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Con una sonrisa de oreja a oreja que creo imposible nada ni nadie consiga borrar de mí rostro, salgo del coche para poder vestirme más cómodamente. John me imita.

Ambos nos miramos a los ojos recordando a la vez instantes cómo este.  Días pasados en los que teníamos que citarnos a escondidas porque debíamos mantener nuestro amor en secreto. Y ahora, que parecía que estábamos en un momento distinto de nuestra relación, tenemos que volver a comportarnos cómo al principio.

Aunque muchas cosas han cambiado desde que John y yo nos enamoramos. Ahora tenemos una relación más madura y conocemos sobradamente hasta donde está dispuesto a llegar el otro por mantenernos unidos. Somos más cómplices que nunca. Creo que no exagero si aseguro que nuestro amor es indestructible.

Con la única iluminación de la bombilla de emergencia del garaje, y el reflejo de la tenue luz de una farola del exterior, trato de calzarme mis zapatillas. Si, ¡mis zapatillas! Son un nuevo complemento al que trato de acostumbrarme.  Pero, no se sí por la falta de visión o de costumbre, acabo pisando un clavo que debió extraviarse durante el traslado de los muebles.

-¡Auug!- exclamo.

-¡Tsss!- me regaña John exigiéndome que guarde silencio.

-Acabo de clavarme algo en el pie, pero tranquilo, ¡estoy bien!- aseguro con retintín.

-Vas a despertar a "J", y a tú padre- me rebate. Y antes de que pueda contestarle, un extraño ruido en el exterior acapara toda nuestra atención.

Lejos de ignorar el hecho, y en parte fruto de la manía persecutoria que sufro desde que me percaté de que aquél hombre me observaba a escondidas, me hago con el bate de béisbol que John guarda sobre la caja de herramientas y presiono el botón que activa el mecanismo de apertura de la puerta del garaje.

Furiosa, salgo al exterior con mucho ímpetu. John se queda atónito por mí reacción.
A continuación, grito a todo volumen incitando al supuesto acosador a que sea valiente y se muestre frente a mí. 

John no sabe lo que pasa. Por no hablar de qué, a estas horas de la noche, el escándalo que estoy montando es considerable. Cómo siga así acabaré despertando a los vecinos, y quién dice vecinos dice a "J" y  a mí padre.

-Pero Mía, ¿Qué es lo que ocurre?- me cuestiona John desconcertado.

-Ese hombre. ¡Seguro que es ese hombre otra vez! Voy a darle un escarmiento, así sabrá cómo me las gasto- contesto mientras doy vueltas sobre mí misma amenazando al vacío con el bate.

Al instante, el perro del vecino sale de entre los arbustos provocando que el cubo de la basura caiga al suelo. Tras el estruendo, huye despavorido en dirección contraria.

Tras la revelación, trato de recuperar la calma. John me quita el bate de las manos y me abraza tratando así de calmar mí pecho. Por suerte, ni nuestro hijo, ni nuestro huésped, se han despertado. Y parece que los vecinos continúan durmiendo.

Cuando entramos de nuevo en la casa, John tira de mí mano hasta que llegamos a la cocina. Allí, con un gesto cariñoso, insiste en que le explique que es lo que me preocupa.

-¿Va todo bien?- me pregunta John preocupado.

-No estoy segura...

-¿Qué es lo que te asusta, nena?- insiste de nuevo.

-Pues, verás, cuando estuve en casa de mí padre, en Atlanta, me di cuenta de qué un hombre me observaba con detenimiento y, en el momento en el que nuestras miradas se cruzaron, desapareció. Además, me pareció verlo de nuevo en el supermercado, aquí, en la base. Y no sé que es lo que pasa, ni porqué me persigue... Tengo miedo, John.

-Pues viéndote con el bate en la mano no me lo parecía -bromea John tratando de quitarle hierro al asunto.

-¡ Este asunto es serio, John!- protesto enfadada- Haré lo que sea necesario para mantenernos a salvo.

-Esta bien. Tranquilízate. Vayamos por partes. ¿Estás segura de qué el tipo de Atlanta y el hombre del supermercado son el mismo hombre? ¿Le reconocerías?

-Pues... creo que sí... Llevaba un sombrero vaquero y lucía una hebilla en forme de águila en su cinturón.

-Mia, ese es un atuendo muy corriente. Dime si tenía un acento particular o alguna otra característica poco común que le diferencie de los demás. Algo que pueda ayudarme a identificarlo.

-No se que decirte. No me ha hablado, ni se me ha acercado lo suficiente cómo para describirle con tanta precisión- aseguro.

-¿Y estás segura de que ese tipo no esta a sueldo de tú padre? Los dos sabemos lo retorcido que puede llegar a ser...

-Se lo pregunté, y me lo negó. Me prometió que no trabaja para él, que no me mantiene bajo vigilancia.

-¿ Y por qué no me lo habías contado antes? ¿Es qué no confías en mí?- me cuestiona ofendido.

-Cielo, no quería preocuparte... y, aún y estando algo inquieta, pensaba que tenía la situación bajo control. Pero, cuando escuché ese ruido al lado de casa..., entonces me asusté de verdad. ¡Me moriría si algo os pasase!- confieso rota de dolor.

-Esta bien, preciosa, esta bien...- susurra John a la vez que me acoge en su pecho- conozco a un par de los soldados que hacen la guardia del control de acceso de la base esta semana. Les comentaré lo ocurrido de  modo extraoficial.
Y Mia, nadie te hará daño, entiendes. Yo te protegeré. Os protegeré- promete John.

EL GUARDAESPALDAS  (segunda parte)Where stories live. Discover now