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Con el beneplácito de mí padre, me he escapado de la oficina para hacer unas compras en el centro comercial. Y no sé si es que me estoy volviendo paranoica pero, incluso aquí, entre tanta gente, me siento observada.

Y es qué, desde nuestra visita al acuario, sigo con la mosca detrás de la oreja. Y todo ello a pesar de qué mí padre me ha jurado y perjurado que no ha ordenado a ninguno de los miembros de su equipo de seguridad que me mantega bajo vigilancia.

Después de pasarme por la farmacia para hacerme con una crema hidratante para "J", y comprar la papilla de cereales favorita de mí pequeño, la que está condimentada con cacao y miel, me apresuro para acudir a los baños del recinto antes de volver a la oficina. Por el camino vuelvo sentir esa sensación tan inquietante, la sensación de que alguien sigue mis pasos muy de cerca.

Antes de adentrarme en el pasillo que da acceso a los aseos, el chirrido de la puerta metálica me pone los pelos de punta. Además, el lugar está inusualmente poco transitado. En el techo, la larga hilera de fluorescentes que ilumina la estancia, parpadea constantemente. Al instante, parece que el silencio se vuelve pesado, y el aire, perfumado con ambientador a granel, se hace irrespirable. 

En el acto, llamo a todas y cada una de las puertas que cierran los habitáculos de los retretes para asegurarme de que estoy sola. A pesar de ello, no logro desacerme de esa sensación, la de que me acompaña una presencia que no resulta bienvenida. Antes de tener la oportunidad de darme la vuelta, un individuo me rodea con sus brazos inmovilizándome. Con su mano me tapa la boca, aunque estoy paralizada y lo último que se me pasa por la cabeza es gritar para pedir ayuda. Se me ha helado la sangre y soy incapaz de reaccionar.

Intento mirar de reojo a la pared donde cuelgan los espejos para así poder conocer la identidad de mí captor, pero en el momento en el que estoy a punto de descubrirla él acerca su boca a mí oreja. Su aliento atempera mí nuca.

-Preciosa...- susurra John.

-¡John!- le nombro aliviada.

-No podía soportar estar un segundo más sin ti- confiesa.

-¡Vaya susto me has dado! El corazón me late a mil por hora...

-¿Por qué vas así vestida ? ¿Has vuelto a trabajar con tú padre?- me pregunta confuso.

-No, cielo. Sólo le he acompañado hoy a la oficina. Después he comprado los billetes para volver a casa. Iba a volar esta misma tarde- aseguro.

-Nena, tú no me engañarías, ¿verdad? Dime que no pretendías recuperrar tú antigua vida. Me prometiste que volverías- me cuestiona angustiado.

-Pero John... tan sólo te pedí un día más. Mí amor, te he echado muchísimo de menos. No me imagino la vida sin ti- aseguro muriendo de amor por él.

-Eres mía...- dice entre dientes antes de reseguir mí silueta con sus grandes manos.

-Soy tuya... y que no te engañe esta ropa, yo preferiría que tú piel fuese lo único que cubriera mí cuerpo- apunto antes de morderme el labio.

Al instante, John tira de mí para introducirnos en uno de los habitáculos de los retretes. Pronto me da la vuelta reteniéndome contra la pared. Con su gran enbergadura me acorrala y soy consciente de que estoy a su merced. Y, sinceramente, si no lo estuviese, me entregaría a él. Siento su repiración agitada en mí coronilla, a la vez que la mía empaña el frío azulejo contra el cual descansa mí rostro.

-Hazlo- le suplico presionando mí trasero contra su entrepierna. John no tarda en complacerme.

Sus ávidas manos tiran con premura de la falda de mí vestido. Afortunadamente, hoy no me he puesto medias, y el cálido tacto de su piel electiza mis muslos. Excitada, jadeo expectante. Él, sin ningún miramiento, aparta hacia un lado mí ropa interior. Después desabrocha los botones de su pantalón tejano y me penetra sin miramientos. Al instante jadea en mí coronilla mientras tapa mí boca con su mano. Yo beso su palma, complacida.

Sus siguientes empellones son lentos y profundos, haciendo que muera de placer, dejándome extasiada. John está por todo mí cuerpo, en el aire que respiro, en mí piel. Me empotra contra la pared, yo me mantengo de puntillas para asegurarme de que puede acceder a lo más profundo de mí ser. Agarra con posesión mis muslos. Yo me muerdo el labio tratando de silenciar mis gemidos. No puedo obviar que estamos en un sitio público, aunque por él olvidaría hasta mí nombre. John me hace sentir a salvo, me hace sentir segura, me hace sentir viva. Ahora sé que mí vida tenía un propósito, conocerle a él, encontrarle.

El tiempo apremia, y por temor a que nos descubran, debemos terminar pronto con esto. John lo sabe y me asalta con rudeza. A mí me excita tanto que me toque, su cálida cercanía y su aroma, que sé que me llevaría al orgasmo tan sólo acariciándome. Por eso no necesito que bese cada centímetro de mí cuerpo, me entrego por completo en todo momento, estoy segura de que me llevará al éxtasis con lo que me ofrezca. Al sentir que mí alivio se acerca, tiemblo mientras John me eleva hasta el séptimo cielo y él aleja todos sus miedos y sus dudas deshaciéndose entre mis piernas.

EL GUARDAESPALDAS  (segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora