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A bordo, en el coche, me acomodo en el asiento de atrás, junto a "J". John me observa por el retrovisor. Y es que no ha podido perder de vista el tic de mis piernas, que no paro de mover con un involuntario y continuo tembleque.

A pesar de que debo ser capaz de contener la tormenta que albergo en mí interior, me temo a mí misma. Y es evidente que John también está preocupado por mí posible reacción.

Soy consciente de qué John me ama, y de qué me amaba antes de aceptar el trato que mí padre le ofreció. Sé que se vio en un aprieto, que tuvo que tomar una decisión a vida o muerte. La vida de Matthew estaba en peligro y estoy segura de qué yo también hubiese hecho cualquier cosa por salvar a un ser querido. 

No obstante, no puedo dejar de culpar a Lily. Jamás le caí en gracia a la hermana de John. Nunca me miró con buenos ojos. Sin embargo, no tuvo reparos en aceptar el dinero de mí familia. Y aunque ella no sabía que yo estaba embarazada, y por lo tanto no era consciente de qué privaría de padre a mí hijo, no dudó en arrebatarme al amor de mí vida. Porqué John tomó tan difícil decisión en favor de Lily y Matthew, situándolos a ellos por delante, en detrimento de su propia felicidad.


Cuando John detiene el coche frente a una preciosa casita, situada en un barrio residencial, casi se me para el corazón. Me quedo petrificada contemplando la estampa a través de la ventanilla del coche. Y es que estoy tan tensa que apenas puedo mover un músculo.

La actual casa de Lily no tiene nada que ver con la vieja caravana en la que vivía. Es el típico hogar de una familia de clase media. Con su utilitario aparcado frente a la puerta del garaje. Y es qué la vieja y abollada camioneta en la que se movía también ha pasado a la historia. Además, en lugar de un polvoriento solar, la casita está rodeada por una zona ajardinada coqueta y cuidada. Incluso el césped está cortado a la medida justa, ni demasiado corto, ni demasiado largo. Sobre él descansan un par de flamantes bicicletas, además de un patinete. Y no me pierdo el detalle de qué, encajado en el canalón que recoge las aguas pluviales del tejado, hay  un balón de futbol reluciente.

Lo confieso, ¡Estoy enfadada! Incluso diría más, ¡Estoy indignada! John y yo tendríamos que hipotecarnos por muchos años para tener una casa así y a Lily le ha caído del cielo el dinero para pagarla. A diferencia de ella, nosotros vivimos de prestado en una vivienda de la base. Y John tendrá que dejar el ejército en algún momento, porqué no sé si sería capaz de seguir viviendo pensando en que cada vez que lo destinasen a una misión, pudiese ser la última vez que lo viese. No podría despedirme de él una y otra vez sin saber si volvería.

En este momento tan sólo le pido a la vida el poder seguir compartiéndola con John y "J".Y que John ejerza de padre de nuestro hijo. Mí único anhelo es que estemos siempre juntos. Pero mis esperanzas de futuro no son una venda que no me permite ver el pasado. No resultan ser un bálsamo que alivia el dolor que he padecido. No olvido que separarme de John casi me mata, y que mí hijo no ha conocido a su padre hasta hace poco más de un mes.

Inmersa en mis pensamientos, no me había percatado de que John permanecía a mí lado, con la puerta abierta, esperando a que me decidirse a bajar.

-Vamos, preciosa- me anima John, pero es evidente que estoy hecha un manojo de nervios y él no lo ha pasado por alto.

-No estoy segura de poder hacerlo...- confieso.

-Mia, los niños están deseando conocer a "J", y Matthew me ha preguntado repetidas veces por la princesa que rescaté en la guerra...- asegura.

-Tal vez debería quedarme en el coche- insisto.

Mientras hablamos, Matthew y James corren al encuentro de John para acabar tirándose a los brazos de su tío. Los tres se funden en un tierno abrazo, pero pronto es otro el destinatario de todas las atenciones. "J" es el pequeño de la familia y no tarda en convertirse en el centro de atención.

-¿Puedo coger al bebé, tío John?- le pregunta James.

-¡No! ¡Yo le cogeré primero, que para eso soy el mayor!- exige Matthew.

-Ambos le tendréis en brazos- asegura John.

-¡Yo le enseñaré a andar! ¡Y a chutar muy fuerte el balón!- dice James.

-¡Pues yo le enseñaré a montar en bicicleta!- le replica Matthew antes de darse cuenta que todavía permanezco sentada e inmóvil dentro del coche.

El niño no tarda más de un instante en introducirse en el interior del vahículo. Primero se acerca tímidamente a mí para, a continuación, abrazarme con dulzura antes de obsequiarme con un tierno beso en la mejilla. 

-¡Mia! ¡Has vuelto! Tío John estaba muy triste desde que tuviste que marcharte. Estaba tan triste que se fue muy lejos para que no le viésemos llorar. Pero ahora que has vuelto volverá a sonreír. ¡Y además nos has traído un primito con el que jugar! ¡Gracias, tía Mia!- me agradece Matthew ilusionado.

Su gesto, tan inocente y cariñoso, hace que se me ablande el corazón.

Al momento me planteo si tal vez he sido demasiado dura con Lily, demasiado intransigente. Y es que puede que no haya sabido contemplar la situación desde todos los puntos de vista. Puede que no haya sido capaz de ponerme del todo en su lugar. Porqué, cómo madre, esa situación es tan dolorosa que me hiere tan sólo el pensar en la posibilidad de que mí pequeño  tuviese que enfrentarse a una cosa así. Llegados a este punto, me veo capaz de dejar atrás todos mis prejuicios. Estoy dispuesta a dar un paso hacia adelante.

EL GUARDAESPALDAS  (segunda parte)Where stories live. Discover now