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Tan sólo una puerta, una fría puerta de hospital, me separa de John. Y más que respuestas, más que exigirle porqués, en este mismo instante lo único que ansío es verle de nuevo.

Dejo a Levi a cargo de "J", que todavía duerme. Acto seguido giro la maneta y abro la puerta. Se abre suavemente, tanto, que las personas que hay en el interior no advierten mí presencia.

John comparte habitación con otro soldado. Tiene su informe médico colgando de los pies de la cama. Logro leer en él que se llama Payne. Ambos duermen.

La verdad es que me sorprende el aspecto de John. Parece que le hayan caído bastantes años encima. Por suerte, aparentemente, no esta herido de gravedad.

John lleva el pelo muy corto, casi afeitado del todo, y una barba de más de dos semanas muy descuidada. Tiene algunas heridas recientes en el rostro y una cicatriz nueva, que no había visto antes, sobre su ceja derecha. Aunque la herida más grave sin duda debe ser la de su brazo, su brazo izquierdo. Tiene un extenso vendaje que cubre parte de su pecho, su hombro y casi toda la extremidad. Además, de su cuello cuelga un cabestrillo.

No sé si sabría expresar con palabras lo que siento en este momento. Y me preocupa cómo vaya a reaccionar John cuando se despierte. Confieso que estoy aterrada. Porque hasta hace unas horas no sabía si estaba vivo o muerto, y desconocía su paradero, y ahora estoy aquí contemplándole mientras duerme. 

Me había esforzado por guardar bajo llave mis sentimientos hacia él. Los ocultaba en el lugar más recóndito de mí corazón. Pero, nada más verle, han aflorado de nuevo. Y tengo tantas ganas de llorar... Llorar porque le he vuelto a ver, cosa que jamás pensé que volvería a ocurrir. Llorar de alegría porque está vivo, porque todavía respira, porque esta bien.

Pero también cabe la posibilidad de que el destino me lo haya devuelto de una pieza para que yo misma acabe con él. ¡Porque me apetecería muchísimo estarle dando bofetadas hasta la semana que viene! ¡Además de una buena patada en los cataplines! Y es que no puedo olvidar que ese mismo valiente soldado que se ha jugado la vida por defender a su país, ese mismo hombre que se recupera de sus heridas en una cama de hospital, es el mismo capullo que me abandonó a pesar de qué yo había renunciado a todo por él. Ese mismo tipo me aseguró que me amaba por encima de todo, se comprometió conmigo y después se marchó destrozándome el corazón. ¡Más le vale no haber perdido la memoria, porque va a tener que darme muchas explicaciones!

Y cuando ya estoy a los pies de su cama dispuesta a despertarle, sin haber decidido todavía sí para besarle o para escupirle en la cara,  entra en la habitación la doctora que atiende su caso.

-¿Señora Miller?- me cuestiona en tono autoritario.

Pero a mí parece que se me haya comido la lengua el gato. No soy capaz de responderle. Y es que puede que no estuviese con John el tiempo suficiente cómo para acostumbrarme a que me llamaran así.

-¿Es usted la señora Miller?- insiste la doctora alzando más la voz. Y al hacerlo, provoca que Payne y John se despierten en el acto.

-Si, soy yo- contesto abrumada por su poca delicadeza.

En ese mismo instante siento que estoy acorralada. Atrapada entre la estricta mirada de la doctora y los ojos de John que, sin necesidad de girarme, puedo notar cómo se clavan en mi persona.

-Bien, señora Miller. Soy la doctora Lowes. En tanto que familiar del paciente John Miller paso a informarle de los procedimientos  que le hemos realizado. Tras la radiografía y el escáner previo a la cirugía, hemos realizado el tratamiento quirúrgico correspondiente a la reconstrucción de su hombro izquierdo y la colocación de una placa para volver a poner todos los fragmentos en su sitio. Además de otra radiografía posterior a la cirugía correspondiente al control de calidad de la intervención. En el momento en el que el paciente sea dado de alta le facilitaremos un detallado programa de rehabilitación aunque, desde este mismo instante, es recomendable que mueva activamente los dedos para evitar que la movilidad de su hombro pueda quedar reducida. Buenas tardes- me explica para marcharse a continuación.

La doctora Lowes se marcha sin darme la oportunidad de preguntarle para poder resolver mis dudas. Y llega el temido momento en el que debo girarme y enfrentarme a la mirada de John. Debo girarme para averiguar si el hombre que tendré, frente a frente, es el hombre al que amo o el hombre al que quiero matar.

Nada más girarme pronuncio el nombre de John en un susurro. Es entonces cuando contemplo su rostro cubierto de lágrimas. John llora desconsoladamente, pero en silencio.

Doy un paso al frente buscando su cercanía, su verdad. Sus labios tiemblan, pero no pronuncia palabra alguna. Y niego con la cabeza. Me maldigo a mí misma por volver a tener los ojos llenos de lágrimas. Lágrimas de dolor, de rabia y resentimiento.

Y justo en el momento en el que voy a liberar las palabras que me queman en el pecho desde hace más de un año, el llanto de "J" centra toda mí atención. Se acaba de despertar y Levi, desde el pasillo, me advierte de ello. De inmediato salgo de la habitación para ir en su busca y, cuando ya le tengo entre mis brazos, vuelvo a entrar de nuevo.

Estoy tan nerviosa, dolida y molesta con John porque ni siquiera se haya dignado a dirigirme la palabra que decido hablar con "J" que, aunque estoy segura de qué no va a responderme, se que me apoya al cien por cien.

-Vamos "J", voy a presentarte a alguien- aseguro acercándome a la cama dónde descansa John para finalmente sentarme en el borde del colchón- ¡Este es tú papá!

Y por un instante ambos John, padre e hijo, se mantienen la mirada. Y "J", que es encantador, le dedica una amplia sonrisa. Los adorables ojos de mí pequeño destellan de amor, de ternura. Pero su padre no le corresponde, no dice nada. John sólo se limita a llorar. No deja de llorar.

Acto seguido alarga su mano tímidamente intentando tocar mí brazo, pero yo me alzo en el acto. Sé muy bien que una caricia suya podría hacerme viajar al pasado. Le amo demasiado, por eso mismo no me merezco su desprecio. Ni yo, ni nuestro hijo.

-¡No me toques!- exclamo tratando de protegerme. John es mí Kriptonita y conozco muy bien el dolor que puede causarme.

-Mia, si no nos vamos ahora mismo perderemos el vuelo de regreso a casa- me advierte Levi haciendo acto de presencia. Y cómo vé que me mantengo inmóvil, y prácticamente en estado se shock, me rodea con su brazo guiándome hasta el pasillo.

¡Estoy tan enfadada y confusa! No sé que esperaba de mí reencuentro con John pero, desde luego, me esperaba algo. Alguna reacción. Después de tanto tiempo no me ha dedicado ni una mísera palabra. ¡Y no le ha dicho nada a nuestro hijo! Sinceramente, en estos momentos, desearía no haber venido.


Para cuando Levi, "J" y yo ya nos hemos marchado, Payne, el compañero de John, se dirige a él con la intención de recriminarle su actitud.

-¿Y quieres hacerme creer que esa chica es tú mujer?- le cuestiona Payne.

John, todavía conmovido, ni siquiera es capaz de contestarle. Únicamente asiente con la cabeza.

-Pues la verdad no sé que ha visto esa preciosidad en ti. De veras, no logro comprenderlo. Y sabes, yo he perdido mis piernas... ¡Mis piernas, tío! ¡y todavía creo sentirlas! Pero tú, ¡o eres un jodido cabrón sin sentimientos o has perdido el corazón!- asegura.

- ¡Cierra el pico! ¡No tienes ni idea de lo que ocurre! ¡No puedo darle esperanzas! ¡No debo volver a verla!- exclama John fuera de sí.

-¡Eres un maldito capullo! Has ignorado al crío... Creía conocerte, parecías un buen tipo, pero en realidad eres un ser despreciable- se lamenta Payne.

-¡Cállate! ¿Quieres? ¡Yo ni siquiera sabía que había sido padre!- asegura John antes de volver a navegar sin rumbo por un mar de lágrimas de desesperación.


EL GUARDAESPALDAS  (segunda parte)Where stories live. Discover now