Aunque las hojas caigan, el árbol sigue en pie

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Llevo más de una hora esperando al supuesto señor Barrons, quien no es más que Darío. Con la punta del dedo, batí un poco el vino para esparcirlo por mis labios. Debería estar muerta, pero la fuerza del odio me dio fuerzas para continuar. Me gustaría poder ordenarles a mis órganos que dejen de funcionar. Es demasiado doloroso pudrirse por dentro estando viva. Luché contra las enormes ganas de gritar, enfrentar y herir a alguien, sin importar a quién sea en este momento. Nunca creí que pudiera soportar tanto dolor. La opresión en mi pecho, el fuerte dolor en mi corazón y el martilleo en mis sienes me recordó que todo lo que viví ayer fue auténtico.

Oculté mi rostro entre mis manos, no deseo estar aquí. Cada vez que cruzaba por accidente mi mirada con las personas en este restaurante, sentía que ellos sabían lo que sucedió anoche. Una mezcla de rabia, ira y decepción peleaban en mi interior. Odié con todas mis fuerzas a Kavi, me apartó de mi familia, ha hecho mi vida un verdadero infierno y lo que me hizo anoche fue la gota que derramó la copa. Aún siento sus caricias en mi piel y las náuseas atacan ante el mero recuerdo. Sentí a mi estómago protestar, no he probado bocado desde ayer. Volví a mojar mi dedo con el vino para pasarlo sobre mis labios una vez más, hasta que mis neuronas colapsaran y perdiera la cordura.

El sonido de una botella al ser desatascada me llevó a recordar todo lo vivido anoche:

—Es un Armand de Brignac Brut Gold, degústalo suavemente. Mañana saldrás nuevamente con el señor Barrons— dijo mientras tomaba un pequeño sorbo—. Cuando finalicemos nuestro baño, me mostrarás tus estupendas habilidades sexuales. Me pica la curiosidad del porqué el señor Barrons está tan empeñado en preferir solo tus servicios".

—¿Qué? —Esperé haber escuchado mal—. ¿Qué fue lo que dijo? —odié cómo sonó mi voz.

—Descuida, Jaya— tomó otro sorbo—. Haremos algo tan antiguo como el tiempo.

Pestañeé varias veces tratando de evitar que las lágrimas empañaran mi visión. No podía permitir que eso ocurriera. Respira, Lica, respira. Debo mantener la calma mientras trato de hallar una salida. Se desvistió ante mis ojos, carente de pudor, tan natural como si fuéramos dos antiguos amantes. En su juventud fue un hombre atlético. Su masa muscular aún conserva el brío de esos tiempos. No debía superar los 50 años, tenía algunas cicatrices que se extendían en sus antebrazos, vello en las piernas y el pecho.

Un sabor ácido subió por mi garganta, traté de controlar los temblores de mi cuerpo. Creía que iba a desmayarme. Por un instante, me dio la espalda, un enorme tatuaje lo cubría casi en su totalidad. Era un árbol seco, casi marchito, pero con pocas hojas de color rojo. Un corazón entretejido en sus raíces es lo que les daba esa tonalidad rojiza a las hojas. Las raíces se extendían por toda su área lumbar, mientras que el tronco cubría toda su columna y las hojas llegaban hasta sus omóplatos. En sus hombros pude leer: "Aunque las hojas caigan, el árbol sigue en pie".

—¿Pasa algo, Jaya? —di un pequeño respingo—. ¿Te veo nerviosa?

—Me duele la cabeza —y no estaba mintiendo, en parte—. Deseo volver a mi habitación y descansar un poco.

—Una vez leí que tener sexo es el mejor analgésico para combatir el dolor de cabeza. Un equipo de neurólogos de la universidad de Munster ha descubierto que la actividad sexual puede aliviar las molestias producidas por las migrañas.

Hoy me salió ilustrado el desgraciado. Cuando le comunicaba a Rodrigo que tenía ese malestar, me dejaba tranquila y no teníamos intimidad.

—Siento que te resistes a estar conmigo, pero no creo que eso lo hayas hecho con el señor Barrons —dijo endureciendo su mandíbula.

Soy LicaKde žijí příběhy. Začni objevovat