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Dispuesta a darle una oportunidad a nuestro reencuentro, me bajo del coche con la mirada fija en la lejanía. Por su parte, Lily contempla junto a la puerta de la casa cómo sus hijos se reúnen con mí bebé. Matthew y James han rodeado a John, que mantiene a "J" entre sus brazos, permitiendo así que sus primitos le cubran de besos y carantoñas. El pequeño no deja de sonreír.

Tanto Lily cómo yo permanecemos expectantes, eso es evidente. Y cómo quién calla otorga, y estoy segura de que ella es consciente de que tiene parte de culpa, decido saludarla con la mano, desde la distancia, para rebajar la tensión.

John ha preparado una jornada repleta de actividades, en territorio neutro, para mantener entretenidos a los niños y que pasen un día estupendo. 

Cómo recién llegada a la zona, me dejo guiar por John para descubrir la ciudad. Y es que apenas he salido de la base desde que me mudé, y no conozco demasiado Killen. De lo que si me doy cuenta circulando por sus calles, es de que en su horizonte no se atisban grandes edificaciones.

Dispuesta a averiguar todo lo que esta pequeña ciudad está dispuesta a ofrecernos, optamos por un plan de lo más familiar. Aprovechando las bondades de un clima templado para la época del año, visitamos el parque acuático The Lions Club.

Los niños se deshacen de su ropa en un pispas. Y, en menos que canta un gallo, ya están a remojo. Pero pronto la piscina infantil se queda pequeña para el valiente de Matthew, que tiene  hambre de vida, y se encamina hacia uno de los toboganes más temerarios, el azul y amarillo. Su habitual forma tubular se transforma, al final del trayecto, en una especie de embudo que desemboca en la piscina. Tras el primer chapuzón, él y James se aventuran a deslizarse por los otros tres toboganes, el naranja, el verde y el rojo, que son para todos los públicos. Lily no les quita el ojo de encima.

"J" y yo nos adentramos en la parte menos profunda de la piscina. La que a un adulto a duras penas le cubre hasta la rodilla. Su profundidad aumenta progresivamente desde el borde, por lo que se asemeja a la orilla de una playa pero sin el inconveniente de las olas. A unos metros de distancia hay un barquito, pintado de llamativos colores, al que los niños acceden desde unas amplias escaleras antideslizantes. Mí bebé y yo nos subimos a él mientras John nos observa desde una de las escotillas. En un momento dado decide sorprendernos provocando las carcajadas de "J".

Después nos acercamos a unos chorritos cercanos. En ellos jugamos con nuestro pequeño, que disfruta de las diferentes intensidades probándolas en las palmas de sus manos y las plantas de sus pies. 

Tras liberar adrenalina, Matthew y James corretean por el columpio situado en el centro de la piscina. Ambos suben y bajan de la instalación a toda prisa, cómo si su energía jamás fuese a agotarse. Lily se reúne con nosotros y, a pesar de estar a mí lado, apenas intercambiamos palabra.

Siguiendo el ejemplo de varios de los adultos allí presentes, nos protegemos del sol sentados alrededor de una de las mesas cubiertas por sombrillas. En ese mismo lugar improvisamos una comida a base de Fast food y refrescos.

Por la tarde visitamos la bolera. En la base hay una estupenda, en la que los soldados y veteranos disfrutan de descuentos especiales, pero la descartamos porque este fin de semana se está celebrando un campeonato entre distintos batallones. Finalmente nos decidimos por el Bowlerama.

Ya en el establecimiento, solicitamos una pista y un par de raciones de nachos. Sobre la moqueta, en la zona de mesas, se está celebrando un cumpleaños infantil. Las columnas están decoradas con globos de colores y los pequeños invitados corretean a su alrededor a la espera de que llegue el pastel. El anfitrión, al que distingo por la corona de cartulina dorada que luce en la cabeza, espera con impaciencia a que llegue el momento de desenvolver los regalos.

Los niños de nuestra familia todavía tienen energía para rato. Incluso "J" ha prescindido hoy de su siesta. John le muestra una brillante bola de bolos. Está tan pulida que mí bebé se ve reflejado en ella. Acto seguido ayuda a sus sobrinos a realizar sus respectivas tiradas. 

Cuando damos por finalizada la jornada, y subimos al coche, "J" se duerme en el acto. ¡Está agotado! Tras despedirnos de Lily y los niños nos encaminamos hacia la base. 

Al llegar al edificio de apartamentos descubrimos que una buena noticia nos aguarda en el buzón. Nos han concedido una vivienda unifamiliar, de la cual dispondremos de las llaves la próxima semana.

Con "J" ya descansando en su cuna, John y yo nos acomodamos en el sofá. Nuestras manos se buscan en el acto, y nuestros labios las imitan. Los dos estamos muy cansados, sin embargo nos atraemos demasiado cómo para desaprovechar la oportunidad de complacernos. Pero en el momento en el que las caricias están a punto de pasar a mayores, suena mí teléfono móvil. El número que aparece en pantalla me es desconocido pero, tras varias llamadas seguidas, decido atender la llamada.

-¿Dígame?- pregunto expectante ante tanta insistencia.

-Mia - me nombra Karen. Y es que su voz es inconfundible.

-¡Tía Karen! ¿Cómo estás? Y Dan, ¿ya está planeando la decoración navideña de este año?

-Mí niña... te echamos mucho de menos. También al pequeñín. ¿Ya ha dicho su primera palabra? ¿Le ha salido algún diente? Porqué cuando empiece con la boca no parará de protestar, le dolerán las encías, pobrecillo... Y recuerda tapar todos los enchufes, le tendrás gateando antes de lo que piensas...  Y pasa a menudo la aspiradora, porqué todo lo que caiga en sus manos acabará dentro de su boca... - relata atropelladamente Karen.

- ¿Qué es lo que ocurre, Karen? Sé que cuando dices tantas cosas de golpe te callas la más importante- le cuestiono.

-Bueno... Mia, es tú padre. Me tiene muy preocupada- confiesa.

-No quiero saber nada de él- le rebato.

-Pequeña, desde que te fuiste esta muy triste, pero a raíz de que Olivia se marchara apenas come. Y no sale de casa. Ni siquiera para ir a trabajar- asegura.

-¿El demonio rojo se ha marchado?- le cuestiono confusa.

-Sí. Tuvieron varias discusiones subidas de tono y ella hizo las maletas, cogió a los niños y se fue- me explica Karen- Mia, tú padre te necesita. Tal vez una visita tuya le animaría un poco...

-No creo que quiera verme, y yo tampoco estoy segura de querer verle a él- insisto.

-He criado a una niña preciosa, tan lista y testaruda cómo su padre, pero con un gran corazón. De eso estoy segura. Sé que harás lo correcto- dice con cariño.

-Yo... lo pensaré, ¿de acuerdo?- contesto indecisa.

-Espero verte pronto, y a "J" también- apunta Karen.



EL GUARDAESPALDAS  (segunda parte)Where stories live. Discover now