Traje de baño

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He perdido la cuenta de cuántas plazas comerciales he entrado, tratando de encontrar mi traje de baño perfecto. No sé por qué se me ha complicado todo; mis especificaciones son simples. Solo deseo que me cubra los rollos de la espalda, aplane mi estómago y afirme mis curvas.

Entré junto a mi madre a la tienda Beach, y lo primero que preguntó la dependienta llamada Amelia fue si estaba embarazada. Me cabreó bastante su pregunta. Después de dos horas, por fin lo encontramos.

Le prometí a mi madre que la llamaría desde que llegara a casa. Pero en vez de cumplir mi promesa, me tomé dos pastillas para el dolor de cabeza. Me desperté entre jadeos luego de unas cuantas horas, tuve un sueño horrible.

Soñé que estaba en la playa, caminando, sintiendo el sol quemando mi espalda. Cuando un niño comenzó a llamarme ballena. Luego las demás personas se le unieron al niño en su burla. Y lo peor de todo es que no podía hacer nada porque algo retenía mis piernas.

Salté de la cama y caminé a oscuras por el pasillo hasta llegar a la cocina. Tomé un vaso para tomar un poco de agua. Con el vaso en la mano me desplacé hasta el balcón. No había nadie paseando por las calles, me sentía inquieta y sabía perfectamente que no se debía solo a este mal sueño.

El sonido insistente del teléfono me obligó a salir de mis cavilaciones. Al tomarlo entre mis manos, un malestar se apoderó de mí.

— ¿Dónde está, Rodrigo?

Así era Carlota, al grano. Como detesto su tono de voz insinuante y altanero.

—Hola, suegra, ¿cómo está? —Me recuerdo que tengo que mostrar los buenos modales tal cómo me enseñó mi mamá —. En realidad, no sé dónde está Rodrigo.

— ¿Pero qué clase de esposa eres, que no sabe dónde está su marido? —replicó molesta.

Zorra turuleca, pienso.

Se instaló un incómodo silencio entre las dos. Soy la primera en romper el silencio como siempre.

—¿Desea dejarle un mensaje? —No dejaré que Carlota me joda la existencia.

—Mi hijo se merece algo mejor que tú —soltó con malicia.

—Sabe, en eso opino lo mismo, Carlota. A diferencia de usted, ningún hijo tiene elección de decidir a cuáles padres escoger; en cambio, Rodrigo, me eligió muy a su pesar. Vuelvo a repetirle por si está perdiendo facultades, ¿desea dejar algún mensaje?

No recibí respuesta; ella colgó la llamada. En la noche, tuve una fuerte discusión con Rodrigo, gracias a su madre. Carlota lo llamó alterada porque, según ella, la insulté. No niego que me hubiera gustado decirle algunas cositas; tristemente, ese no fue el caso. Tuvimos sexo de reconciliación, sin las chispas y la urgencia por sentirnos como antes.

A la mañana siguiente, teníamos que prepararnos para ir junto con nuestros amigos a la playa. Tuve que irme en el asiento de atrás porque mi suegra insistía en irse en el asiento del pasajero. Cedí para no comenzar una pelea que sabía que iba a perder.

Cuando llegamos después de casi dos horas de trayecto, me desmonté casi corriendo porque no soportaba pasar ni un minuto más al lado de Carlota. La vista me impactó de inmediato. La blanca arena decorada con restos de caracoles traídos por el oleaje. Los sonidos distantes de las gaviotas, las aguas azul turquesa hicieron que me enamorara instantáneamente del lugar.

Nos ubicamos cerca de los quioscos de comida; Rodrigo y nuestros amigos corrieron a zambullirse en las azules aguas. En cambio, me senté para leer un poco, dejando que el sol le diera un poco de color a mi piel.

Soy LicaWhere stories live. Discover now