das y que sola
Hasta mi subsconciente se ríe de mi ¿Qué más me puede pasar?
-¿Me estás escuchando?- dice de nuevo la tipeja que me tiró el maldito agua.
Me acurruco a un lado de un árbol y le digo mientras intento entrar en calor:
-Déjame en paz, ya haz molestado demasiado.
- Tienes un careto lamentable, seguro que tu novio te dejó por otra- abrí los ojos como platos... ¿Cómo lo sabía...?
Como si me leyese el pensamiento me dice- yo pasé por lo tuyo, e hice exactamente lo mismo. Te he estado observando, desde que me mudé hace dos semanas, casi nunca sales y se me hace raro. No pienses que soy una psicópata, solo me llamaste la atención. Me gusta observar a las personas, escribir sobre ellas, saber su pasado, sus miedos, sus inseguridades... Soy muy curiosa, pero especialmente contigo. Se que necesitas ayuda, se que necesitas olvidarte de alguien que tienes marcado a fuego en tu retina y lo peor de todo... en tu corazón- se acerca más a mi y me dice tendiéndome la mano- Yo soy Erika Padilla, yo voy hacer la persona que haga que puedas cerrar ese capítulo, no será fácil, pero tampoco imposible.
- Yo soy Larina, paso de decir mi apellido, no te conozco puedes ser alguien que me quiera joder... Bueno, admito que necesito tu ayuda, no te conozco pero se que solo tú puedes ayudarme. Quiero salir de este maldito infierno, quiero vengarme...quiero tantas cosas...- dije tapándome la cara con ambas manos- dios, no puedo más.
Sin esperarmelo, esa persona que hacía menos de dies minutos me había arrojado agua encima, me había dado un abrazo tan cariñoso y sentimental que por un momento pensé que si la conocía, que de verdad que si la conocía, aunque en verdad no fuese así.
Se acercó lentamente a mi oreja y dijo tan bajito que pensé que se lo decía más a ella misma que a mi.
-Por amor no se muere, si duele como si te estuviesen clavando un puñal, pero eso con el tiempo se va... Con el tiempo se supera.

- Solo me falta ponerme los tacones, no seas desesperada- pongo los ojos en blanco mientras escucho como suspira y se aleja enfadada.
Me miro al espejo y sonrío, estoy preciosa.
Llevo un especie de sujetador pero que se usa como camisa, una chaqueta vaquera negra , unos pantalones color vino  y que marca mis curvas como ninguna, unas medias de rejilla y unos tacones de diez centímetros con plataforma negros.
Me pinto los labios con un carmín rojo que me regaló hoy Erika. Es de Channel, mi favorito. Somos tan iguales, pero tan diferentes y eso me gusta. Es una gran persona.
Abro la puerta, mientras me echo  el pelo hacía atras, me lo acababa de planchar, a él le encantaba como me quedaba ¡¿Quieres dejar de nombrarle, pesada?!
Sí, vale. Pero tenía que admitir que hacía tiempo que no me sentía tan bien.
-Wow, estás explosiva- dice Erika mirándome de arriba a abajo mientras se mordía el labio.
Siempre lo hacía.
-Gracias, tú también.
Salimos de mi casa y nos dirijimos al porsche de ésta.
Me encantaba todo de ella; su casa, su ropa, su personalidad, su físico. TODO.
Pone música regae y nos ponemos a cantar mientras ésta corre y corre; ese es su mayor hobbie; a parte de saber todas los secretos de los demás, claro.
Siempre me ha encantado la velocidad, los riesgos, el miedo.
Me gusta sentir la adrenalina en cada poro de mi piel. Sentir como si solo me quedase unos minutos de vida y que este fuese mi último deseo.

A los cinco minutos llegamos a una especie de discoteca. No se exactamente lo que es porque nunca he venido, pero se ve que Erika si que lo conoce porque el chico que está en la entrada, la mira y asiente.
Cuando entramos no puedo evitar quedarme con la boca abierta.
- Que preciosidad Erika -digo al darme cuenta de que toda la estancia está echa de hielo; bueno en verdad no es hielo, pero la verdad es una imitación tan asombrosa que por un momento me apeteció pasar la lengua por la pared.
- Si nena, es una de las fiestas más exclusivas de todo Madrid- se acerca a la barra y mientras tontea con el camarero le pide dos Gintonic.
A los minutos regresa con ambas copas en cada mano y una gran sonrisa, no hace que le pregunte de lo que estaban hablando, su mirada lo dice todo.
- Aquí tienes preciosa y ahora a disfrutar de la noche como nunca lo has echo. A partir de ahora iremos más de fiesta y te ayudaré a disfrutar tanto de la vida que cuando tan solo tengas treinta años, dirás que haz disfrutado por toda tu vida- me pica el ojo mientras me coge del brazo y nos adentramos en una sala con música- hazme caso a mí.
Asiento con la cabeza y me bebo el Gintonic de un trago. Voy hacia la barra más cercana pido otro y cuando me lo deja encima de la barra me lo bebo de un trago.
-Ahora si ¡Vamos a pasárnolos bien no... de puta madre!
Me río cuando veo que un grupo de mujeres se ponen las manos en la boca por la palabra que acabo de decir, por dios ¡qué pijas!
- ¡Qué pijas!- dice Erika como si me hubiese leído la mente, pero lo más gracioso de todo es que se lo dice mirándolas descaradamente y señalándolas con el dedo.
Me entra la risa floja, a lo que se une mi amiga.
-¡Vamos a bailar!-digo mientras la agarro de la mano y la arrastró, literalmente por la pista de baile.
Suena una especie de canción, no sé cuál es pero hace que me motive y me ponga a bailar con Erika de una manera muy sexy y provocadora, que los chicos de nuestro lado se nos quedan mirando, solo les falta la babita; típico.
Pasamos bailando, bebiendo, riendo en esa fiesta hasta casi las dos de la madrugada. No aguanto los tacones, pero decidimos ir a otro bar más tranquilo que está a unas calles más allá de esa fiesta.
Las dos vamos con copas de más, perwo no estamos borrachas ''no técnicamente'' podemos andar bien,en línea recta, pero si que estamos mareadas; más de la cuenta.
Abrimos la puerta del bar donde pone ''abierto'' al abrirla un delicioso olor a pizza recién hecho.
-Mmm que delicioso- digo mientras cierro los ojos.
-Tú si que estás deliciosa- oigo una voz al lado de mi oído, no hace falta darme la vuelta y abrir los ojos para saber de quién se trata la voz. Ya mi cuerpo sabe que es él, su olor entra en mis fosas nasales, mi piel está erizada preparada para recibir una caricia de él, mis manos desean tocarle, mis ojos verle, mis labios sentirlo... Y eso solo me pasa con una persona... Alejandro.

Simplemente Tú, Mi ProfesorWhere stories live. Discover now