Mușcătura

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Nota: Última parte del capítulo 14.

Luchaba por apartar las imágenes que inundaban mi mente. Tomé agua porque sentía demasiado calor a pesar de que el aire del coche estaba en su máxima potencia. Me sentía miserable, nunca en mi vida imaginé que podría estar en medio de un cementerio, retorciéndome como una endemoniada y aferrándome a una cruz con una mano, mientras que con la otra arañaba la parte superior de la cabeza de Román, quien estaba prisionero entre mis muslos.

Y lo peor pasó después, cuando salimos del cementerio y no habíamos recorrido ni tres kilómetros cuando empecé a llorar. Lo hice más por vergüenza que por otra cosa, Rodrigo no se merecía eso. Me sentí sucia, una mala mujer, pero lo peor fue que lo había disfrutado como nada en la vida. No hubo penetración. Si usó su lengua y manos, pero nunca permití, por más caliente que me sintiera, que entrara otra cosa que no fuera eso en mi interior.

Cierro los ojos y trato de borrar ese momento en la carretera en que comencé a llorar. Román supuso que era aún por el narcótico, en parte sí, porque todavía me sentía arder, pero la otra parte fue por los cargos de conciencia. En la perrera no tengo ningún control de quién usa mi cuerpo, pero lo que ocurrió aquí, lo sentía diferente. Me limpio la nariz con el dorso de la mano e inspiro hondo para calmarme. Ni muerta podré borrar estos recuerdos.

—Soy una mala persona —murmuro avergonzada por llorar.

—¿Por qué? No deberías pensar así de ti, es estúpido —dice sin quitar la vista de la carretera.

—¡Pues no lo es! ¡Por si no lo sabes, dejé a un buen hombre en mi país! —Respiro hondo en un intento por tranquilizarme. Mi sensatez pende de un hilo demasiado delgado—. ¿Cómo crees que puedo estar tranquila cuando le acabo de ser infiel?

Cubro mi rostro con mis manos y lloro mortificada. Román se sale de la carretera de forma abrupta, se quita el cinturón y de paso me lo quita a mí también. En un movimiento ágil, coloca el brazo por debajo de mis rodillas y me levanta en el aire, luego me gira de forma que quedo mirando al parabrisas. Su mano recorre mi cuerpo, rozándome la cintura y bajando por mi culo. Me muevo tratando de alejarme.

—¡¿Qué haces?! —exclamo sin aliento.

—Apagándote el maldito interruptor moral que tienes —dice mientras mete la mano por debajo de mi vestido.

Me revuelvo más en su regazo y él suelta el aire bruscamente con los dientes apretados.

—Quieta, Pisică —gruñe. Me cubre el sexo con la mano y me roza el clítoris con el pulgar—. No te muevas —reitera mientras empieza a trazar círculos.

—Por favor, no... —le suplico.

—Volvemos a empezar de nuevo —dice metiendo y sacando los dedos despacio—. Si te pica, te rascas y ya. Sin remordimientos.

—Ya cállate, infeliz.

—Lo que usted ordene. —Me sonríe de forma traviesa y retira los dedos de repente, siento sus labios y sufro un cortocircuito.

Me ardía el bajo vientre, la entrepierna y me escocían los pezones. Román llevó su boca a mi centro y me lamió como si fuera un caramelo. Empujé mis caderas para que deslizara su lengua con más profundidad. Él gruñó como si eso lo complaciera. Empecé a sollozar y temblar cuando me sobrevino el primer orgasmo explosivo y alucinante. Mi cabeza chocaba con el parabrisas y mis codos presionaban el claxon. Me quedé sin voz de tanto gritar mientras me estremecía. El clímax me dejó floja y jadeante. Román me dio un lametazo lento y perezoso.

Entonces, la conciencia de lo que había hecho me envolvió.

—Esto no debió pasar —susurré mientras mi corazón martilleaba en mi pecho.

Soy LicaWhere stories live. Discover now