Capítulo 31

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El invierno había caído en Moscu con puntualidad, aún así Lena no lo esperaba.

El Asesino de Nessun Dorma había dejado de atacar y secuestrar mujeres, ¿vacaciones por Navidad?

A Lena le extrañaba, aunque eso hacía que ella tuviera un descanso y no podía quejarse, no del todo.

Pero había algo que la molestaba, algo que casi conseguía destrozar su alivio: ''La Semilla Estelar" había sido localizada -no recuperado- justo cuando Lena no había sido participe en la misión, y eso le fastidiaba mucho, muchísimo.

Pero qué más daba, era Navidad.

Una Navidad que en realidad ella no celebraba, aunque le gustara estar tranquila en su casa, sin que nadie la molestase, pero este año no iba a ser así.

Así que, como no estaba dispuesta a sufrir más estrés, se acomodó en el sillón de su casa, con una taza de té e Inferno, todo perfecto. Sola, y en paz.

Demasiada paz al parecer, porque el timbre sonó, y Lena estuvo apunto de reventar el libro contra la puerta.

—¡No trabajo en Navidades, lárgese! —gritó, haciendo que el té se derramara y algunas gotas cayeran al suelo.

—Soy yo, Lena, abre —dijo Romaniv desde el otro lado de la puerta.

—¿No tienes llave? —dijo enterrando la cabeza en el libro y balanceándose, intentado escapar de aquella pesadilla.

—Tengo la llave del despacho, no de tu casa —informó, desesperándose.

—No te voy a abrir —contestó tajante la chica—. Arréglatelas, si esperas a lo mejor viene el maldito Asesino a abrirte la puerta, le estoy esperando, con una pistola.

Se oyó el suspiro de Romanov, y luego Lena supo que se había sentado, con la espalda apoyada en la puerta.

¿A qué estaba esperando? ¿Por qué no se iba? Lena se encogió de hombros y siguió leyendo:

It is physically impossible for the human mind to think of nothing.

The soul craves emotion,

and it will continue to seek fuel for that emotion—good or bad.

Your problem is that you're giving it the wrong fuel.

Recitó en voz alta, como si así pudiera aplacar el sentimiento de culpabilidad. Pero no iba a abrir.

Algo la despitó de su lectura, algo metálico en la puerta, la estaban abriendo.

Era Sasha con su llave

—¿No te da vergüenza? —dijo señalando a Romanov—. No dejes al niño tirado en la calle.

A Lena le hizo gracia el comentario, a Romanov no.

—¿Qué te ha pasado en la pierna? —preguntó Lena al ver que cojeaba.

Esa no era la primera vez que se daba cuenta, pero no se había animado a preguntarle nunca, llevaba varias semanas así, pero Sasha era un tipo raro, así que para qué reprocharle nada.

—Nada importante, me caí por la escalera de entrada, deberías llamar a alguien para que arregle ese escalón, un día me voy a matar. O se va a matar Romanov, que es más probable —contestó Sasha haciendo un gesto con la mano, y se fue a su habitación, haciendo ruido.

—¿Para qué has venido? —le preguntó Lena a su amigo, que parecía enfadado.

El chico se sentó en el sillón y sacó de su bolsillo cuatro papeles

El Asesino de Nessun DormaWhere stories live. Discover now