Creo que hago llorar a dos chicos grandes

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—¿Y por qué te preocupas por eso?

—¡Porque ni siquiera son míos!— gritó Listilla— ¿Sabes lo que me haría Valentina si los estropeo?

—¿Y por qué tienes los zapatos de Valentina Díaz?

—Me los prestó, ¿de acuerdo? Ella no iba a aceptar que fuera a una cita contigo con los míos después de haber pisado excremento de... — en ese momento la chica rubia me notó— caballo.

—Hola — los saludé con una sonrisa.

—Hola, chiquitín— me sonrió el chico, a diferencia de mí él tenía todos sus dientes, aunque sabía que los míos iban a crecer en cualquier momento.

—¿Quieren ser mis nuevos Papi y Mami?

La chica se vio sorprendida y el chico casi cae del columpio, me preguntaba si ellos quería tener hijos, yo era buena opción, hace mucho que había aprendido a ir al baño solo así que no era un gran problema.

—¿Dónde están tus padres? —preguntó amablemente la chica. Era muy bonita y parecía muy inteligente, ya sabía porque a Sesos de Algas le gustaba.

—En mi casa —respondí con un encogimiento de hombros.

—¿Y por qué no estás ahí con ellos? — preguntó esta vez el chico— No deberías estar aquí de noche.

—No quiero— exclamé mientras me cruzaba de brazos y fruncía el ceño. No iba a volver ahí, si Listilla y Sesos de Algas no me querían como su hijo, ya me iba a buscar a alguien más, tal vez mi nueva Mami me permita tener un cachorro.

Los dos chicos compartieron una mirada antes de volver a enfocarse en mí.

— ¿No quieres? — habló la chica rubia — ¿Por qué no?

—Porque quiero que mi Mami y mi Papi estén juntos— gimoteé.

Los dos parecieron finalmente comprender lo que estaba pasando, ambos me regalaron una sonrisa amable que me hizo sentir un poco mejor. Solo un poco.

—Sabes, — susurró la chica mientra se levantaba del columpio y se arrodillaba frente a mí, parecía que quería compartirme un secreto— mis padres tampoco están juntos.

— ¿Ah, no? —parecía que eso de que los padres separados era más común de lo que pensé, y yo que creí que era el único.

—Los míos tampoco — agregó el pelinegro.

—¿Y se fueron de casa? — interrogué.

—Yo no, — respondió enseguida el chico— hubiera extrañado demasiado a mi madre, ¿y tú, Annabeth?

A diferencia del chico, que parecía estar a punto de soltar una carcajada, la chica se veía algo incómoda.

—Creo que es mejor que tú hables, Percy.

Mientras Listilla, o Annabeth, se alejaba unos pasos; Sesos de Algas, o Percy, bajó de un salto del columpio. Yo lo miré asombrado. ¡Había caído de pie! No tenía ni un solo rasguño, tal vez era como los gatos, o como un superhéroe, sería genial si supiera volar.

—¿Cómo te llamas, amiguito?

—Soy Bob.

Por un momento creí ver que sus ojos verdes se había puesto tristes, y yo no quería ver en él la tristeza, yo ya la estaba sintiendo y era horrible. Percy parecía ser alguien genial, la gente genial no se merece estar triste.

—Te diré algo, Bob. Conozco muy bien la sensación de querer escapar de todo cuando las cosas se ponen tan feas que sientes que en cualquier momento vas a ahogarte, parece bastante fácil, ¿no? Simplemente irte y despedirte de toda esa mier...

Percabeth entre mortalesWhere stories live. Discover now