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Ya eran más de las diez de la mañana, pero yo seguía en la cama. No era capaz de levantarme. Levi había llevado a "J" junto a Karen para que le diese su papilla de cereales. En realidad Levi era el único que conocía lo ocurrido el día anterior y confiaba en que nuestro secreto estaba a salvo con él.

Ahora mismo me sentía cómo si John me hubiese dado una patada en el culo mandándome así de nuevo a la casilla de salida. Mi corazón, que ya estaba repleto de parches, se había resquebrajado por un sitio nuevo.

Estando todavía medio adormecida me pareció escuchar cómo John gritaba mí nombre. ¡Maldita sea! ¿Si ayer no quiso dirigirme la palabra porqué tenía yo que escucharle ahora en sueños?

Sobresaltada, abrí los ojos al instante, pero no dejé de oír su voz, sus gritos desesperados. Entonces salí corriendo de la cama, me cubrí con una camiseta y bajé las escaleras de dos en dos. La voz de John guió mis pasos llevándome hasta la puerta principal de la finca, hasta donde él había llegado en taxi desde el aeropuerto. John estaba forcejeando con los miembros de seguridad que la custodiaban.

-¡Basta! ¡Dejadle! ¡Está herido!- grité desde metros antes de llegar al lugar.

Pero ni John dejaba de intentar acceder al recinto a la fuerza, ni los guardaespaldas de mí padre cejaban en el empeño de tratar de impedírselo.

-¡Mia! ¡Mia! ¡Tenemos que hablar!- gritaba John a pleno pulmón.

Y para cuando estuve frente a la puerta, y presioné el botón que la habría automáticamente, John seguía repitiendo las mismas palabras una y otra vez.

-¡Mia!... tenemos... ¿tenemos un hijo?- me pregunta con la voz temblorosa, todavía sujeto por un par de miembros del equipo de seguridad.

-Si- asiento entre lágrimas y, acto seguido, les ruego que lo liberen para que pueda acceder al interior del recinto.

Cuando ya le tengo en frente, cara a cara, le doy un sonoro bofetón que le obliga a girar la cara. Y en el momento en el que trata de volver a dirigirse a mí, le abofeteo de nuevo.

-Sé que me lo merezco- asegura John agachando la cabeza. Después levanta poco a poca la mirada hasta que sus ojos se encuentran finalmente con los míos.

-Deberías estar en el hospital- digo apartando la mirada.

-Tengo que hablar contigo- insiste él.

Y justo cuando se disponía a empezar a hablar, mi padre corre hasta nosotros interponiéndose entre ambos.

-¿Cómo te atreves a volver a esta casa, escoria?- exclama mí padre enfadado.

-¡Maldito cabrón! ¡No me dijiste que tenía un hijo!- le recrimina John.

-¡Ni tú que te habías casado con mi hija!- le rebate mí padre.

-Pero... ¿de qué narices estáis hablando? ¿Habéis estado en contacto?- les cuestiono furiosa.

-Mia, yo...- empieza mí padre, pero antes de qué pueda continuar con su discurso, le propino un bofetón tan fuerte, que le enrojece la mejilla.

-¡Maldita sea, papá! Me has visto sufrir, me has visto llorar día y noche... ¿ Por qué no me has dicho que John estaba bien?

-Mia, te lo he repetido cientos de veces. Este capullo tan sólo quería tú dinero. Es más, él y yo teníamos un trato. ¿Por qué no le explicas a mí hija en qué consistía, John?- le propone mí padre.

-¿Un trato? ¿Qué trato? ¿Qué trato, John?- le cuestiono con lágrimas en los ojos.

-Tú padre...- titubea John- ...Tú padre se ofreció a pagar los gastos médicos de Matthew si conseguía que volvieses a casa. Mia... esa misma noche, la que ingresaron a mí sobrino, nos dijeron que, o le operaban de urgencia o moriría en pocas horas- se justifica.

-¡¿Qué?!- grito desgarradoramente.

-¡Te lo dije, Mia! ¡Este tipejo cogió el dinero y desapareció!- asegura mi padre con prepotencia.

-¿Me compraste, papá? ¿Me compraste robando mí felicidad? ¿Le arrebataste el padre a "J"  tan sólo por mantenerme a tú lado? - le avasallo.

-Hija, no saques conclusiones precipitadas. Yo todo lo que hago, lo hago por tú bien- me responde asombrosamente calmado.

-Mia... no podía dejar morir a Matthew, es sólo un niño. Un niño inocente que llevaba toda su vida sufriendo e iba a morir sin haber vivido- se justifica de nuevo John.

-John...- le nombro desolada- ... cambiaste mí amor, mí entrega, ¿me cambiaste por un puñado de dólares?

-¡Yo jamás he dejado de quererte! ¡He pensado en ti día y noche! ¡Tú recuerdo me ha mantenido con vida!- me confiesa con lágrimas en los ojos.

-¡Levi! ¡Levi!- grito con urgencia.

Y Levi se persona en el lugar con "J" en brazos.

-¿Qué ocurre, Mia?- me cuestiona sobresaltado.

-Dame a "J" y coge las llaves del coche- le exijo.

-Pero Mia...- comienza él.

-¡Pero nada! ¡No pienso dejar que mí hijo crezca rodeado de mentirosos, farsantes y manipuladores! ¡Me marcho!- exclamo decidida.

Pero en el fondo lucho contra mí misma por mantener la compostura. En realidad estoy aterrada. Sé lo que es vivir alejada de las comodidades que mí padre me puede ofrecer y soy consciente de qué si me marcho, "J" no tendrá una vida fácil. Pero si estoy segura de una cosa es de que quiero mantenerlo alejado de estas personas. De estas malas personas. Estas personas egoístas y prepotentes que creen que tienen derecho a jugar con la vida de los demás a su antojo.

-¡Pero hija!, ¿A dónde vas a ir?- me cuestiona mí padre.

-¡Lejos de ti!- le respondo- ¡Y cómo alguno de tus secuaces me siga, llamaré a la policía!

-¡Mia! ¡Espera! ¡Le devolveré a tú padre hasta el último céntavo aunque tarde toda la vida en reunir el dinero! ¡Te quiero! ¡Dame una oportunidad!- me suplica John.

-¡Vete a la mierda!- le respondo camino del coche.






EL GUARDAESPALDAS  (segunda parte)Where stories live. Discover now