Capitulo 38 | Final

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Habían pasado tres días antes de que Lena estuviera lo suficiente recuperada como para solamente despertar de su sueño autoinducido.

En realidad ella no quería despertar, estaba agotada después de ese día de locos.

Ella creía firmemente que no llegarían muy lejos cuando la ambulancia los recogió, pero dejar morir a Sasha jamás había sido una opción, por mucho que hubiera amenazado de ser ella misma quien acabara con su vida.

Ahora por fin se despertaba, entre luces muy brillantes y máquinas con un pitido que marcaba un ritmo, que parpadeaban, otras que goteaban, algunas que no hacían nada, pero aún así, la relajaba, ayudaba a eliminar toda la tensión y el miedo acumulados en lo que a ella le habían parecido horas.

No dijo nada cuando una mujer, que debía ser enfermera, entró a examinarla por largo rato.

Lena no habló porque no encontraba ni su voz ni las palabras.

Sólo cuando la enfermera se alejó para volver por donde había entrado, sacó el valor suficiente como para preguntar y afrontar todas las posibles respuestas.

-D-Dragunov...

Murmuró Lena, con la voz muy pastosa, ronca, rota. Casi tenía lágrimas en los ojos. ¿Dónde estaba? Necesitaba que estuviera bien.

Lo necesitaba.

La enfermera la miró y frunció el ceño y la miró como si no entendiera su voz, como si no hablaran el mismo idioma.

-El... Chico que llegó conmigo.

Entonces ella entendió. Suspiró, algo triste, y a Lena se le encogió el corazón. No podría pasarle nada malo, no a él.

Aunque estaba asustada.

Ahora que sabía que Sasha si era El Asesino de Nessun Dorma, y estaba asustada.

No sabía que hacer, pero ante todo era detective, y la ley va por delante siempre.

Siempre.

-Está en la UCI... -ella desvió la mirada a un papel que sostenía en una carpeta, y luego volvió a fijarse en ella-. No ha despertado aún.

Con esas palabras, Lena lloró. Lloró como no lo había hecho nunca.

Y lloró sola, porque la enfermera abandonó la habitación al igual que toda la capacidad que tenía para ser fuerte.

Días después pudo levantarse de la cama, y, caminando muy lento, pudo verlo a través de un cristal.

Eso le partió el corazón.

Estaba tumbado en la cama, muy quieto. Sólo se podía notar el vaivén de su pecho al compás de su respiración.

Sus manos estaban llenas de vías, cables.

Uno entraba por su nariz, habían bolsas a los lados de la cama.

Parecía muerto, y eso hizo a Lena llorar de nuevo, otra vez sola.

El día que Sasha despertó, ella estaba mirándole tras el cristal.

Para él, ver sus ojos observándolo con tristeza y preocupación fue lo más bonito que había visto jamás al despertar.

Era hermosa. Lo era.

Él sonrió, y a Lena pareció parársele el corazón.

Sasha alzó una mano, aún dolorido, y la saludó lentamente, hasta ver las lágrimas formarse en sus ojos.

El Asesino de Nessun DormaWhere stories live. Discover now